Guillermina Basurto Estrada*
Como muchos profesores de
asignatura del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) podemos vivir con
salarios miserables, listas jerarquizadas –verdaderas luchas
encarnizadas– para obtener el mínimo necesario para subsistir
jodidamente; aceptar que nuestros alumnos tengan que sentarse en el piso
de aulas en las que ya no cabe nada. Como docentes sabemos que es
antipedagógico que existan grupos mayores a 30 alumnos, pero más cuando
damos clase a 50 o hasta 60 alumnos; que debemos cubrir un programa
diseñado desde un escritorio burocrático que plantea la nueva
charadainstitucional en el poder, demasiado alejado de la práctica en el aula y las necesidades de los egresados.
Los profesores de asignatura del CCH podemos aguantar cargas de
trabajo, no sólo en el plantel, sino en casa, en vacaciones, en un
segundo empleo, y hasta limitarnos a ir al baño para atender a algún
alumno que requiere atención
urgente. Resistimos la jornada laboral con una torta y un café, engañamos el hambre con frituras, ya sea falta de tiempo o bolsillo vacío. Toleramos que los cargos y las plazas
privilegiadasse otorguen –en su mayoría– por compromiso, recomendación o capricho, a gente que en muchos casos no tiene capacidad ni vocación de servicio y sólo busca mantener su estatus económico y laboral.
Los profesores de asignatura del CCH transigimos que después de 23
años de docencia, de interesarnos verdaderamente por los alumnos, de
probar capacidad, currícula y amor a la institución sólo nos quede
esperar una jubilación mal pagada. Eso, si antes no tenemos que
enfrentar alguna difamación o truco administrativo para una anticipada
recesión de contrato.
Los profesores de asignatura del CCH podemos aguantar eso y mucho
más… pero lo que no podemos tolerar es la violencia hacia nuestros
alumnos por parte de grupos porriles.
Personalmente no tolero
las imágenes de gañanes de 100 kilos de peso y la plena voluntad de
matar, escudándose cobardemente con palos, piedras y petardos en contra
de muchachitos ingenuos, armados sólo con valores y conciencia. No puedo
comprender cómo y a quién se le ocurrió esta maniobra que sólo busca
generar el miedo, el caos y la supuesta paralización de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pero el Espíritu habla en nombre de la Raza y antes de que quieran
satanizar a los universitarios, la gente despierta ya ve que esto no
creó el miedo paralizante, sino la movilización de alumnos, profesores,
trabajadores y familias que vamos a defender la integridad y la
educación de nuestros jóvenes.
No es justo, doctor Enrique Graue, es inconcebible que usted se
pavonee de incrementar la matrícula escolar, cuando no ha sido capaz de
detener las cuchilladas en los cuerpos de nuestros jóvenes que sólo
reclaman condiciones básicas para tener una educación digna.
Es aberrante que a estas alturas, usted, doctor Graue, no haya hecho
nada por nadie, y aún tenga el cinismo de seguir atrincherado en su
trono de poder, devengando un sueldo que no desquita. Dejando a nuestros
muchachos vulnerables ante esos delincuentes pagados por no sé qué
maldito grupo interesado en perjudicar más a nuestra alma mater.
La misma madre generosa que me dio cobijo y educación a mí y a miles de
mexicanos y que ahora es utilizada por gente desquiciada, sin
conciencia, malnacida. Como ya se los dije a mis
chamacos, como profesora me da vergüenza lo que sucede y lamento que tengan que padecer toda esta serie de injusticias y violencia. Pero también los admiro y los respeto por tener el valor y la conciencia que algunos profesores de la UNAM tratamos de sembrarles.
*Profesora CCH Oriente, Área de Talleres
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