En la renegociación del mismo, de acuerdo con la información que
hasta hoy está disponible en los medios de comunicación masiva, se
incorporó un capítulo dedicado a las cuestiones laborales, además de la
disposición, en el capítulo de la industria automotriz, de que 40% de
las autopartes de contenido regional de los vehículos tendrán que
producirse en zonas con salarios de al menos 16 dólares la hora.
Estas dos nuevas reglas, en las que insistió Canadá y que ahora que
se ha reincorporado a las pláticas ha ponderado muy positivamente,
pueden ser un catalizador para impulsar la revalorización del trabajador
mexicano, pese a las resistencias del empresariado del país.
En los 24 años de vigencia del TLCAN la economía mexicana ha crecido a
un promedio anual de 2.2%, muy bajo pero constante. Sin embargo, lo más
crítico es que ese crecimiento se ha basado en 90% de incremento del
número de empleos, es decir, simplemente porque ha crecido la
disponibilidad de mano de obra, aunque a la par ha disminuido el ingreso
medio que reciben los trabajadores. México ha crecido gracias a la mano
de obra barata y eso ha hecho que los dividendos del raquítico
crecimiento económico lo concentren los inversionistas a costa de la
pauperización del trabajador.
En el último trimestre del año pasado 41% de la población mexicana
recibía un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria;
en los últimos 12 años (de 2005 a 2017), la mitad de la vigencia del
TLCAN, el ingreso laboral per cápita perdió 29% de su valor. Hay más
empleos, pero muy mal pagados: el salario mínimo actual es de 2 mil 686
pesos mensuales y la línea de bienestar se ubica en 2 mil 985.48 pesos,
por lo cual el salario mínimo vigente no basta para alcanzarla. En los
primeros cinco años del gobierno que está a punto de concluir, el número
de personas que ganan entre uno y dos salarios mínimos se incrementó en
más de 3 millones.
La posibilidad de producir autopartes en regiones de México donde el
obrero de la industria automotriz reciba un salario de más de 16 dólares
por hora es prácticamente una utopía, pues al actual tipo de cambio
implicaría aproximadamente un ingreso mensual de 73 mil pesos, que
representa más de 27 veces el salario mínimo vigente.
Este requisito, aunado al incremento de 62.5 a 75% de los componentes
de los vehículos de contenido regional, impactará en el volumen de las
exportaciones de automotores mexicanos y hará disminuir sustancialmente
el déficit comercial entre México y Estados Unidos, tal como buscaba el
presidente Donald Trump; pero también obligará a las empresas
automotrices instaladas en territorio nacional a replantearse su modelo
de negocio, ya no podrán seguir impulsando la lógica de la cuasi
maquila, en la que se importaba un muy alto porcentaje de autopartes y
aquí únicamente se ensamblaba, aprovechando el bajo costo de la mano de
obra mexicana.
Los grandes corporativos trasnacionales además se aprovechaban de la
legislación laboral mexicana para sujetar su relación obrero-patronal a
los llamados contratos de protección. El crecimiento de la industria
automotriz mexicana estaba apoyado en los bajos salarios y los contratos
colectivos simulados, permitiendo a las grandes automotrices obtener
pingües ganancias a costa del sacrificio del trabajador mexicano.
Todavía el 7 de diciembre del año pasado un par de senadores
priistas, con el respaldo del gobierno de Enrique Peña Nieto,
presentaron una iniciativa de ley que pretendía revertir los avances
logrados con la reforma al artículo 123 constitucional (Proceso 2153 y
2154) de febrero del mismo año. La denuncia oportuna de sus intenciones y
el momento político electoral que se vivía permitieron frenar dicho
intento.
La incorporación del capítulo laboral en el TLCAN obliga a México a
cumplir los compromisos firmados con la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) en materia de libertad de asociación sindical y justicia
laboral, con lo cual ya no hay más alternativa que adaptar la
legislación laboral a los principios establecidos en los convenios con
la OIT y en el artículo 123 constitucional. Así, las nuevas
disposiciones incorporadas en la renegociación del TLCAN propiciarán un
avance en el mismo sentido que ha manifestado el próximo gobierno de
contribuir a la revalorización del trabajador mexicano.
El nuevo clausulado del TLCAN impulsará también la materialización de
los avances legislativos en las condiciones laborales reales de los
trabajadores mexicanos –particularmente en casos como la industria
automotriz–, salvo que las empresas establecidas en territorio mexicano
se resignen a pagar un arancel por no cumplir con los nuevos
requerimientos de componentes regionales.
Según la información publicada el pasado jueves 30 en el periódico
Reforma, “de los 56 modelos de vehículos ligeros y sus versiones que se
ensamblan en el país para el mercado de exportación, 32 no cumplen la
nueva regla de contenido regional que convinieron México y Estados
Unidos”. Y esto es considerando únicamente 75% del contenido regional,
sin incorporar la regla de que de 40 a 45% del mismo corresponda a zonas
con salarios de 16 dólares la hora.
Al menos en el ramo automotriz, las nuevas reglas obligan a transitar
de la cuasi maquila a la manufactura, lo cual sin duda contribuirá a
pagar mejores salarios, aunque no se llegue a los mínimos establecidos
en dicho apartado.
De esa forma, aunque a Trump únicamente le interesaba disminuir su
déficit comercial con México y a Peña Nieto salvar el acuerdo, uno de
los efectos no buscados en la renegociación del TLCAN (al menos por los
gobiernos en ejercicio) puede ser la revalorización del trabajador
mexicano, que ciertamente requiere de un plazo prudente y la
implementación de otras políticas públicas para materializarse.
Este análisis se publicó el 2 de septiembre de 2018 en la edición 2183 de la revista Proceso.
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