Correspondencia de Prensa
Una crisis nacional
Lo que era inevitable desde hace un mes de ocurrida la masacre de
Iguala, la renuncia del gobernador perredista (que había sido antes
gobernador priista) del estado de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, se
produjo finalmente la noche del 23 de octubre. El acontecimiento fue la
cúspide de una serie de hechos que están sucediéndose de manera
acelerada conformando una de las peores crisis nacionales, la cual al
mismo tiempo abre de par en par la puerta a la primera gran crisis del
gobierno de Peña Nieto.
Ya el 21 de octubre fatalmente había
sucedido lo que tenía que suceder: las oficinas del PRD en
Chilpancingo, capital del estado, fueron saqueadas e incendiadas por
una multitud de encolerizados maestros, trabajadores y pueblo en
general. En esos mismos momentos, 200 kilómetros al norte, en la Ciudad
de México, en una sesión del Senado los senadores del PRD sostenían a
rajatabla su decisión de mantener su respaldo político al gobernador y
tuvieron que ser senadores del PRI y el PAN los encargados de la tarea
de convocar a éste para que “renunciara tomando una licencia del cargo”
y dándole nueve días para que se decidiera si no ellos se lo exigirían
el 30 de octubre. Tal actitud que parece increible por parte de la
dirección perredista de los Chuchos (el recientemente electo presidente
Carlos Navarrete, el ex senador Jesús Ortega y el ex presidente Jesús
Zambrano), estaba a contracorriente incluso del sentir de un amplísimo
sector de miembros de su propio partido que les exigían que también
ellos pidieran dicha renuncia. Lo más que pudo decir Alejandro Encinas,
uno de los senadores perredistas, es que “lo que sucede en Guerrero es
responsabilidad de todos los partidos.”
Dos días después ese
apoyo de la cúpula perredista no fue suficiente para sostenerlo y
Aguirre Rivero debió abandonar el cargo, a petición incluso del mismo
Navarrete que horas antes todavía lo defendía. Obviamente el propio
Peña Nieto debió reconocer que no era posible seguir eludiendo la carga
que le tocaba a él mismo en la mayúscula crisis. Su compadre Aguirre
Rivero, uno de sus aliados más cercanos a quien visitó veinte veces en
respectivas giras a Guerrero en los dos años de su gobierno, fue
abandonado durante el mes de la crisis. Desde el 26 de septiembres Peña
no se ha apersonado ni un día en Guerrero. Aguirre ya ni como
espantapájaros era útil. Por supuesto, al mismo tiempo los jilgueros
presidenciales no dejaron de sacar partido político de la renuncia.
No podía ser de otra forma. La renuncia se dió un día después de que,
convocadas por una Asamblea interuniversitaria de cerca de mil
estudiantes realizada días antes en el auditorio Che Guevara de la
Ciudad Universitaria de Coyoacán, tuvieron lugar las jornadas del Día
de la Acción Global por Ayotsinapa. El 22 de octubre participaron en
dichas jornadas estudiantes, maestros, trabajadores y pueblo en general
en manifestaciones en decenas de ciudades, desde Tijuana, Baja
California hasta Chiapas, pasando por México D.F. Sólo en la Ciudad de
México, un río humano con antorchas y veladoras desfiló durante cuatro
horas por el centro histórico. Las autoridades reportaron la cifra de
50 mil manifestantes, lo cual nos dice que fácilmente más de 100,000
personas marcharon encabezadas por los padres y madres de los
estudiantes normalistas desaparecidos. Se reportó que en 31 ciudades de
veinte estados de la República hubieron manifestaciones siendo las más
concurridas las de Iguala (que terminó con el incendio del palacio
municipal), de Guadalajara y de Cuernavaca. Ochenta escuelas, entre
universidades y bachilleratos se unieron al paro en solidaridad con
Ayotsinapa, destacando en la oleada estudiantil la participación no
sólo de las universidades públicas sino de privadas como la Universidad
Iberoamericana (jesuita) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México,
el semillero de los futuros funcionarios de la tecnocracia gobernante.
Las antorchas eran la luz libertaria que miles de manifestantes
prendieron para conjurar la negra noche que el terrorismo del estado,
aliado con el crimen organizado, anuncia con sus atrocidades.
“¡Ayotsinapa somos todos!” fue el grito de combate que complementaba la
consigna más voceada por los manifestantes “¡Vivos se los llevaron,
vivos los queremos!”
La solidaridad internacional fue también
importante: se realizaron manifestaciones y mítines por segunda vez en
menos de un mes frente a las embajadas y consulados mexicanos en
treinta ciudades de doce países, desde Noruega y Dinamarca hasta
Inglaterra y España, desde Alemania hasta Italia y en numerosas
ciudades como Londres, París, Barcelona, Berlín y Florencia. Incluso en
la India se reportó una manifetación en Nueva Delhi. Por supuesto en
América Latina también se registraron expresiones de solidaridad con la
lucha de Ayotsinapa en Buenos Aires, Rio de Janeiro, Caracas, Puerto
Rico, Nicaragua, Guatemala entre otras. Y en Estados Unidos igualmente
en Nueva York, Chicago, Los Angeles así como en otras ciudades se
registraron numerosos y concurridos actos solidarios. Como se puede
apreciar, las jornadas tuvieron una dimensión comparable a la que
adquirió el movimiento de solidaridad internacional con la lucha del
EZLN hace 20 años.
La narcopolítica
“México
se ha convertido en una tumba sin nombre donde caen todas las víctimas
y los desaparecidos” manifiestaban en una carta publicada el mismo día
de los actos solidarios un grupo de sectores progresistas que
tradicionalmente habían estado en/o cercanos al PRD que incluyen a
escritores como Elena Poniatowska, Paco Ignacio Taibo II, Juan Villoro,
Fabricio Mejía Madrid y actores como Gael García Bernal, Demián Bichir
y Daniel Jiménez Cacho. A un mes de lo ocurrido en esa infausta noche
del 26 de septiembre en Iguala los gobiernos federal y estatal no
tienen todavía nada que informar a un país tenso y exasperado: el
Procurador General de la República ha descartado que los cadaveres
encontrados en las fosas abiertas en las cercanías de Iguala sean de
los estudiantes, el alcalde José Luis Abarca sigue prófugo y no se han
presentado todavía culpables confesos. El siniestro Aguirre Rivero,
ahora ya ex gobernador, sin ninguna autoridad política y moral, seguía
todavía días antes de su renuncia tan campante pagando millones de
pesos en planas enteras y spots televisivos anunciando sus “numerosos
actos de gobierno” en un estado convulsionado por el horror de los
acontecimientos. Un escenario verdaderamente surrealista que muestra la
profundidad de la descomposición social de las clases dominantes y la
corrupción de sus gobernantes.
Los acontecimientos de la
masacre de Iguala han arrojado al escenario nacional una realidad sobre
la que ya se sabía mucho y se hablaba no menos: la relación cada vez
mayor de la delincuencia organizada con la política institucional. Pero
ahora ese rostro macabro de corrupción y muerte se ha enseñoreado del
escenario nacional. Durante el gobierno panista de Calderón, los
propios canales oficiales reconocían esa contaminación creciente de la
delincuencia organizada con las autoridades. Esa realidad fue la razón
principal dada por el gobierno para sacar al ejército y depués a la
marina de sus cuarteles para que lucharan contra la delincuencia
organizada cuya fuerza estaba superando e infiltrando a los grupos
policiacos encargados de combatirla. Calderón y sus funcionarios
indicaban que la infiltración se daba ante todo al nivel municipal. Se
quedaron cortos. Con Peña Nieto surgió con evidencia que la penetración
ya se daba a los más altos niveles, como se demostró en el caso de
Michoacán.
La impunidad ante la enormidad y la escandalosa
evidencia de la relación de los grupos políticos dominantes con el
crimen organizado tal y como ha salido a relucir en los últimos años en
Michoacán, Guerrero y Tamaulipas y que está subyacente en muchos otros
estados ha sido expuesta y analizada ampliamente por analistas y
periodistas que han publicado y evidenciado multitud de casos de esta
relación. Se trata de una realidad sociopolítica que hoy es una
característica consustancial del método de dominación de un sector cada
vez más amplio de gobernantes. Uno de lo periodistas mejor informados
sobre el particular Luis Hernández Navarro, autor de un reciente libro
en donde se expone una investigación importante del proceso paralelo de
las policías comunitarias y los grupos de autodefensa de Guerrero y
Michoacán, respectivamente, ha escrito un importante artículo que
incluye los siguientes párrafos sobre el caso de Guerrero:
“Las víctimas de desaparición forzada y de ejecuciones extrajudiciales
durante el gobierno de Ángel Aguirre son múltiples. [...] Entre otros
muchos, forman parte de esa lista los ecologistas Eva Alarcón Ortiz, y
Marcial Bautista Valle. Los normalistas Jorge Alexis Herrera y Gabriel
Echeverría. Los dirigentes de la Liga Agraria Revolucionaria del Sur
Emiliano Zapata, Raymundo Velázquez y Samuel Vargas. La ambientalista
Juventina Villa y a su hijo Reynaldo Santana. El síndico de Iguala,
Justino Carbajal. Los integrantes de la Unión Popular Arturo Hernández,
Rafael Banderas y Ángel Román. Rocío Mesino que estaba al frente de la
Organización Campesina de la Sierra del Sur. Los campesinos Juan Lucena
y José Luis Sotelo, promotores de una autodefensa en Atoyac. Los
organizadores campesinos José Luis Olivares Enríquez y Ana Lilia Gatica
Rómulo. [...] La narcopolítica no es asunto esclusivo del viejo PRI.
Integrantes de varias corrientes del PRD han sido señalados como parte
de ella. De manera reiterada, el miembro de Nueva Izquierda y
presidente del Congreso estatal, Bernardo Ortega, ha sido señalado como
jefe del grupo Los Ardillos. Su padre estuvo preso por el asesinato de
dos agentes del AFI y fue ejecutado al salir libre.” (La Jornada, 21 de
octubre de 2014). Obviamente en este devastador panorama el propio ex
gobernador Aguirre Rivero está incluido como uno más de los miembros de
los cárteles que operan en Guerrero.
A partir de la década de
los 80's, con motivo de la cada vez mayor penetración del negocio del
narcotráfico de procedencia colombiana en México, esta fuente de
enormes ganancias comenzó a enraizar en el suelo nacional. Surgieron
grupos aliados a los cárteles colombianos cuya fuerza se incrementaba
en la medida en que el país se iba transformando en la principal
plataforma de la penetración de la droga a su mercado más importante,
el vecino del norte, Estados Unidos. Para el periodo visagra entre los
siglos los cárteles mexicanos ya eran tan o más poderosos que los
colombianos. El caso del Chapo Guzmán evidenció de la forma más
elocuente la fuerza que había adquirido el negocio de la droga en el
país cuando la revista Forbes incluyó su nombre durante varios años en
su lista de los 100 hombres más ricos del mundo.
Alrededor de
los cárteles de la droga se comenzó a desarrollar toda una cultura del
crimen. La delincuencia se ramificó ampliamente debido tanto a las
enormes riquezas que reportaban sus actividades (además de la droga, se
fueron añadiendo otras fuentes de dinero como los secuestros, la trata
de blancas nacionales y extranjeras, la explotación de los migrantes
centroamericanos, tomas clandestinas de gasolina, petróleo y gas entre
otras) como a la devastación social de las políticas neoliberales de
privatizaciones, desregulación económica, recortes draconianos de los
presupuestos sociales de salud, educación y de bienestar en general en
aras de preservar un estado al completo servicio de los intereses
capitalistas. Particularmente las consecuencias devastadoras de estas
políticas en el campo convirtieron a enormes extensiones del territorio
nacional en eriales estériles habitados por cientos de miles de jóvenes
desempleados que cada vez más tenían sólo dos alternativas, irse de
mojados al país norteño o ser reclutados a cualquiera de las numerosas
bandas que comenzaron a surgir como hongos precisamente en esos ámbitos
de pobreza y miseria extremas.
Con el poder del dinero, en
forma natural el crimen organizado entró en la economía formal,
inaugurándose la industria del “lavado de dinero”. Dinero llama a
dinero. A continuación con el poder del dinero se comenzó a adquirir
cada vez más poder político, que a su vez también incrementaba la
acumulación capitalista. La penetración del dinero “lavado” se dio en
todos los niveles de la economía, desde la industria gastronómica hasta
los circuitos de los grandes consorcios bancarios (por ejemplo, el caso
de Banamex, propiedad del American City Bank, fue notorio) y
necesariamente también la penetración se fue dando en el gobierno
incluyendo al ejército.
Ha sido al nivel municipal y
pricipalmente en los estados más pobres y con índices mayores de
marginación social en donde esta penetración del crimen organizado se
efectuó de forma más evidente: Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas
y Veracruz, encontrándose en forma menos ostentosa pero no por ello
menos decisiva en los estados norteños “más ricos” como Nuevo León,
Chihuahua, Durango, Sinaloa, Sonora, etc. La presión de los criminales
sobre los ediles y funcionarios de los municipios se incrementó:
sobornos cada vez más apetitosos pero también coerción física, incluso
amenazas mortales, muchas veces cumplidas. Comenzaron a darse las
confrontaciones entre bandas, las ejecuciones de ediles y de personal
de los ayuntamientos y, por supuesto, se arreció la represión contra
los sectores defensores de causas sociales populares. Fue durante el
gobierno panista de Felipe Calderón cuando la situación del desarreglo
y la descomposición del llamado “estado de derecho” se hizo evidente.
Situación que ha heredado Peña Nieto agravada y profundizada.
Guillermo Trejo y Sandra Ley, de la Universidad de Notre Dame,
realizaron una investigación de esa penetración y encontraron que en
los últimos seis años hubieron 300 ejecuciones de autoridades locales
por parte del crimen organizado, siendo Guerrero y Michoacán los que
encabezaban la lista con más de la tercera parte de las víctimas. (El
País, 12 de octubre de 2014). Es decir, los dos estados en donde el
PRD, aparte del Distrito Federal, enraizó profundamente gobernándolos
durante casi dos décadas.
¿Ha muerto políticamente el PRD?
La conducta de los dirigentes del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) en la crisis actual plantea claramente esta pregunta para miles,
sino es que para cientos de miles de fieles y no tan fieles seguidores
de este partido. Para muchos de ellos los desfiguros absolutamente
desastrozos de los dirigentes mayoritarios perredistas, los Chuchos,
los están convenciendo que el PRD no es de ninguna manera el partido
que supuestamente se identifica como de izquierda, democrático y
revolucionario como su nombre lo anuncia. ¿Cómo aceptar seguir en un
partido cuya conducta como aparato electoral no fue diferente a la del
PRI y el PAN, negociando sobre los cadaveres de los normalistas
posiciones electoreras y de aparato más que enarbolar una política
intransigente y denunciadora de la barbarie? ¿Qué pensar de un partido
en el que uno de sus miembros asesina a tres de sus “compañeros”, como
lo hizo José Luis Abarca, se enteran del hecho los dirigentes
partidarios y no pasa absolutamente nada, manteniéndose durante un año
en su cargo el asesino edil de Iguala, sólo descubierto públicamente
con motivo de las atrocidades del 26 de septiembre?
El
desfondamiento del PRD ya se considera ampliamente conducirá a que
perderá el gobierno de Guerrero y se hará patente en las próximas
elecciones de julio de 2015 en que se renovará la Cámara de diputados y
se eligirán gobernadores en varios estados. Miles, cientos de miles de
votantes que en 2012 sufragaron por este partido colocándolo en el
umbral de la victoria con los más de 16 millones de votos conseguidos
por su candidato López Obrador (AMLO), ya no sufragarán por el partido
del sol azteca en las próximas elecciones intermedias.
De
hecho con los acontecimientos actuales se abre una situación política
en el país que cambiará radicalmente muchas cosas. Sólo podemos atisbar
esos cambios, pero esos atisbos señalan ya cosas portentosas. El
desnudamiento completo del PRD como un partido sistémico era evidente
desde el año pasado con su integración en el Pacto por México, una
estrategia de colaboración con los dos partidos burgueses principales
mexicanos para permitir que Peña Nieto pusiera en práctica “las
reformas estructurales de la tercera generación”, en especial la
privatización completa de la industria energética, exigidas por los
consorcios capitalistas más poderosos nacionales y ante todo
imperialistas. No hubo dentro del PRD una verdadera e intransigente
oposición a esta política puesta en marcha por el sector hegemónico
dirigente de los Chuchos. Lo único que pudo proponer como alternativa
el “líder moral” del partido Cuauhtémoc Cárdenas fue que se hiciera una
“consulta popular” en 2015 con motivo de las elecciones intermedias de
es año. Una propuesta que en nada afecta, ni afectará a las decisiones
ya tomadas del poder que se apresta a llevar a cabo el desmantelamiento
de lo que quedaba de la industria nacionalizada del petróleo.
En el Distrito Federal, la joya de la corona perredista, el gobierno
anterior de Marcelo Ebrard es hoy acusado de ser responsable de una
megaoperación de corrupción efectuada con motivo de la construcción de
la línea 12 del tren metropolitano (“metro”), la mayor obra pública del
sexenio de 2006-2012. Miles de millones de pesos fueron pagados para
que la mitad de la recién inaugurada línea más cara y larga del metro
capitalino hoy esté clausurada y reconstruyéndose por las fallas
vinculadas a compras multimillonarias de materiales inadecuados.
Y ahora el escándalo mayúsculo de la masacre de Iguala, un municipio
gobernado por el gangster José Luis Abarca perteneciente con su esposa
y familia política delincuente a las filas de la Nueva Izquierda, la
corriente dirigente del PRD; en Guerrero, un estado gobernado por otro
gangster ex priista, Aguirre Rivero, cooptado por los Chuchos.
Las repercusiones se ramificarán precisamente a la capital de la
República, desde 1997 en poder del PRD y que el PRI no escatima
esfuerzo por recuperar para completar su restauración triunfalmente.
Los signos señalan que en esta tarea la complicidad, tácita y/o
premeditada, de los Chuchos es más que evidente.
En las
últimas elecciones para la elección de su dirección, realizadas
precisamente semanas antes de los sucesos de Iguala, el patrón oficial
perredista contaba con 4 millones 531 mil 120 miembros. Ciertamente “un
partido de masas”, “masas” que en su abrumadora mayoría representan
clientelas para los dirigentes profesionales que disputan los cargos de
elección popular a todos los niveles y que una vez electos se integran
a las burocracias burguesas gobernantes, “masas” que son llamadas para
votar pero durante toda su existencia el PRD no ha educado, no ha
promovido su autoorganización, no ha defendido sus intereses como
trabajadores, no ha promovido en suma su conscientización para que
tomen en sus manos su destino como explotados y oprimidos.
Pero, al mismo tiempo, el colapso del PRD también afectará
necesariamente los planes de Peña Nieto. El pilar sistémico de
“izquierda” quebrado debilita al sistema en su conjunto en un periodo
en que la restauración priista debe todavía consolidarse. Por supuesto,
como aparato político electoral el PRD seguirá siendo un factor
importante pues seguirá contando con un jugoso presupuesto dentro del
tinglado del Instituto Nacional Electoral, cuya bolsa de recursos
financieros públicos se ha incrementado precisamente para alejar el
poder corruptor del crimen organizado de los partidos. Para los
comicios del 2015 el INE cuenta con la impresionante cantidad de 20 mil
millones de pesos (1 dólar=13 pesos), la bolsa más grande de su
historia, correspondiéndole al PRD la tercera tajada de esos recursos
destinados a los partidos. Pero el PRD no es ya como lo era en 1989 “el
partido de la esperanza” para millones de mexicanos
Hacia el nuevo periodo
Desde 1982, con la decisión de la cúpula priista de cambiar por
completo el tradicional curso económico de la “economía mixta” en favor
del nuevo curso neoliberal impuesto por Washington, se inició un cambio
político de los grupos dominantes que en 1988 produjo la primera
ruptura importante en décadas del PRI con la salida del grupo
encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
La
“Corriente democrática” neocardenista, reivindicando los patrones del
viejo nacionalismo revolucionario priista, pulsó una fibra populista
potente y vigente durante décadas. Se trata de la consecuencia política
fundamental protagonizada por el grupo de Carranza y Obregón que salió
victorioso de la Revolución mexicana. El “nacionalismo revolucionario”
enarbolado por el Partido Nacional Revolucionario, el abuelo del PRI,
que cada vez menos nacionalista y menos revolucionario, imperó sin
embargo como la ideología dominante de la política mexicana.
Fue bajo la hegemonia del priismo que se inició y consolidó el
desarrollo moderno del capitalismo en México y el consiguiente
surgimiento de la dominación de una burguesía cada vez más poderosa. El
PRI se declaraba el heredero y representante de la “ideología de la
revolución mexicana” y en tanto tal usufructuaba sus principales
privilegios políticos como el partido único de facto del sistema
político durante el siglo XX: completo control del aparato de estado,
corporativismo de las masas trabajadoras a través de la incorporación
de sus organizaciones en el PRI, disposición de una amplia y
estratégica estructura económica estatizada, entre los factores
esenciales. Fue la política de conciliación e integración de clases muy
semejante a lo que Trotsky definió como la estrategia frentepopulista
del estalinismo: las masas trabajadoras del campo y la ciudad dirigidas
y encabezadas por sectores burgueses que lograban impedir que los
intereses reales de tales masas se expresarán verdadera y
revolucionariamente. Todo esto entró en crisis en los años 80's.
A pesar de que la lucha de un sector de grupos socialistas y comunistas
se expresó con fuerza y combatividad a partir de los años 60's, la
tradición nacionalista revolucionaria fuertemente influyente en las
filas de la extrema izquierda por la tradición estalinista,
precisamente favorable a los frentes populares, del Partido Comunista
(PCM), del Partido Popular de Lombardo Toledano y de otros grupos, no
pudo ser superada en 1988 y el surgimiento del PRD prácticamente
significó la desaparición de la franja promisoria de socialistas
revolucionarios que se estaba configurando. Fue el registro partidario
del propio agrupamiento heredero directo del PCM el que la dirección
neocardenista utilizó para registrar al nuevo partido, el “partido de
la esperanza” en el cual, alrededor de la corriente democrática
priista, se reunieron prácticamente todos los sectores existentes de la
extrema izquierda: estalinistas, maoístas, castristas, guevaristas y
hasta trotskistas. Por supuesto hubieron también muchos militantes
abnegados y combativos que lucharon por los principios democráticos y
socialistas de las organizaciones de las que provenían. En sus primeros
años, la represión se cebó con fuerza sobre ellos, en especial
precisamente en los milinates de Guerrero, estado en que el
enraizamiento perredista se dio rápidamente. Cientos de perredistas
murieron víctimas de la represión del gobierno de Salinas de Gortari.
Pero la dirección burguesa representada por Cárdenas, Muñoz Ledo y
demás dirigentes sabían perfectamente las condiciones que le
permitirían a su partido integrarse y se atuvieron a ellas. Finalmente
sucedió lo que esa dirección burguesas buscaba conseguir, como el pilar
sistémico de izquierda del régimen, conseguir poder. El PRD se
convirtió durante los siguientes 25 años en la “izquierda oficial” de
México.
El periodo que se está abriendo a partir de la
masacre de Iguala apenas ha cumplido un mes y ya se aprecian los
acelerados cambios que están afectando en primer lugar al sistema de
los partidos políticos y a través de ellos al propio gobierno de Peña
Nieto. El 8 de octubre, durante la primera manifestación masiva en la
Ciudad de México contra las atrocidades de Iguala, hubo un incidente
que fue ampliamente difundido por los medios de comunicación. Al
término de la manifestación, en el Zócalo, un grupo se manifestó
contrario a la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas en la manifestación
quien fue abucheado e incluso agredido con objetos que le arrojaron a
él a sus acompañantes entre los cuales iba Adolfo Gilly, el historiador
y profesor emerito de la UNAM, quien resultó descalabrado. Ciertamente
fue lamentable el hecho de tal agresión física. Sin embargo, la
presencia de Cárdenas y sus acompañantes, todos ellos del PRD, no fue
exactamente pertinente en un acto que se realizaba precisamente contra
su partido. Si Cárdenas hubiera antes de integrarse a la manifestación
declarado su total repudio a las acciones del PRD e incluso anunciado
su salida del mismo, hasta aplausos hubiera recibido.
La
cuestión es que el PRD es un partido que ha mostrado su verdadero
carácter ante las más amplias masas. La lucha de clases lo ha desnudado
y su realidad no es nada agradable. Un partido se define por su
programa, por su dirección y por su colocación en el régimen político.
No es su membrecía el principal factor para su caracterización. Desde
que existe la sociedad burguesa, la mayoría de los partidos que se
desarrollan en seno están compuetos por membrecías pluriclasistas. El
PRI es también “un partido de masas”, siempre lo ha sido; pero su
carácter se lo da su colocación dentro del tinglado del poder, posición
que, por cierto, le permite contar con las clientelas masivas que votan
por él.
La crisis perredista va a producir un vacío político
cada vez mayor en la medida que se profundice. El nuevo partido de
Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) impulsado por AMLO se
apunta como el recambio para muchos sectores perredistas desengañados y
dispuestos a buscar y forjar una alternativa a la crisis perredista.
Sin embargo, muchos señales son ya elocuentes e indican que Morena está
siendo una repetición programática y organizativa del PRD, es decir,
que va en dirección de ser un PRD bis. El propio AMLO no está alejado
por completo de la crisis perredista. En 2012 su alianza con los
Chuchos fue clave para su campaña como candidato presidencial y cuando
se decidió a fundar Morena, cuando se separó del PRD tuvo sólo palabras
de agradecimiento para los Chuchos. Es imposible pensar que AMLO era
ignorante de su catadura siniestra. Finalmente trabajó para ellos pues
los 16 millones de votos conseguidos para su candidatura en 2012, han
sido los Chuchos quienes los han aprovechado, habiéndose montado en
ellos para negociar con Peña su lugar en el Pacto por México.
Para los sectores socialistas revolucionarios que se han mantenido
firmes, la crisis actual es una gran oportunidad para exponer su
programa anticapitalista, antiimperialista y socialista ante los más
amplios sectores que comienzan a buscar alternativas ante la bancarrota
de los partidos gobernantes y la maduración consciente que se da en el
seno de numerosos grupos de trabajadores, maestros, estudiantes y
pueblo en general. Un nuevo periodo se abre también para ellos, quienes
encarnan y reivindican una estrategia socialista, revolucionaria e
internacionalista para salir de la crisis.
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