10/02/2016

La lucha histórica de los maestros


Enrique Calderón Alzati

La Jornada 
Con toda la fuerza mas no con razón y con todo el poder mediático y autoritario de que dispone el gobierno de la República, utilizado para desprestigiar, amenazar, cansar y desmoralizar a los maestros, el resultado de la lucha docente singular le ha sido adverso, si bien es pronto para hablar de una victoria del magisterio. El logro más importante, hasta ahora, ha sido la participación de amplios sectores de la sociedad que han comprendido la naturaleza e importancia de su lucha por el derecho a la educación y al trabajo establecidos en la Constitución; sin embargo, es mucho aún lo que falta por hacer ante las embestidas de la televisión que los presenta como un grupo faccioso interesado en conservar privilegios mal habidos.
A este respecto es conveniente recordar que la estrategia gubernamental no es nueva. En todas las privatizaciones que han ocurrido en el país desde que los grupos neoliberales se hicieron del poder, utilizando sin pudor el estandarte de la Revolución, su estrategia ha consistido en señalar los privilegios y los malos servicios prestados por los trabajadores de esos sectores, mediante campañas mediáticas de saturación. Así sucedió con los telefonistas, los ferrocarrileros, los electricistas, los petroleros y los trabajadores de la aviación civil, a quienes se acusó de gozar de privilegios indebidos y de ser irresponsables, poniéndolos de ejemplo de lo que se debía erradicar, mediante procesos de privatización cuyos resultados traerían grandes beneficios para la sociedad en su conjunto, beneficios que por cierto solo han dado lugar al crecimiento de la miseria.
Luego de más de tres años de lucha desigual y de grandes sacrificios, los maestros mexicanos continúan su resistencia apoyados en algunos estados por los padres de sus estudiantes y muy especialmente en las regiones rurales de esas entidades, donde las comunidades conocen las carencias con que esos maestros laboran atendiendo a sus hijos en escuelas unitarias, siendo necesario que este proceso se generalice en las zonas urbanas del centro y norte de la República.
Aquí me permito reconocer que ciertamente existen entre los maestros personas que gozan de plazas magisteriales (incluso de varias) logradas discrecionalmente y sin llenar los requisitos para tener una, ni tener los conocimientos ni la vocación necesaria por la educación, generado todo ese proceso a partir de actos de corrupción, cometidos por funcionarios públicos de los estados y del propio gobierno federal, en contubernio con los líderes sindicales, que han utilizado la asignación de esas plazas como mecanismos de control político; si alguien es responsable de todo esto son los líderes del SNTE, incluyendo por ejemplo a Elba Esther Gordillo, impuesta por el propio gobierno, tal como ahora lo hace con su nuevo líder.
Por ello resultaría importante que el secretario de Educación, Aurelio Nuño, nos explicase su decisión de reconocer a este nuevo líder del SNTE y cercano colaborador de Elba Esther Gordillo, como su único interlocutor en representación de los maestros, mientras para el movimiento magisterial su disposición al diálogo se nula.
Pero no es esto lo único que el secretario debe explicar a la sociedad mexicana, especialmente a los maestros. Una pregunta importante es la referente a la muy tardía presentación del nuevo modelo educativo, que además de plantear serias contradicciones con las medidas que en su conjunto conforman lo que se ha dado en llamar reforma educativa, y que pareciera ser un trabajo elaborado de manera precipitada con el único fin de sostenerla, dadas las escasas innovaciones que plantea y los enormes vacíos, de los cuales expondré sólo uno de ejemplo al final de este artículo.
La segunda pregunta se relaciona con las afirmaciones que el funcionario ha hecho sobre la gran prioridad que tiene la educación para el actual gobierno del que forma parte. ¿Cómo nos puede explicar, entonces, que los recortes planteados para el presupuesto de 2017 sean, junto con los de salud, los más elevados entre todas las actividades del gobierno? ¿Cómo es que al instituto electoral no se le hubiesen recortado los recursos para su nueva torre de oficinas? ¿Acaso el fastuoso aeropuerto proyectado para la Ciudad de México es más importante que la educación de los niños? ¿Con qué recursos se podrán actualizar los conocimientos de los maestros y se les instruirá en sus nuevos desempeños que la educación moderna requiere de ellos? ¿Se seguirán utilizando los métodos en cascada para reducir costos, aun cuando el nuevo modelo educativo reconoce su inoperancia? ¿Se generalizarán las cuotas que hoy se exigen a los padres de familia para el mantenimiento y la limpieza de las escuelas, como hoy se hace en las comunidades más pobres del país? ¿Se dejará la satisfacción de esas necesidades para más adelante? ¿Se recortarán los recursos destinados a las universidades pedagógicas, a las normales y muy especialmente a las normales rurales? ¿Qué ha hecho él por los 43 estudiantes desaparecidos de la de Ayotzinapa, como futuros maestros del país?
En la medida que logremos que la sociedad se haga consciente de estas irregularidades, la lucha magisterial tomará nuevos cauces, contando con el apoyo de toda la sociedad. En esta nueva etapa de lucha es necesario difundir esta realidad, con los detalles particulares de cada entidad y de cada región.
Termino este articulo haciendo referencia a la sección del nuevo modelo educativo referente a las tecnologías de la información y la comunicación, cuyos objetivos se reducen a plantear que deben servir para fomentar la curiosidad y la capacidad de comunicación de los estudiantes, lo cual implica una actitud pasiva del gobierno en espera de que alguien, en algún país desarrolle las tecnologías y los contenidos que permitan a los maestros y estudiantes mexicanos mejorar sus niveles de desempeño y despertar su curiosidad.
De esta manera, el nuevo modelo educativo no hace más de lo que se ha venido haciendo durante los 30 años pasados: fomentar la dependencia tecnológica, pensando seguramente que los mexicanos somos incapaces de desarrollar las nuevas tecnologías que la educación del país necesita.

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