Se
ha cumplido ya un mes de la masacre de Iguala, en donde el Estado
mexicano asesinó a 6 personas, entre ellos tres estudiantes
normalistas, y provocó la desaparición forzada de 43 más. Ha sido un
mes de intensas movilizaciones encabezadas por aquellos a quienes el
Estado mexicano lleva décadas tratando de exterminar, los normalistas
rurales, en donde se ha encendido la llama del movimiento estudiantil y
se ha sensibilizado y solidarizado buena parte del pueblo de México
exigiendo Aparición con vida y castigo a los culpables.
Al principio, las reacciones fueron, por decir lo menos, tímidas, fue
hasta el 8 de octubre, 12 días después de la masacre, cuando fue
posible realizar una movilización nacional para repudiar el hecho, la
primer semana, fueron muy pocos quienes se pronunciaron al respecto,
sólo lo hicieron las organizaciones revolucionarias, o bien
organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles que claramente
asumen una posición de izquierda. Ahora, se ha logrado que el clamor
sea generalizado y que la movilización se extienda principalmente entre
el gremio estudiantil; se han pronunciado al respecto artistas,
futbolistas y distintas personalidades públicas al respecto, y el
pasado 22 de Octubre se realizó una gran movilización nacional e
internacional que hizo resonar las voces de millones de personas [1], aunado a esto, el 22 y 23 de octubre se realizó el paro estudiantil más grande de la Historia de México [2].
Hasta ahora, el saldo político para el Estado Mexicano está apenas en
contabilidad; la reprsión a los normalistas ha representado algún costo
político, está prófugo el alcalde de Iguala, ha renunciado el
gobernador de Guerrero Ángel Aguirre, y ha resultado evidente que entre
PRI-PAN y PRD hay más complicidades que diferencias; [3]
sin embargo el movimiento no ha triunfado, no está preso ni Abarca, ni
Aguirre, ni Peña Nieto, y tampoco han aparecido ninguno de los 43
desaparecidos. En esta coyuntura, tanto el Estado Mexicano, quien sin
duda conoce el paradero de esos jóvenes estudiantes, y el movimiento
social que exige aparición y justicia, nos preguntamos ¿Qué más puede
hacerse? Para responderlo, tenemos que preguntarnos cómo llegamos hasta
aquí, y que fuerzas sociales pueden desatorar un aparente empate de
coyuntura
El México del siglo XXI y la decadencia del Estado Burgués
Cuando la burguesía ascendía al poder en el mundo, se colocaba como una
clase moralmente superior a una nobleza feudal decadente, cuyos
escándalos eran inocultables y cuya legitimidad política se
resquebrajaba; en México la tradición liberal, encabezada por Juárez y
Melchor Ocampo, exhibió la decadencia del sistema novohispano y
ridiculizaban a los conservadores quienes se vanagloriaban de sus
formas de hacer las cosas, lo mismo ocurrió con el “Nacionalismo
Revolucionario” que exhibía los excesos represivos porfiristas así como
su política anti obrera y anti campesina. Sin embargo, tal como lo
decían Marx y Engels en 1847, la burguesía ya no tiene nada nuevo que
ofrecer a los pueblos del mundo, la ambición que los llevó a derrocar
el fanatismo y el atraso feudal, ahora es la ambición que los ha
llevado a superar a otras clases dominantes del pasado en su capacidad
destructiva y degenerativa de la sociedad. La burocracia política
mexicana, al servicio de la burguesía imperialista, tampoco tiene nada
más que ofrecer, su tiempo histórico está agotado, son un grupo de
arribistas y corsarios que carecen de congruencia política, ni de
izquierda ni de derecha, todos están mimetizados en el color del dólar.
Ser político en México significa una oportunidad para enriquecerse a
través de manejos discrecionales de la información pública, por vender
información a empresas imperialistas, por participar en negocios
ilegales o simplemente por robar vulgarmente el dinero del erario
público. La burguesía en México es profundamente reaccionaria, y ha
creado a su lado, a una burocracia política también reaccionaria
aderezada de corrupción. La burocracia política mexicana no tiene entre
sus opciones a un grupo confiable, ni siquiera por la propia burguesía,
el Estado mexicano gobierna con más complicidades que legitimidad, ha
sido un Estado capaz de hacer de la corrupción una conducta
generalizada que encuentra cómplices hasta en los estratos más pobres
de la sociedad mexicana, cuenta con la complicidad de líderes
sindicales, campesinos, indígenas y estudiantiles corruptos, quienes
cobran una tajada minoritaria por los grandes robos, pero que al ser
cómplices, transmiten en la conciencia de sus representados, la noción
de normalidad en las formas de ajustar las cuentas entre delincuentes.
En México, decir que hubo un asesinato no es noticia, tampoco que se
descubrió un escándalo de corrupción, no es noticia relevante que haya
alguien injustamente preso, que exista una red de tráfico sexual en la
oficina de un partido político o que un secretario de Estado haya
desviado fondos de alguna obra pública; para que en México algo llegue
a ser noticia, los muertos tienen que contarse por decenas, y además
tuvieron que haber sido ejecutados de una forma trágicamente original.
La sociedad mexicana ha sido acostumbrada, casi vacunada, ante los
hechos de sangre y corrupción, ver pasar una caravana de vehículos
militares con hombres encapuchados es normal, ver camionetas lujosas con hombres armados sin identificación, es normal, que se oigan disparos es normal, y nadie se altera más de la cuenta.
Del mismo modo, el Estado mexicano y la burocracia política están tan
desgastados en su legitimidad, que la mayoría no duda que el presidente
municipal de su localidad sea corrupto, todos están seguros de ello,
nadie duda que las grandes mafias de contrabandistas influyan en las
elecciones, es tan evidente que ni pruebas hacen falta, y cuando estas
aparecen, más que generar indignación, generan motivos para la comedia.
Entonces, muchos se preguntarán ¿Por qué el pueblo mexicano no se
rebela contra un Estado con tan poca legitimidad? Lenin, cuando
explicaba que la aparición de una situación revolucionaria se presenta
cuando los de oprimen no pueden hacerlo de la misma forma que hasta
ahora, y los de abajo no están dispuestos a soportarlo (Lenin, 1915),
advertía al mismo tiempo que no es esta conjunción de elementos
suficiente para el estallamiento de una Revolución, pues:La
revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino sólo de una
situación en la que a los cambios objetivos antes enumerados viene a
sumarse un cambio subjetivo, a saber; la capacidad de la clase
revolucionaria para llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo
bastante fuerte como para destruir o quebrantar al viejo gobierno, que
jamás caerá, ni siquiera en las épocas de crisis, si no se le hace caer. [4]
Me parece que en este caso, la respuesta a la pregunta de por qué el
pueblo mexicano no se rebela de forma contundente, es tan simple como
profunda, porque no sabe cómo, porque no tiene algo con qué empezar,
porque en ese mar de caos, saqueo, explotación y corrupción, reírnos de
nuestra desgracia parece ser la única opción, a pesar de que cada día
sea más difícil reír. Como decía anteriormente, el Estado mexicano ha
sabido controlar los brotes de rebeldía combinando exitosamente la
cooptación con la represión. Probablemente la Revolución está en la
idea de muchos trabajadores y campesinos en México, pero no visualiza
los medios inmediatos para comenzarla. Por ejemplo, podríamos
preguntarnos ¿Por qué han sido los normalistas rurales quienes se han
destacado en los últimos años como el sector más combativo de los
explotados en México? Ellos sólo hacen lo que pueden, con recursos muy
limitados han enfrentado iniciativas de Estado a costo de exponer sus
vidas para mantener sus escuelas en funcionamiento; el problema es que
la capacidad de acción del movimiento obrero está por los suelos, el
movimiento campesino no ha logrado superar el atraso propio de su
aislamiento y desesperación, el movimiento estudiantil es oscilante y
voluble.
El pueblo de México está molesto y ansía transformaciones
profundas, pero está mal organizado y sus organizaciones son fácilmente
penetrables por el Estado, quien logra dividir los mejores esfuerzos y
obtener información para corromper y reprimir dirigentes según sea el
caso. En esa conjunción, el proceso que llevó a la conformación
y rápida degeneración del PRD, lejos de alentar al pueblo de México a
atreverse a cambiar y a luchar, lo ha deprimido políticamente, ha sido
vergonzosa la forma en cómo el movimiento que se convirtió en partido
en medio de un clamor popular en 1988, renunció tan rápido a la
intención de reformar al Estado mexicano y se aprestó tan rápido y tan
descaradamente a formar parte de la podredumbre que lo caracteriza. El
PRD impidió el avance de la organización popular en aquel año de su
fundación, y después sólo se dedicó a reprimirla y desalentarla, por
ello no es rara la forma en que Cuauhtémoc Cárdenas se despide de su
carrera política, homenajeado por el gobierno y apedreado por el pueblo.
¿Qué puede decir el perredismo actual para disculparse por lo hecho por
Aguirre y Abarca? Nada, no hay ni un pretexto, porque como Aguirre ha
habido más gobernadores perredistas comprometidos con la represión y el
contrabando, y como Abarca hay cientos de presidentes municipales
apadrinados por el PRD a sabiendas de sus negocios ilegales.
El hecho
es que simplemente así deciden sus postulaciones y candidaturas, con
dólares en la mesa, así permitieron que su emblema y su bandera
hondeara siempre con sangre y lodo. Esto por supuesto no lo escribo a
favor del PRI ni del PAN, quienes se encuentran en la misma situación,
es sólo que la izquierda en México viene cargando desde hace 26 años
con el chantaje de que denunciar las acciones represivas, corruptas o
simplemente reaccionarias del PRD, nos convertiría en aliados fácticos
de los otros partidos quienes “son peores”. Hoy seguir solapando con
nuestra discreción o silencio a un partido que alberga narcotraficantes
y asesinos, es inaceptable. Por su parte dentro del movimiento
popular, las organizaciones políticas con perfil revolucionario,
quienes tienen cuadros con formación más completa, les falta dar un
salto de madurez y consolidar ciertos procesos para estar en la
posibilidad real de dirigir en la lucha a un pueblo de 112 millones de
personas, donde la mayoría vive del trabajo asalariado con tasas de
explotación cada vez más altas, y donde el campo está perdiendo cada
día más su capacidad de mantener la vida campesina que en algún momento
ocupaba a las mayorías nacionales, hoy una familia campesina se ve más
atraída por la idea de huir del país que por la posibilidad de
transformarlo.
La coyuntura para el gobierno mexicano
Hoy, el gobierno mexicano, quien sin duda sabe del paradero de los 43
normalistas desaparecidos, se debate entre revelar esta verdad o
apostar a que la tempestad está por pasar, y que este asunto quedará
archivado en la memoria colectiva como un pendiente misterioso más, una
de esas cosas que todo mundo sabe que pasó pero nadie puede probarlo. [5]
Es evidente que cuando los operadores del aparato represivo de Estado
decidieron usar un brazo paramilitar para reprimir de manera ejemplar a
su dolor de cabeza más constante, y hacerlo de forma tan brutal,
calcularon que la reacción popular sería débil y administrable, que
seguramente se librarían de un problema mayor al que causarían con
dicha acción. En estos momentos, dichos operadores de Estado,
deben estar debatiendo dicho saldo, tal vez algunos estén preocupados
por la posibilidad de que la reacción popular se salga de control,
mientras otros siguen confiados de que la tempestad está por pasar y
pronto todo volverá a la normalidad. Algunos dirán “se nos pasó la mano, el pueblo está enojado” mientras otros dicen “No tanto, son volubles y el enojo se les pasará, y ahora tenemos a los normalistas tan asustados como queríamos”.
Por lo mismo que explicábamos en la parte anterior, por el cinismo de
la burocracia política mexicana, sacrificar la honorabilidad de un
presidente municipal y un gobernador, poco cambia la percepción general
sobre el tipo de gobernantes que tenemos en México, es cierto que no
son medidas que el Estado tome con alegría, pues sí los desgasta, pero
a estas alturas es un costo pagable, de cualquier modo, la burguesía
que realmente gobierna al país, siempre ha visto con desprecio y sin
respeto a estos corsarios desechables a quienes les da la oportunidad
de tener algunos años al frente de puestos gubernamentales. Por
ahora, el Estado mexicano contiene un momento la respiración, sabe que
el golpe que ha dado es brutal, pero no quiere equivocarse, quiere
seguir sosteniendo la teoría de que fue un error, algo ajeno al mismo y
ha sido mesurado en su respuesta a las manifestaciones ¿Cuánto puede
mantenerse en esa posición? Eso depende del movimiento popular.
El movimiento por la aparición de los normalistas desaparecidos
A diferencia de otras coyunturas recientes en México, en donde la
respuesta inicial al acto represivo es grande y poco a poco se va
reduciendo, [6] en este caso
ha sido al revés, al principio la respuesta del movimiento popular fue
escasa y algo tímida, sólo las organizaciones con una definición
política más acabada respondieron, pero el trabajo ha rendido frutos y
se ha logrado sensibilizar a una buena parte del pueblo mexicano al
respecto de la importancia de reprobar la desaparición forzada y el
homicidio político. En medio de tanto corporativismo, sólo los
estudiantes han podido ofrecer una respuesta masiva, esta vez liderados
por su ala más combativa, los estudiantes campesinos socialistas de las
Normales Rurales, el pasado 22 y 23 de Octubre se realizó el paro
estudiantil más grande en la Historia de México, nunca antes, ni
siquiera en 1968 o en 1999, tantos estudiantes de tantas escuelas, en
tantas partes del país, confluyeron en una jornada de lucha que
contempló tanto paros como movilizaciones y diversas formas de
manifestación. Las movilizaciones han contado con el respaldo y
simpatía de gran parte del pueblo, pero aún es incierto el rumbo y las
condiciones que pudieran propiciar que este movimiento crezca y consiga
el objetivo principal, la presentación de los desaparecidos y el
castigo a los culpables, o bien, convencer al Estado mexicano que
obtendrá más pérdidas que beneficios si vuelve a recurrir a este tipo
de tácticas represivas. En dicho movimiento, se ha destacado
también la participación de sectores afines al perfil socio-clasista de
los jóvenes de Ayotzinapa, sobre todo en el Estado de Guerrero, donde
la participación de campesinos, policías comunitarios y maestros
democráticos ha sido más notoria. En este caso, sobre todo por parte de
los padres de familia de los jóvenes desaparecidos, es clara y evidente
la desesperación, la paciencia no resulta muy compatible con la
urgencia de conocer el paradero de sus hijos. Aquí es donde el Estado
mexicano se está arriesgando más a provocar una ruptura significativa
de la paciencia popular, que en Guerrero particularmente puede
encontrar eco en un sinnúmero de frentes y organizaciones que tienen
larga trayectoria de lucha.
Así pues, el problema para el movimiento
popular es en estos momentos el hecho de que ha alcanzado niveles
insospechados hace algunos meses, pero que sin embargo ha sido
insuficiente y no es tan sencillo superar lo hecho hasta ahora.
En este encuentro de fuerzas entre el Estado mexicano y el movimiento
que exige la presentación con vida de los 43 desaparecidos, está la
moneda en el aire de la iniciativa, tomarla puede parecer arriesgado
para cada una de las partes, pero en estos momentos, la lucha es
irrenunciable, hemos llegado a un punto en el cual la inmovilidad
también nos está matando, aún en el supuesto de que no queremos que se
derrame más sangre ni que escale la represión, lo que tenemos que
preguntarnos es ¿Qué más podemos hacer? ¿Qué sigue entonces? ¿En qué
momento la paciencia se convierte en cobardía? Y por tanto ¿En qué
momento es pertinente tomar más riesgos para no morir por no tomarlos?
Esta lucha no puede parar ahora.
Notas: [1] Según fuentes periodísticas, en México se realizaron por lo menos 18 manifestaciones en distintas ciudades http://www.jornada.unam.mx/ 2014/10/23/politica/008n2pol [2]
Aún cuando los movimientos estudiantiles de 1968 y 1999 han durado más
que el presente, no se logró parar en ninguno de los dos casos, tantas
escuelas universitarias en tantos lugares distintos del país. [3]
También están incluídos en esta caracterización partidos como Morena,
PT, PANAL y Movimiento Ciudadano, es sólo porque su relevancia es menor
en la vida burocrática nacional que no los incluyo en el texto. [4] Lenin V.I. 1915. La Bancarrota de la II Internacional. [5]
En México sobran ejemplos de esto: La masacre del 68, la del 71, la
guerra sucia, la masacre de Acteal, el asesinato de Luis Donaldo
Colosio, la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, la
represión del 3 y 4 de mayo del 2006 en San Salvador Atenco, entre
otros sucesos. [6] Así
ocurrió en el fraude electoral de 2006, también con la represión en
Atenco ese mismo año, y cuando se despidió masivamente a los
trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas.
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