¿De qué hablar del 68 si todo está dicho?
1.
Podría hacer memoria de algunos acontecimientos de ese año prodigioso:
-Recordar ese momento en el que el pueblo vietnamita no sólo resistía
un desproporcionado ataque militar de la mayor potencia económica y
militar del siglo sino que lanzaba una ofensiva militar que acabaría por
expulsar, años después, al ejército invasor norteamericano –pueblo
vietnamita que, por cierto, luchó acompañado por una enorme y mundial
protesta estudiantil. -Rememorar también al pueblo checo que intentó un
“socialismo con rostro humano” y a los tanques soviéticos que
invadieron su país, terminando -si alguna duda cabía- con el Mito de la
URSS (cuatro mentiras en cuatro palabras) y la mentira de los Partidos
Comunistas estalinistas, enceguecidos por los dogmas y finalmente
funcionales al sistema capitalista. -Hacer memoria asimismo de esa
rebelión estudiantil y juvenil que cuestionó radicalmente al orden
capitalista, sacudiendo al mundo occidental. Una poderosa revuelta que
sacudió a Alemania, a EEUU, a México, culminando con el prodigioso mayo
francés del 68 y la huelga más extensa de estudiantes y trabajadores de
la postguerra, el ensayo general de una revolución anunciada.
2.
Podría referirme a México en el 68 y volver a hacer la cronología de
esos pocos meses extraordinarios (de julio a octubre) en los que se
gestó un enorme movimiento estudiantil y popular que puso en crisis al
Estado mexicano. Contar cómo de una banal riña de estudiantes se pasó a
la ferocidad de los granaderos que incluso derribaban con bazucas
puertas de preparatorias para golpear a quien se les pusiera enfrente.
Contar cómo, mientras el gobierno y los medios satanizaban a los
jóvenes, se iba extendiendo una huelga estudiantil a casi cien escuelas
de nivel medio superior y superior (¡públicas y privadas!) y se
constituía una Asamblea Democrática, el CNH, permitiendo así la
asombrosa experiencia de una democracia directa y auténtica. Podría
hablar de las magníficas manifestaciones, de la inteligencia y osadía de
los estudiantes (atreviéndose a pedir un Diálogo público con un poder
omnímodo, vertical e intolerante), todo ello en contraste con la
estupidez y torpeza de los gobernantes. Podría desarrollar el relato de
la Fiesta de la Revuelta y el de la Tragedia de la Masacre en Tatelolco,
el 2 de octubre de 1968.
3. También podría centrarme
en la necesidad de recordar, de hacer memoria en la sociedad de la
desmemoria, de rememorar las injusticias, exigir castigo. Podríamos
recordar hasta que la Justicia ya no se siente con nosotros. Recordar
actuando, para hacer un futuro en el que las víctimas puedan redimirse
y, de ese modo, hacer que sus muertes absurdas tengan sentido.
4.
Podría insistir en que el 68 estudiantil y juvenil mexicano fue fiesta y
tragedia histórica. Que debe ser recordado también y sobre todo como
acto de liberación, de atrevimiento irreverente por parte de una
generación que cuestionó la cultura autoritaria, patriarcal, heterónoma,
represiva, intolerante y enajenante, que luchó contra la asimilación al
sistema, que fue generosa, idealista, justiciera, solidaria,
democrática y rebelde.
5. Incluso podría valorar a la
Huelga, no tanto como el momento de la lucha final sino como el de la
ruptura de lo cotidiano, como suspensión del tiempo, como detención de
la máquina productivista y enajenante, como la institución de otro
tiempo: para reunirse, convivir, confraternizar, pensar, atreverse a
hacer, afirmando esa libertad que sólo puede ser colectiva.
6.
Siguiendo esa línea, podría señalar cómo el 68, con su huelga masiva
suponía romper la enajenante serialidad que nos forma y uniforma, nos
determina, nos separa y aísla, nos sumerge en nuestras soledades, en las
inercias del mundo dado. Rememorar el momento en el que se rompe esa
serialidad enajenante, cuando aparece el grupo como fusión de espíritus
libres que hacen Historia, que le dan sentido a la Historia y, de esa
manera, a su existencia.
7. Podría señalar, entonces,
ese poder, esa fuerza que tenemos cuando nos unimos con consciencia y
libertad persiguiendo un proyecto común, abriendo así el campo de los
posibles, la posibilidad de otro porvenir distinto al ya hecho que se
nos quiere obligar repetir. Recordar entonces que el poder radica en
nosotros, pero no aislados, enajenados, privatizados, sometidos… Podría
hablar de que el 68 nos muestra la posibilidad de romper el tiempo
uniforme, repetitivo, lineal y gris de la historia repetida: de que el
ser humano, como un colectivo unido, libre y consciente tiene una fuerza
capaz de hacer irrumpir el Acontecimiento, lo imprevisible, lo
intempestivo, la ruptura que cambia al mundo.
8. Podría
señalar las secuelas del 68, de su estela duradera, de los cambios
culturales, ideológicos y políticos que propició. Hacer el recuento de
las libertades conquistadas con las luchas de los 70 en las que esos
jóvenes del 68 crearon organizaciones políticas de izquierda (una nueva
izquierda), se volcaron al campo, organizaron sindicatos, se fueron a
las colonias populares, con los pobres y marginados del pueblo a
organizarse, a cobrar fuerza y luchar. Podría hacer el balance de
movimientos y luchas que fueron, poco a poco, conquistando sus derechos.
Recordar cómo las mujeres iniciaron una revolución desde la vida
cotidiana, cómo se organizaron sindicatos “independientes y
democráticos”, señalar el exacto momento en que los homosexuales
salieron del closet para manifestar en la calle su derecho a la
diferencia, rememorar cuando las organizaciones campesinas
independientes cobraban fuerza y protagonismo, la emergencia del
movimiento urbano popular, la pluralidad de grupos de la izquierda
socialista que florecieron después del 68… -Pero entonces sería
necesario hablar del viraje en los ochenta, de la contra-revolución
neoliberal, del suicidio de la izquierda socialista cuando abandonó sus
utopías para transformar el mundo y se unió a los excluidos del PRI para
construir una nueva edición del “nacionalismo evolucionario” con el PRD
y de la vergüenza en que se ha convertido esa organización política hoy
en día. Sería preciso hablar de nuestra derrota temporal en el intento
de “cambiar la vida y transformar el mundo” y en la urgente necesidad de
otra izquierda democratizadora, anticapitalista, feminista y
ecosocialista, de fortalecer un Partido Revolucionario de los
Trabajadores.
9. Pero no, mejor hablo y recuerdo a una
generación lúcida, valiente, generosa, justiciera e igualitaria, que se
atrevió a luchar por transformar al mundo, para hacerlo mejor. Una
generación que en esa tentativa cambió su vida, dándole pleno sentido a
su existencia. Una generación que ha sido el modelo para que otras
generaciones sigamos su ejemplo.
10. Porque recordar
también es elegir una identidad que nos diga de dónde venimos y quiénes
somos. Entonces sabremos que sólo somos nuestros ideales –que si los
perdemos nos extraviamos en la vida y en la historia, como tantas
generaciones de jóvenes que se hundieron en la desmemoria y el cinismo. Y
si sabemos de dónde venimos, si reconocemos el enorme poder que tenemos
si nos atrevemos a ser lo que debemos ser, entonces tendremos claro a
dónde dirigirnos y qué hacer, acompasando nuestros pasos con el de
aquellos muchachos y muchachas verdaderamente extraordinarios que en el
68 empezaron (o continuaron) una marcha, una revolución –una revolución
permanente-, para hacer un mundo más libre y más justo.
Por todo eso, el 2 de octubre no se olvida, no debe olvidarse.
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