Autor: Zósimo Camacho @zosimo_contra
Más de 10 mil fojas contenidas en 31 legajos dan cuenta del hostigamiento que la policía política del régimen, la extinta Dirección Federal de Seguridad, ejerció contra los normalistas rurales durante décadas. Espionaje, acoso, represión, cárcel y muerte contra estudiantes que rondaban los 20 años de edad y que, más allá de su formación marxista, siempre se movilizaron por motivos académicos. Los propios papeles del organismo que dependía de la Secretaría de Gobernación –y antecedente del actual Cisen–, fichas, informes, memorandos, oficios, fotografías, dan cuenta de las recurrentes demandas de los alumnos agrupados en la FECSM: incremento de la matrícula estudiantil, construcción de bibliotecas, adquisición de fotocopiadoras, mantenimiento a la infraestructura, aumento a las becas alimenticias… Autoritario, incapaz de entender a los jóvenes y temeroso de los estudiantes pobres que se organizan, el Estado mexicano sólo ha sabido responder violentamente. En algunos casos provocó que alumnos y profesores no vieran otra salida que la rebelión
/Primera de cuatro partes
Un delgado muchacho de 24 años de edad,
de origen campesino y estudiante en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro
Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, era vigilado de cerca, de lejos y a
hurtadillas por un agente de la policía política de México. El
informante comunicaba directamente al titular de la Dirección Federal
de Seguridad (DFS), el coronel diplomado de Estado Mayor Manuel Rangel
Escamilla.
En sus partes informativos, el espía
–quien invariablemente firmaba con un escueto “respetuosamente, Blas
García Hernández”– daba cuenta de lo que el estudiante decía, de las
personas con las que se reunía, los motivos de su visita a la Ciudad de
México y del hotel en que se hospedaba: “Morelos, ubicado en Palma #19,
Esq. con 5 de Mayo, con Tel: 12-33-24” (sic).
El memorándum de la DFS no tiene folio
pero sí está fechado y cuenta con el sello de recibido: 26 de marzo de
1963. Del joven espiado dice: “LUCIO CABAÑAS BARRIENTOS, secretario
general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de
México [FECSM
], miembro de la Confederación de Jóvenes Mexicanos, además miembro con
cargo de vicepresidente del Bloque de Escuelas Revolucionarias en el
estado de Guerrero, y presidente del Frente Estudiantil Cívico del
mismo estado” (sic).
En su escrito, el agente se permite
hacer una acotación sobre la asistencia del estudiante a sus clases:
“La mayor parte del tiempo en el transcurso del año efectúa jiras por
toda la República visitando las Escuelas Rurales” (sic).
Entonces el estudiante Lucio Cabañas, como secretario general de la FECSM,
se encontraba gestionando ante las autoridades educativas del país la
ampliación de la matrícula estudiantil de las normales rurales, de 9
mil 700 a 10 mil. Es decir, demandaba, como dice el documento: “un
aumento de 300 [becas] más que en caso de concedérseles serán
repartidas equitativamente de acuerdo con las necesidades de la
población escolar”. Las otras demandas contenidas en el pliego
petitorio podrían ser firmadas por los estudiantes normalistas rurales
de hoy: “Solicitan además a las autoridades educativas medios de
transporte, mejor alimentación, mejor servicio médico y una
reorganización en el personal técnico y administrativo de cada plantel”.
Se trata de uno de los miles de
documentos generados por la DFS que dan cuenta del acoso sistemático y
permanente que las escuelas normales rurales han sufrido por parte del
Estado mexicano casi desde que fueron creadas. También, del miedo de
todo un sistema político a los estudiantes pobres que se organizan.
Tan sólo la versión pública del espionaje a la FECSM –integrada en la Galería 1 del Archivo General de la Nación a solicitud de Contralínea
(folio 0495000006008, presentada por medio de la Ley Federal de
Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental)– consta
de 31 legajos con 10 mil 3 fojas. Se trata de reportes de seguimiento a
estudiantes, fichas de los alumnos que los informantes del régimen
elaboraban, memorandos y reportes de las actividades de los normalistas
rurales. Incluso, transcripciones de discursos y conferencias que se
realizaban en las escuelas; folletos, carteles y otros documentos que
los estudiantes generaban; y hasta informes de las competencias
deportivas que se desarrollaban entre las normales.
El primer documento contenido en el
expediente de 31 legajos data del 12 de junio de 1959, en la que se
advierte la gestación de un movimiento estudiantil en las normales del
estado de Jalisco. El más reciente es del 21 de octubre de 1984.
También informa de una movilización en la Escuela Normal Rural de
Atequiza, Jalisco.
El pobre lenguaje de los espías de la
policía política de México –“conocido agitador”, “inconformes
gratuitos”, “manipulados”, “dizque estudiante”, “revoltoso”– deja ver,
sin embargo, el profundo arraigo de los normalistas rurales con las
comunidades campesinas, su vocación socialista, su permanente lucha por
mejorar las condiciones materiales y económicas de las escuelas y su
disciplina que los llevó a construir una estructura permanente de lucha
que, con todo en contra, cumple en 2014 los 79 años de vida. Se trata
de la organización estudiantil vigente más antigua del país. La FECSM
es anterior a los movimientos guerrilleros a los que empresarios y
funcionarios de hoy y de ayer han buscado vincular, desde el Grupo
Popular Guerrillero, de Arturo Gámiz, hasta los actuales Ejército
Revolucionario del Pueblo Insurgente, Ejército Popular Revolucionario o
Fuerzas Armadas del Pueblo, entre otros.
También, los documentos dejan ver la
penetración que por momentos lograron los agentes del régimen. Cuentan
con los nombres reales de quienes encabezaron en distintos momentos la
FECSM (cuando los estudiantes siempre se relacionan públicamente con
alias o seudónimos), con las órdenes del día de los congresos
nacionales (cuando los alumnos las realizan de manera secreta y sólo
con los estudiantes representantes de cada una de las escuelas) y con
ubicaciones exactas de los lugares que frecuentaban o visitaban.
Y también queda claro, con los pliegos
petitorios de cada movilización estudiantil, que, más allá de la
formación marxista de los estudiantes, sus demandas son siempre
principalmente académicas y materiales: exigen construcción de
bibliotecas, compra de material didáctico, reparación de las aulas y de
las secciones de dormitorio y comedor; incremento de la beca
alimenticia; adquisición de fotocopiadoras, aumento de la matrícula
estudiantil…
La mayoría de los reportes que los policías entregaban eran sometidos a corrección de estilo, donde se les limpiaba
de errores de ortografía, se precisaba algún dato y se le suprimían
algunos lugares comunes. Así, ya depurados, eran firmados por quien
estuviera a cargo de la DFS y eran enviados al secretario de
Gobernación o presidente de la República en turno. Entre 1959 y 1964,
los documentos estuvieron firmados por el teniente coronel y luego
coronel Manuel Gutiérrez Escamilla. A partir del 22 de marzo de 1964,
por el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, primero como “subdirector
federal de Seguridad en funciones de director” (sic), y luego
como director general de la misma DFS, hasta 1970. Después, por el
capitán Luis de la Barreda Moreno (1970-1977); enseguida por Javier
García Paniagua (1977-1978) y, entre 1978 y 1982, por el teniente
coronel Miguel Nazar Haro. En el último periodo de la DFS (1982-1985),
cuya titularidad ostentó José Antonio Zorrilla Pérez, los documentos
sólo señalan: “Respetuosamente”, sin firma.
Los legajos no sólo se integran con los
informes policiacos: la DFS también incluía en sus expedientes los
reportes que se realizaban en instancias independientes a la Secretaría
de Gobernación, como la Secretaría de Educación Pública (SEP). Mediante
el oficio 4765, fechado el 31 de julio de 1962, el profesor Ignacio
Pérez Contreras, subjefe del Departamento Técnico, informaba al
director de Enseñanza Normal de la SEP, Salvador Varela Reséndiz que,
sin su autorización, Fernando García Arellano había impartido la
conferencia “El carácter de clase de la Revolución Mexicana” en la
Escuela Normal Rural de Zaragoza, Puebla.
Lo que escandalizaba a Pérez Contreras
era que el conferencista reivindicaba al recientemente asesinado líder
campesino Rubén Jaramillo y que considerara burgueses a personajes de
la Revolución Mexicana como Francisco I Madero y Venustiano Carranza.
“Me he atrevido a hacer una reseña de la plática del Licenciado García
Arellano, porque considero que debe esta Dirección General estar
enterada para lo que se digne disponer y por lo que pueda suceder (sic)”, argumentaba el informante.
Por el oficio 8014, girado por la DFS a
la Secretaría de Gobernación, se da cuenta de que al 29 de junio de
1959 existían 22 escuelas normales rurales; de que la “sede”
(probablemente el Comité Nacional Ejecutivo) de la FECSM se encontraba
entonces en la Escuela Normal Rural Luis Villarreal de El Mexe,
Hidalgo, y de que el “presidente” de la organización estudiantil era el
alumno Antonio Castañeda. El informe policiaco concluye: “Durante el
tiempo que se encuentra en esta capital [Ciudad de México] atendiendo
problemas educativos, Antonio Castañeda se hospeda en el hotel Morelos
de las calles de Palma” (sic).
Para 1963, cuando el acoso contra el joven Lucio se hacía más intenso, existían 30 escuelas normales rurales en el país.
En lucha estudiantil, el alumno Cabañas
Barrientos no sabía entonces que el incremento en el hostigamiento del
que comenzaba a ser objeto terminaría, 4 años después, ya como maestro
rural, obligándolo a pasar a la clandestinidad e iniciar una lucha
guerrillera de 7 años con el Partido de los Pobres y su Brigada
Campesina de Ajusticiamiento. El sufrimiento de una represión violenta
de una manifestación pública e intento de asesinato lo obligaron a
remontarse a la sierra guerrerense el 18 de mayo de 1967.
Poco más de 4 años antes, en el parte
informativo enviado por el agente Blas García Hernández al director
federal de Seguridad se dice que los miembros de la FECSM “son
simpatizantes del Movimiento de Liberación Nacional, pero no tienen
compromiso político ni reciben consignas, […] tienen compromiso moral
con la personalidad del general Lázaro Cárdenas, cuentan con el apoyo
además de la Confederación de Jóvenes Mexicanos y […] con los
dirigentes del IPN [Instituto Politécnico Nacional]”.
Un documento posterior –fechado el 9 de
julio de 1963, dirigido al titular de la DFS y firmado por los
elementos de la corporación Blas García Hernández y Rafael Quintanilla
Pacanins– abunda: “El grupo de Lucio Cabañas Barrientos simpatiza con
el Movimiento de Liberación Nacional, pero no tiene ningún compromiso
con sus dirigentes, aunque simpatiza con la personalidad del general
Lázaro Cárdenas, de quien siempre han recibido estímulo y consejos” (sic).
De las 30 normales rurales existentes,
el informe dice que Lucio Cabañas –en realidad, la FECSM– tenía el
“control político absoluto” de 18. Estaban ubicadas en los estados de
Michoacán, Guerrero, Puebla, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Nuevo León,
Yucatán, Campeche, Tamaulipas, Sonora y Veracruz. Las otras 12 se
encontraban en Chihuahua,
Durango, Guanajuato, Tlaxcala, Nayarit, Zacatecas, Morelos, Coahuila,
Hidalgo y Aguascalientes y estaban en disputa con la organización
llamada Consejo Permanente de Escuelas Normales Rurales, encabezada por
el estudiante Zenón Ramírez.
Supuestamente, según el documento, esta organización que buscaba disputarle a la FECSM
la representación estudiantil “recibe consignas y apoyo político de
Manuel Ortega Cervantes, dirigente del Movimiento Político de la
Juventud del Movimiento de Liberación Nacional y reciben el apoyo
económico de la profesora Guadalupe Ceniceros de Zavaleta,
exsubdirectora de Escuelas Normales en la República y actualmente
directora de Internados de Primarias en la República”.
El Consejo Nacional Permanente de los
Estudiantes de las Escuelas Normales Rurales había surgido en 1962 como
disidencia entre los alumnos de las normales rurales. La sede de esta
organización se encontraba en El Mexe, Hidalgo, y llegó a contar con
presencia importante en 12 de las 30 escuelas normales rurales
existentes entonces.
A pesar de que supuestamente esta
organización contaba con la fuerza necesaria para desplazar a la FECSM,
en los archivos de la DFS simplemente se le deja de mencionar y en los
meses subsiguientes al XVIII Congreso Ordinario de la FECSM sólo esta organización es la que existe en las escuelas normales rurales.
La convocatoria para dicho Congreso fue
emitida por Lucio Cabañas el 28 de marzo de 1963. La DFS consiguió una
copia. En el documento archivado por esa dependencia bajo el folio
100-17-1-63, se puede leer: “Esta patria nuestra de Cuauhtémoc,
Hidalgo, Morelos, Juárez y Zapata necesita de todas nuestras fuerzas
para acelerar su marcha hacia el progreso”. El informe fue enviado por
el elemento Ricardo Condell Gómez, desde Monterrey, Nuevo León. La
actividad estaba programada a realizarse del 28 de abril al 3 de mayo
de 1963 en la Escuela Normal Rural de Galeana, Nuevo León.
El temario a tratar incluía el informe
de labores del Comité Ejecutivo Nacional –del que Lucio Cabañas
Barrientos era secretario general–, la reforma a los estatutos de la
FECSM y la elección de los nuevos representantes. Según un documento
posterior, enviado por el elemento Alfredo Rodríguez Siller al director
de la DFS, el 1 de mayo de 1963, el alumno Cabañas Barrientos rindió su
informe “sobre los trabajos realizados de 1961 a la fecha, refiriéndose
a los beneficios que han conseguido para los estudiantes de las
Escuelas Normales Rurales de la República” (sic).
El Comité pudo ofrecer como logro la
ampliación en 300 nuevos espacios para la matrícula estudiantil y las
becas para los estudiantes. La falta de respuesta de las autoridades
educativas a las otras demandas de los estudiantes gestaría en meses
posteriores uno de los movimientos más importantes de la FECSM, cuando
pararon todas las escuelas. Ya no se encontraría Lucio Cabañas como
secretario general. Los nuevos dirigentes estudiantiles serían ahora
los acosados por el aparato de inteligencia del Estado mexicano. En los
archivos de la DFS se encuentran las fichas de todos aquellos que han
ocupado los máximos cargos en la organización estudiantil
semiclandestina.
Para ello, el régimen contaba con
espías dentro de las propias escuelas. Los documentos de la DFS
incluyen fichas de sus informantes. En este caso, un profesor residente
en la Escuela Normal Rural de Tiripetío, Michoacán.
“El señor Jaime Alberto Arellano
Izquierdo, con expediente en la Secretaría de Educación Pública 166331,
nació el 28 de septiembre de 1930 en Tenancingo, Estado de México, hijo
de Alberto Arellano Belloc e Isabel Izquierdo, estado civil: casado,
mide: 1.74 metros, color blanco, pelo castaño, frente grande, cejas
pobladas, ojos cafés, nariz recta, boca mediana, señas particulares:
mentón de borda y lunar pigmentado en el mentón [sic].
“Arellano Izquierdo se filió el 7 de
julio de 1954 como pasante de agronomía, hizo sus estudios en la
escuela práctica de agricultura en Champusco, Puebla…
“Tiene nombramiento en técnico en
ganadería, ingeniero ‘D’ como profesor de materias agropecuarias con
$902.00 mensuales, en la escuela de Tiripetío, Michoacán [sic].”
La Dirección Federal de Seguridad se
extiende en la descripción física y las características del trabajo de
uno de los suyos. Tal vez por la importante información que
proporcionaría Arellano Izquierdo, quien anticipó una huelga general de
todas las normales rurales.
En una carta personal fechada el 24 de
junio de 1963, dirigida al general de división y senador de la
República Donato Bravo Izquierdo (y, a la sazón, su compadre), Arellano Izquierdo justifica su papel como informante:
“Estoy poniendo todo mi esfuerso [sic] para así contribuir [con] mi granito de arena al progreso de la educación popular en nuestro México. Pero desagraciadamente [sic] hay fuersas [sic]
reaccionarias que no duermen, deseando a toda costa destruir la labor
en materia educativa del gobierno federal a toda costa y como fuere…”
Zósimo Camacho, @zosimo_contra
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