10/30/2014

Ésta larga espera


Ayotzinapa permitió descubrir el otro México, el de la paz y democracia que reclaman y han reclamado miles de personas durante estos largos días

lasillarota

Una larga espera han tenido que soportar familiares, amigos y compañeros de los 43 estudiantes secuestrados desde esa noche del 26 de septiembre en Iguala, Guerrero. En ese largo tiempo, cuando apostaban los agresores que nadie exigiría su presencia, aparecieron miles y miles de personas en todos los rincones del país, en muchas partes del mundo, exigiendo su presentación.

La denuncia de la agresión ocurrida esa noche se esparció rápidamente, primero en Iguala y después en otros municipios de Guerrero de donde son originarios los jóvenes. ¡Se llevaron a 43 normalistas y no aparecen! ¿A quién acudir si fue la misma policía quien se los llevó? En ningún ministerio público aparecieron, nadie sabía de ellos. Empezaron las horas de desesperación e impotencia ante un gobierno estatal que no fue capaz de responderles. Seguramente por ser parte de la mafia.

Fueron los jóvenes, sus maestros, sus familiares los que empezaron a buscarlos en las primeras horas, por todas partes, sin resultado alguno. Autoridades estatales al recibir la noticia, solo tomaron nota, levantaron actas, prometieron investigar sin responder al tamaño de la tragedia.

La noticia empezó a trascender en redes sociales y fueron éstas las que rompieron el desdén de los medios de comunicación tradicionales. Al principio las autoridades estatales y federales trataron la tragedia como un “asunto local”, pero las protestas empezaron a traspasar fronteras y fue cuando el gobierno federal se vio obligado a responder.

La desaparición de los 43 normalistas nos permitió conocer el otro México en todas sus dimensiones. El de la violencia sin límite, el de la hipocresía de funcionarios públicos y dirigentes de partidos políticos, el de la corrupción y el de la degradación política convertida en delincuencia.

Ese México de las fosas clandestinas, de asesinatos sin nombre, de los que nunca tuvieron derecho siquiera a un acta de un ministerio público para saber de su paradero.

No puedo imaginar esa soledad que enfrentan familiares cuando desaparece un hijo, un esposo, un hermano en esos lugares como los de Guerrero o en otros estados de la República, donde estos hechos se repiten día a día. Llegar a esas apretadas agencias del ministerio público y ser recibidos de manera indiferente.

Las agencias del ministerio público de esos lugares apenas tienen dos escritorios para recibir denuncias. Oficinas reducidas pero con grandes problemas, pero que únicamente atienden con prontitud si el denunciante es un rico o ganadero del lugar. Hasta van a sus casas a atenderlos. Los demás que se esperen, aunque pasen las horas y horas sin respuesta alguna. Algunos hasta resultan amenazados si insisten en presentar la denuncia.

“- Recuerde que si denuncia todos van a ser investigados, hasta la misma familia. Mejor piénselo”.

Los hechos de Ayotzinapa permitieron descubrir la inutilidad de las comisiones de derechos humanos que responden más a los intereses del gobernante en turno que a los de la sociedad.

¿Dónde ha estado el ombudsman estatal o nacional en estas investigaciones?

Los familiares ni siquiera se acercaron a ellos por falta de confianza en ese tipo de instituciones de derroche que sirven más a intereses particulares.

En cambio permitió descubrir el apoyo de las organizaciones civiles de derechos humanos que se hicieron presentes en todo tiempo a pesar de sus escasos recursos. Han sido ellas su principal apoyo ante el desdén gubernamental.

Pero fue la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa que permitió descubrir el otro México, no el de la corrupción y de la violencia que solapan las autoridades, sino el de la paz y democracia que reclaman y han reclamado miles y miles de personas durante estos largos días.

Apareció ese México que no está dispuesto a que sigan ocurriendo hechos de violencia y funcionarios delincuentes que operan como si nada pasara. Hemos visto a miles de personas reaccionar y ponerse en los zapatos de los familiares que sufren estas largas horas de incertidumbre.

Un México que no está dispuesto a solapar este tipo de funcionarios que se han servido del poder y de imponer la violencia pensando que la gente no va a reaccionar. Pero se han equivocado y eso los pone nerviosos, porque las protestas y el despertar no cesa por todas partes en esta larga espera.


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