Más visibles en unos que en otros, los despidos de directivos,
editores, fotógrafos, reporteros, colaboradores y en áreas
administrativas derivan, en buena medida, de la nueva distribución del
poder en México, y son reacomodos administrativos, pero también en la
línea editorial que a menudo guía el modelo de negocio.
Las complicidades entre los medios de comunicación tradicionales y el
poder público –no sólo el gobierno federal, sino los estatales, los
ayuntamientos y los poderes Legislativo y Judicial, y hasta
instituciones educativas– es una de las más arraigadas tradiciones
priistas que reprodujeron con fervor los gobiernos panistas de Vicente
Fox y Felipe Calderón.
Si bien en el gobierno de Fox se establecieron “lineamientos” para
una asignación de la publicidad gubernamental a los medios de
comunicación escritos y audiovisuales –con criterios más o menos
objetivos de penetración en la sociedad–, fue algo transitorio que al
final volvió al esquema netamente priista de premiar la lisonja y
castigar la crítica.
Con Calderón, el esquema perverso de complicidades se robusteció no
sólo por el crecimiento exponencial del presupuesto publicitario de su
gobierno –¡casi 40 mil millones de pesos, más del doble que Fox!–, sino
por la orientación a los medios que lo encubrieron, especialmente
Televisa, TV Azteca, las corporaciones de radio, los diarios
capitalinos.
Calderón también auspició económicamente a un elenco de periodistas y
opinadores que, en los principales medios, aun ahora justifican las
decisiones de su gobierno. En contraste, decretó el boicot publicitario e
informativo contra el periodismo independiente, uno de los cuales es el
semanario Proceso.
Con Peña, la relación perversa poder público-medios de comunicación
se profundizó, no sólo con un despilfarro publicitario que quizá supere
los 50 mil millones de pesos en el sexenio, distribuidos con la misma
lógica facciosa de Calderón y que, en ambos casos, no remedió el repudio
popular.
Peña promovió una ley que, en vez de establecer mecanismos objetivos
para la asignación de la publicidad gubernamental, sólo afianzó la
discrecionalidad que debió erradicar.
¿Con López Obrador se desterrará definitivamente este esquema? No hay
muchas señales en ese sentido: Primero porque mantiene una amorosa
relación afectiva con los propietarios de los principales medios de
México, y porque mantendrá una voluminosa bolsa de recursos económicos
para la promoción de su gobierno.
Aquí lo apuntamos en su oportunidad: El presidente electo anunció que
destinará a la publicidad gubernamental en los medios la mitad del
presupuesto sexenal de Peña Nieto, que muy probablemente superará los 50
mil millones de pesos.
De materializarse la reducción conforme lo ofrecido por López
Obrador, el nuevo gobierno destinaría entre 20 mil y 25 mil millones de
pesos anuales, un presupuesto mayor a los 18 mil millones de pesos que
gastó Fox en su sexenio.
¿Cómo asignará esos recursos López Obrador? Es una incógnita todavía.
El próximo vocero y responsable de la comunicación social del gobierno,
el periodista Jesús Ramírez Cuevas, ha dicho que el criterio será
equitativo. Ya se verá.
Contra lo que muchos creen, la publicidad gubernamental no es
sinónimo de corrupción o de “chayote”, como coloquialmente se conoce en
México la práctica de entregar dinero a cambio de lisonja o silencio,
sino un instrumento de política pública en comunicación social para,
entre otros objetivos, difundir campañas de beneficio social y aun de
rendición de cuentas.
El nuevo gobierno debe definir el tipo de relación que quiere tener
con los gobernados y estar conciente de que la comunicación social no es
sólo la relación con los medios de información, ni siquiera los más
poderosos, y menos ser instrumento de censura o favoritismo.
La nueva correlación de fuerzas políticas en México, y sobre todo el
mandato que recibió Morena para el Ejecutivo y el Legislativo, significa
que también debe erradicar el añoso esquema de complicidades para que
los medios y los periodistas vivamos sólo por la calidad de nuestro
trabajo profesional, no por la relación con los poderosos en turno.
Apuntes
En este contexto no suena lógico que aparezca un periódico como el
asociado a Miguel Ángel Mancera, el exjefe de gobierno de la Ciudad de
México, quien fue candidato a senador del PAN y ahora coordina al grupo
parlamentario del PRD, salvo que la lógica sea exclusivamente política. Y
sí: Al frente de este proyecto está el perredista Héctor Serrano,
actual diputado federal y el principal operador de las decisiones de
Mancera que deterioraron a la Ciudad de México, que los despreció…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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