Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
La frase del procurador Murillo Karam es un mal presagio. El adelanto de que los 43 de Ayotzinapa están muertos. Algo que en el fondo de los corazones sabíamos desde un principio. Era una ilusión pensar que los mantenían vivos, ocultos y secuestrados. El hilo de la esperanza fue siempre frágil y delgado.
Creo que el gobierno federal también lo sabe desde hace días, pero lo que no sabe es cómo comunicarlo. O que ha estado jugando con los tiempos, esperando la renuncia de Aguirre y la llegada de Ortega. Desde luego falta el peritaje final y contundente de los forenses, pero la fe ya está rota. Y si alguien está apostando a un olvido prematuro se equivoca. Cada segundo que pasa se incuba una rabia inaudita que puede generar más violencia. Tal vez no hemos visto nada aún.
La pregunta es qué va a suceder cuando se informe, ya sin duda, que estos restos echados a los perros del basurero de Cocula son de 43 jóvenes que hace sólo un mes soñaban con el futuro. Hasta dónde llegarán la indignación y la furia si, como se sospecha, fueron torturados y algunos hasta quemados vivos. Ya vienen las coordinadoras de Oaxaca y Michoacán y seguro se sumarán otros grupos. Pero la rabia primigenia saldrá de ahí mismo, del dolor de hermanos de Guerrero, tierra de matanzas de Estado.
Pero además de esta crisis, la granada que ha significado el caso Iguala-Ayotzinapa también ha causado destrozos en todos los partidos: primero, en el PRD, el PT y MC que postularon a José Luis Abarca sin importarles de dónde venía el dinero de su campaña y que su esposa María de los Ángeles Pineda fuera hermana de narcos; a Morena de López Obrador, que no ha explicado si Lázaro Mazón —el renunciado secretario de Salud de Aguirre— seguirá siendo su candidato a la gubernatura de Guerrero en 2015 pese a ser el padrino político de Abarca; pero también por añadidura al PRI, porque el gobierno no ha podido resolver el caso y ahora podría ser señalado de omiso, si se comprueba que, a pesar de denuncias sobre al menos un crimen de Abarca, no hizo nada. Un daño todavía mayor en imagen interna y sobre todo externa que ya ha sido reconocido por el propio presidente Peña Nieto.
Mientras tanto, la patética pareja presidencial de Iguala sigue en fuga y generando preguntas: ¿es verdad que ella, con la venia de él, tenía una relación carnal muy productiva con Aguirre? ¿Por qué él no ha desmentido que la recibió la mañana del 29 —tres días después de la noche sangrienta del 26— para facilitarles la fuga? ¿Desde cuándo en el PRD sabían de los crímenes y corrupción de Abarca y porqué lo encubrieron?
En este contexto de quiebra moral e ira colectiva, llega a un interinato de un año el académico de izquierda Rogelio Ortega. Por lo pronto ha sido honesto: trabajará con Peña Nieto. Pero tiene un desafío enorme: negociar una tregua; aplicar un control de daños; y si se puede, construir un auténtico Pacto por Guerrero. Habrá que darle el beneficio de la duda. No hay de otra, frente a lo que viene.
Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com
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