10/03/2016

Por qué es necesario no olvidar el 2 de octubre de 1968



¿De qué hablar del 68 si todo está dicho?

1. Podría hacer memoria de algunos acontecimientos de ese año prodigioso: -Recordar ese momento en el que el pueblo vietnamita no sólo resistía un desproporcionado ataque militar de la mayor potencia económica y militar del siglo sino que lanzaba una ofensiva militar que acabaría por expulsar, años después, al ejército invasor norteamericano –pueblo vietnamita que, por cierto, luchó acompañado por una enorme y mundial protesta estudiantil. -Rememorar también al pueblo checo que intentó un “socialismo con rostro humano” y a los tanques soviéticos que invadieron su país, terminando -si alguna duda cabía- con el Mito de la URSS (cuatro mentiras en cuatro palabras) y la mentira de los Partidos Comunistas estalinistas, enceguecidos por los dogmas y finalmente funcionales al sistema capitalista. -Hacer memoria asimismo de esa rebelión estudiantil y juvenil que cuestionó radicalmente al orden capitalista, sacudiendo al mundo occidental. Una poderosa revuelta que sacudió a Alemania, a EEUU, a México, culminando con el prodigioso mayo francés del 68 y la huelga más extensa de estudiantes y trabajadores de la postguerra, el ensayo general de una revolución anunciada.
2. Podría referirme a México en el 68 y volver a hacer la cronología de esos pocos meses extraordinarios (de julio a octubre) en los que se gestó un enorme movimiento estudiantil y popular que puso en crisis al Estado mexicano. Contar cómo de una banal riña de estudiantes se pasó a la ferocidad de los granaderos que incluso derribaban con bazucas puertas de preparatorias para golpear a quien se les pusiera enfrente. Contar cómo, mientras el gobierno y los medios satanizaban a los jóvenes, se iba extendiendo una huelga estudiantil a casi cien escuelas de nivel medio superior y superior (¡públicas y privadas!) y se constituía una Asamblea Democrática, el CNH, permitiendo así la asombrosa experiencia de una democracia directa y auténtica. Podría hablar de las magníficas manifestaciones, de la inteligencia y osadía de los estudiantes (atreviéndose a pedir un Diálogo público con un poder omnímodo, vertical e intolerante), todo ello en contraste con la estupidez y torpeza de los gobernantes. Podría desarrollar el relato de la Fiesta de la Revuelta y el de la Tragedia de la Masacre en Tatelolco, el 2 de octubre de 1968.
3. También podría centrarme en la necesidad de recordar, de hacer memoria en la sociedad de la desmemoria, de rememorar las injusticias, exigir castigo. Podríamos recordar hasta que la Justicia ya no se siente con nosotros. Recordar actuando, para hacer un futuro en el que las víctimas puedan redimirse y, de ese modo, hacer que sus muertes absurdas tengan sentido.
4. Podría insistir en que el 68 estudiantil y juvenil mexicano fue fiesta y tragedia histórica. Que debe ser recordado también y sobre todo como acto de liberación, de atrevimiento irreverente por parte de una generación que cuestionó la cultura autoritaria, patriarcal, heterónoma, represiva, intolerante y enajenante, que luchó contra la asimilación al sistema, que fue generosa, idealista, justiciera, solidaria, democrática y rebelde.
5. Incluso podría valorar a la Huelga, no tanto como el momento de la lucha final sino como el de la ruptura de lo cotidiano, como suspensión del tiempo, como detención de la máquina productivista y enajenante, como la institución de otro tiempo: para reunirse, convivir, confraternizar, pensar, atreverse a hacer, afirmando esa libertad que sólo puede ser colectiva.
6. Siguiendo esa línea, podría señalar cómo el 68, con su huelga masiva suponía romper la enajenante serialidad que nos forma y uniforma, nos determina, nos separa y aísla, nos sumerge en nuestras soledades, en las inercias del mundo dado. Rememorar el momento en el que se rompe esa serialidad enajenante, cuando aparece el grupo como fusión de espíritus libres que hacen Historia, que le dan sentido a la Historia y, de esa manera, a su existencia.
7. Podría señalar, entonces, ese poder, esa fuerza que tenemos cuando nos unimos con consciencia y libertad persiguiendo un proyecto común, abriendo así el campo de los posibles, la posibilidad de otro porvenir distinto al ya hecho que se nos quiere obligar repetir. Recordar entonces que el poder radica en nosotros, pero no aislados, enajenados, privatizados, sometidos… Podría hablar de que el 68 nos muestra la posibilidad de romper el tiempo uniforme, repetitivo, lineal y gris de la historia repetida: de que el ser humano, como un colectivo unido, libre y consciente tiene una fuerza capaz de hacer irrumpir el Acontecimiento, lo imprevisible, lo intempestivo, la ruptura que cambia al mundo.
8. Podría señalar las secuelas del 68, de su estela duradera, de los cambios culturales, ideológicos y políticos que propició. Hacer el recuento de las libertades conquistadas con las luchas de los 70 en las que esos jóvenes del 68 crearon organizaciones políticas de izquierda (una nueva izquierda), se volcaron al campo, organizaron sindicatos, se fueron a las colonias populares, con los pobres y marginados del pueblo a organizarse, a cobrar fuerza y luchar. Podría hacer el balance de movimientos y luchas que fueron, poco a poco, conquistando sus derechos. Recordar cómo las mujeres iniciaron una revolución desde la vida cotidiana, cómo se organizaron sindicatos “independientes y democráticos”, señalar el exacto momento en que los homosexuales salieron del closet para manifestar en la calle su derecho a la diferencia, rememorar cuando las organizaciones campesinas independientes cobraban fuerza y protagonismo, la emergencia del movimiento urbano popular, la pluralidad de grupos de la izquierda socialista que florecieron después del 68… -Pero entonces sería necesario hablar del viraje en los ochenta, de la contra-revolución neoliberal, del suicidio de la izquierda socialista cuando abandonó sus utopías para transformar el mundo y se unió a los excluidos del PRI para construir una nueva edición del “nacionalismo evolucionario” con el PRD y de la vergüenza en que se ha convertido esa organización política hoy en día. Sería preciso hablar de nuestra derrota temporal en el intento de “cambiar la vida y transformar el mundo” y en la urgente necesidad de otra izquierda democratizadora, anticapitalista, feminista y ecosocialista, de fortalecer un Partido Revolucionario de los Trabajadores.
9. Pero no, mejor hablo y recuerdo a una generación lúcida, valiente, generosa, justiciera e igualitaria, que se atrevió a luchar por transformar al mundo, para hacerlo mejor. Una generación que en esa tentativa cambió su vida, dándole pleno sentido a su existencia. Una generación que ha sido el modelo para que otras generaciones sigamos su ejemplo.
10. Porque recordar también es elegir una identidad que nos diga de dónde venimos y quiénes somos. Entonces sabremos que sólo somos nuestros ideales –que si los perdemos nos extraviamos en la vida y en la historia, como tantas generaciones de jóvenes que se hundieron en la desmemoria y el cinismo. Y si sabemos de dónde venimos, si reconocemos el enorme poder que tenemos si nos atrevemos a ser lo que debemos ser, entonces tendremos claro a dónde dirigirnos y qué hacer, acompasando nuestros pasos con el de aquellos muchachos y muchachas verdaderamente extraordinarios que en el 68 empezaron (o continuaron) una marcha, una revolución –una revolución permanente-, para hacer un mundo más libre y más justo.
Por todo eso, el 2 de octubre no se olvida, no debe olvidarse.

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