Caricatura sin Monitos
Anoche, sin proponérmelo, mientras esperaba mi turno en la fila del supermercado para pagar, pude observar un fenómeno que no había visto con anterioridad. En forma casi generalizada, noté, en la cara de las amas de casa, una especie de angustia en el momento de sacar sus mercancías del carrito hacia la banda que las lleva a la cajera. Las cuatro personas, cinco conmigo, que pasamos la aduana del pago, tuvimos que dejar alguna de las cosas pretendíamos llevar De sobremanera llamó poderosamente mi atención, la señora que me antecedía, porque se le veía muy apurada con las cuentas mentales y por más que no deseaba reflejarlo, los dedos de su mano izquierda, la delataban. Al final, no pudo llevar ese cereal que dicen baja de peso.
Anoche, sin proponérmelo, mientras esperaba mi turno en la fila del supermercado para pagar, pude observar un fenómeno que no había visto con anterioridad. En forma casi generalizada, noté, en la cara de las amas de casa, una especie de angustia en el momento de sacar sus mercancías del carrito hacia la banda que las lleva a la cajera. Las cuatro personas, cinco conmigo, que pasamos la aduana del pago, tuvimos que dejar alguna de las cosas pretendíamos llevar De sobremanera llamó poderosamente mi atención, la señora que me antecedía, porque se le veía muy apurada con las cuentas mentales y por más que no deseaba reflejarlo, los dedos de su mano izquierda, la delataban. Al final, no pudo llevar ese cereal que dicen baja de peso.
Esto por supuesto, es lo que se vive en el entorno urbano y con posibilidades más allá del promedio nacional.
Imaginemos pues, lo que deben estar sufriendo decenas de millones de mexicanos en estos momentos.
Desde luego que, los inconscientes adictos a la cultura vía cable, levantarán la mano y dirán que para eso es la reforma petrolera (como dijeron lo mismo en todas las privatizaciones anteriores) Que justamente se busca una mejoría en la vida diaria de todos los mexicanos (como dijeron lo mismo en todas las privatizaciones anteriores), que de nada sirve un tesoro a 3,000 metros de profundidad y la mamá del muerto (pura demagogia, pues)
En un ejercicio de sentido común, la gente razonable, cuando tiene una cantidad de recursos limitado se aviene a la misma. Los gobiernos traidores a la patria que hemos tenido, por culpa nuestra, durante los últimos treinta y pico de años, no lo han hecho de esa forma. Les ha importando un bledo el futuro del país y se han dedicado a saquearlo, compartiendo rebanadas con los medios de comunicación oficiosos que se la pasan engañando a las personas. ¿Se imagina usted cuanto facturan por los miles de anuncios que oímos todos los días?
Ingresos petroleros que se dedican a los aumentos de salarios a parásitos sociales. Excedentes, de la buena fortuna, que paran en cuentas bancarias fuera del país. Y gastos en exceso que rompen con la mayor virtud del santo Job. Como el que incurrió el año pasado Felipe Calderón, para reforzar su seguridad y la contratación de servicios de imagen. Derrochó el inconsciente, poco más de 226 millones de pesos. Mientras que, muchos mexicanos morían en el intento de cruzar la frontera en busca de un trabajo; mientras que varias gentes inocentes, morían en las calles victimas de la violencia y las balas perdidas a las que nos tenemos que acostumbrar. Y aún gasta en encuestas para saber como va.
¿Y que me dice de secretarios de estado y legisladores, que desayunan, comen y cenan en los mejores restaurantes, en donde las cuentas de cinco cifras no son las excepciones?
Reservas internacionales ociosas que solamente son un monumento a la estulticia de los doctores del Banco de México. Nos ha costado, esa estupidez, como país, un 60% de devaluación contra todas las monedas, por amarrar nuestra suerte al dólar norteamericano. Amén, de una retribución absurda por las bajas en los intereses que se perciben. Esos son los que llevan las riendas de este país; a los que se les paga como si pensaran. Por eso le urge a Calderón que ya se acaben los debates sobre la posible privatización del petróleo (aunque usen eufemismos para burlar al auditorio), para abrir la puerta, de par en par, al enemigo histórico; que mientras tanto le da migajas de ayuda condicionada.
Vender la dignidad de un país, al precio que fuese, es de la más baja ralea, y hacerlo por el equivalente al gasto que hace el pueblo mexicano en refrescos en tan sólo cuatro días, es no tener lo más elemental en el género del hombre. Miseria que va de acuerdo al miserable que las acepta.
En medio de todo esto, el poder adquisitivo se hace más pequeño cada día y con los escandalosos aumentos en las tortillas, el arroz, el aceite, el huevo, el fríjol, y en todos los demás productos básicos, los mexicanos nos hemos tenido que acostumbrar a comer dos veces al día. Sin faltar de postre, cortesía de los ladrones con diploma, una rebanada de angustia.
Caricatura sin Monitos
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