12/14/2023

Los nazis del PRIAN


Fabrizio Mejía Madrid

La portada de la revista Siempre! del 7 de diciembre pasado enseñaba la silueta de Claudia Sheimbaum decorada con un listón de suásticas nazis. Fue el inicio de una clara intención de la derecha para generar miedo. El texto que la acompañaba, mal escrito, sin chispa alguna, por la exdiputada priista, enviada de Enrique Peña Nieto al Constituyente de la Ciudad de México sin pasar por sufragio alguno, Beatriz Pagés, también oradora, junto con José Woldenberg, de la marcha del “INE No Se Toca”, decía sin rubor alguno: “Si permitimos que pase Morena, si dejamos que gane Sheimbaum, los exterminadores de México no sólo serán las SS de la 4T, sino una oposición sin coraje para impedir que México quede en las garras de un proyecto despótico y transexenal encabezado ahora por una comunista embozada”. Es decir, la señora Pagés, pasó a confundir a los nazis con los comunistas, así nomás, porque ambos —suponemos que supone ella— generan miedo para alguien que vivió la Guerra Fría o la ocupación nazi de Polonia. Habla de “las SS de Morena”, con toda soltura. Las SS eran un estado militar de élite, racialmente puro, dentro del Estado alemán, que aprobaba desde los matrimonios arios hasta las masacres en los campos de concentración contra comunistas, judíos, gays, y gitanos. La colaboradora habitual de Alazraki, a quien tuvo la osadía de premiar con el galardón de “periodista” este año, ha sostenido revoltijos parecidos en el pasado. A pesar de ser desmentida por el propio INE —a quien dice “defender”—, dijo y escribió que se entregaban credenciales “a extranjeros inmigrantes de Venezuela y Centroamérica” para que voten por Morena. También sostuvo que la incorporación del expresidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, hará de Claudia Sheinbaum una “dictadora”. También esa misma señora celebró el triunfo en Argentina, de Javier Milei porque, según ella, salvó al país del “populismo dictatorial” y se aventó en la misma columna contra Samuel García, asegurando que era “candidato de AMLO” y, en otro más, aseguró que el Presidente no había ido a Acapulco después del huracán “Otis”, porque vive “encerrado” en su Palacio, es decir, el Palacio Nacional, asiento del Poder Ejecutivo. Hay que decir que el texto que acompañó a la infame y grotesca portada de su revista, era un regaño a la coalición opositora de Claudio X. González. Escribió Pagés Rebollar: “Cuesta trabajo entender que un Juan Ramón de la Fuente o un David Kershenobich, formados en las universidades más avanzadas, se pongan al servicio de un proyecto político que busca hacer de México un país sin contrapesos ni división de poderes. La presentación de su equipo de campaña mandó la señal de que habrá capacidad de Gobierno. Ese golpe mediático debió haberlo dado primero la oposición”. Unos días después de las protestas tanto de la comunidad judía como de muchos de nosotros contra la portada de las suásticas, el propio exrector de la UNAM y representante de México ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, escribió en Sentido Común una respuesta: “La portada de la revista Siempre! se valió de la svástica nazi para ilustrar un texto que sólo puede servir para mostrar las miserias del discurso de odio (…) Anuncian un futuro apocalíptico que, acaso, ellos mismos intentarán construir”.

Pagés es la descontrolada de la cuadra. Pero está lejos de ser la única. Como ha documentado David Bak Geler, en el libro Ternuritas, que aquí hemos recomendado, el 9 de agosto de 2020, Javier Sicilia escribió en la revista Proceso con toda ligereza: “El nazismo tuvo también sus mañaneras. No las presidía Hitler —había que resguardar la investidura para los momentos de apoteosis— sino su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, un genio en esos menesteres”. Pasó desapercibida su ignorancia disfrazada de exceso. Volvió a la carga el 13 de diciembre de 2021, en la misma revista: “A semejanza del Führer, AMLO ha construido y sostenido su poder con la masa. Conoce sus mecanismos, sus deseos, los símbolos que la concitan y la reproducen”. Él no firmó el desplegado contra la portada de Siempre!, pero sí lo hicieron destacados miembros del Frente Opositor, como el compañero de Beatriz Pagés en la oratoria del “INE No se Toca”, José Woldenberg, o Denisse Dresser que ha dicho reiteradamente que López Obrador da golpes de Estado prácticamente cada quince días, que no hay libertad de expresión, que se militariza hasta el Ejército, y que todo nos conduce a una dictadura. De esos señalamientos, se desprende la audacia de la dueña de la revista Siempre! Sin esa parvada de opinadores en los medios corporativos, Pagés Rebollar no habría tenido el espacio narrativo para atreverse a cruzar la línea entre comparar a Andrés Manuel con Hitler y directamente ilustrar su portada con una cruz gamada nazi. Es un espacio de posverdad en el que la oposición se mueve constantemente: con el 80 por ciento de aprobación de López Obrador como Presidente y el 63 por ciento de intención de voto para Morena, la posverdad sostiene que el obradorismo va a hacer un fraude electoral; cuando tienes crecimientos de empleo, inversión extranjera directa, baja de la inflación, aumento a los salarios y con cinco millones fuera de la pobreza sin endeudar al país, la posverdad sostiene que “López está destruyendo a México”; o que, no obstante que tiene el mayor porcentaje de rechazo entre los votantes, Xóchitl es “un fenómeno político como hace mucho tiempo no se veía en México”. Es la posverdad.

Por eso tampoco sorprende la defensa lánguida que hizo el “líder de opinión” José Antonio Crespo, quien, en su cuenta de Twitter, se atrevió a revelar su propia incontinencia como doctor en Historia por la Ibero. Escribió en defensa de la revista Siempre!: “Sabían que el origen ideológico del Partido Nazi era de izquierda? No de la izquierda marxista, ni tampoco la Social-Democracia, sino de un izquierda nacionalista y antidemocrática. Su nombre: Partido Socialista de los Trabajadores. Su antecedente inmediato: Partido Obrero Alemán”. Ante las respuestas no obtenidas de Wikipedia, Crespo insistió con citas de Hitler en las que según él, los nazis eran izquierdistas rabiosos. Me llamó la atención que un genio de la ciencia política, historiador con su doctorado, no supiera que estaba repitiendo una mentira inventada en Estados Unidos en 1945. La historia es curiosa: la revista Selecciones del Reader’s Digest hizo un resumen de uno de los libros claves del neoliberalismo, Camino de servidumbre, para repartirlo como panfleto a favor de la libre empresa. Su autor, Friedrich Hayek, jamás estableció el vínculo que quiere Crespo entre nazis y comunistas, pero quien hizo el resumen fue instruido a hacerlo. El autor del resumen fue DeWitt Wallace, un republicano, anticomunista y opositor al New Deal del Presidente Roosevelt. La introducción, escrita por Hazlitt, decía: “El fascismo y lo que los alemanes llaman correctamente nacionalsocialismo son los resultados inevitables del creciente crecimiento del control estatal y del poder estatal, de la ‘planificación’ nacional y del socialismo”. El texto de Hayek menciona a Rusia tres veces y nunca en relación al nazismo alemán, cuyo totalitarismo es denunciado en el libro. Pero, para los intereses que financiaron el tiraje de nueve millones de ejemplares, el resumen debería ser otro: contra el New Deal de Roosevelt, es decir, en contra de la construcción de presas y tendidos de electricidad por parte del Estado que, según ellos, les quitaba el negocio. Los patrocinadores del despropósito eran las fábricas de autos General Motors y de químicos DuPont que había tratado de especular con el precio de la pólvora durante la guerra y fue detenida por el ejército estadunidense.

En la historia de cómo se ligó la libre empresa a la desaparición del Estado, The Big Myth, de Naomi Oreskes y Eric Conway, los historiadores cuentan cómo se combinaron el programa de televisión de la General Motors conducido por el actor Ronald Reagan de la General Motors con el resumen del Readers Digest que, no obstante que la mayoría de los asesinados en campos de concentración eran judíos y comunistas, socialistas, anarquistas o artistas modernistas, se estableció que debían enlazarse con el nazismo, aunque fueran sus principales víctimas. Esto era por el repudio de los empresarios a la intervención del Estado de Roosevelt en la infraestructura carretera, ferroviaria y de la luz. El invento es el mismo del que abreva, seguramente sin saberlo, el catedrático mexicano: si el nazismo proviene de “nacionalsocialismo”, tiene el ”socialismo” en el nombre. “Esto es absurdo”, escriben Oreskes y Conway, “es como decir que los republicanos en Estados Unidos tienen la misma ideología que los republicanos españoles, sólo por el nombre”. Y añaden: “Mientras tanto, la especificidad del terror nazi desaparece del debate: su infame y virulento antisemitismo, su ecuación de salud con la identidad aria, su obsesión con el Volk y la pureza de sangre, su imperialismo y las formas virulentas y asesinas en las que el Estado nazi victimizó a sus propios ciudadanos. Los estadounidenses en 1945 eran, por supuesto, en gran medida antinazis, por lo que fue una retórica inteligente envolver una crítica del socialismo en el manto de los terrores nazis, insistir en que el nacionalsocialismo era socialismo, y de ahí deslizarse a la afirmación de que ‘las fuerzas que destruyeron la libertad en Alemania’ también estaban vigentes en Estados Unidos”.

El enemigo de la General Motors y de la DuPont era el New Deal de Roosevelt y por eso decidieron torturar el texto del neoliberal Hayek para sacar, como se dice, “raja política”. Pero, en efecto, la idea oscurece la especificidad del nazismo cuyo centro es la limpieza étnica. No es el “nacionalismo” como dice Crespo guiado tan sólo por el nombre, sino todo un aparato de expansión imperialista, industrial, aliado a los empresarios alemanes, que emprendió, además, una suerte de colonialismo hacia el interior de sus propios territorios. La idea era plantear que sólo había dos opciones y ninguna otra: la planificación soviética y la libre empresa norteamericana. Eso jamás lo estableció Hayek, quien reconocía en el libro que el Estado debería de intervenir en caso de pobreza extrema generada por el mercado. Pero eso fue eliminado del resumen y, así, en forma de propaganda llegó a manos de Margaret Thatcher en el verano de 1945 cuando el director del Instituto de Asuntos Económicos en Londres, Antony Fischer llevó al propio Hayek a dar una conferencia sobre esa novedad llamada neoliberalismo. Lo demás es historia, pero es algo que desconoce un historiador líder de opinión en el México de 2023.

Hay otras evidencias históricas que desconocen quienes equiparan socialismo y nacionalsocialismo. Por ejemplo, un libro clásico sobre el tema, ¿Por qué los cielos no se oscurecieron?, del historiador Arno Mayer. En él se establece un nexo temporal entre la derrota nazi en Rusia y la decisión de eliminar a los judíos concentrados en los campos de los territorios ocupados. Himmler mismo dice: “Esta es una guerra de aniquilación [Vemichtungskampf], dos razas y pueblos están trabados en un combate incondicional: por un lado, esta materia bruta, esta masa, estos hombres primigenios, o mejor, estos subhumanos [Untermenschen], dirigidos por comisarios del pueblo; por el otro, nosotros, los alemanes, todavía cargados con una mentalidad cristiana que, sin embargo, ya no tolera el sufrimiento de los mártires cristianos”. Así, los prisioneros judíos tomados de los territorios invadidos de Rusia fueron los primeros candidatos a ser eliminados porque, ahora, también los soviéticos resultaron “subhumanos”, capaces del canibalismo en el cerco sobre Stalingrado. Así, vemos cómo no era el Estado planificador o el nacionalismo “de izquierda” como dice Crespo, sino la racialización de todos los conflictos lo que distingue al nazismo. Por su parte, muchos han enfatizado el carácter de capitalismo salvaje del nazismo: el desarrollo industrial a partir de las guerras de ocupación, el desarrollo tecnológico par ale extermino, y el avance de la mentalidad colonialista europea del capitalismo. No hay nada de “izquierda” en ese tipo de Estado. Confundirlo con todo lo que no me gusta es banalizar su carácter y, por lo tanto, la posibilidad de ubicarlo en cuanto se presente.

Esa banalización de la ideología nazi fue por lo que se le condenó casi unánimemente a la revista Siempre! y, por extensión, a todos aquellos comentaristas que, buscando generar odio y miedo, han comparado artificialmente ese régimen racial, bio-político, con todo lo que no les gusta de México, entre ellos, Morena y su candidata presidencial.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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