Víctor Flores Olea
1). Como sabemos, México logró un acuerdo para terminar por lo pronto las negociaciones sobre el Nafta, lo cual completó nuestro intercambio ahora con Estados Unidos y el nuevo tratado entrará en vigor, según está previsto, el próximo primero de diciembre.
La cuestión es que Canadá quedó fuera de lo que ha sido un tratado trilateral desde 1994 y de ninguna manera podemos tener la seguridad de que volverá a la ronda, como sí hizo nuestro país. ¿A qué se debió este desenlace, después de que México participó sólo en las pláticas, sin Canadá, en las últimas semanas de la negociación? Se trata, evidentemente, de una hipótesis, pero de una con todos los signos de recibir un fuerte apoyo de la realidad.
Algunos observadores de Estados Unidos han repetido que Donald Trump manipuló el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con fines electorales. Otros, yo me sumaría a éstos, sostienen que las machincuepas de Trump durante la negociación se debieron, sobre todo, a la inestabilidad de su temperamento, que un día lo tiene en un extremo y al siguiente en el opuesto. El hecho es que hizo buenas migas con Andrés Manuel López Obrador, lo cual no ocurrió con Justin Trudeau, a quien ha sacrificado de palabra y obra.
En esta ocasión lo más neutral que ha dicho es que “no hay ninguna necesidad política de tener a Canadá en el nuevo Nafta. Si no hacemos una negociación equilibrada después de décadas de abuso, Canadá quedará fuera. Y el Congreso no debe interferir en estas negociaciones o simplemente terminaré con el Naftaenteramente y estaremos mejor…”
Por supuesto resulta inadmisible este lenguaje en términos diplomáticos, y más con un vecino de las dimensiones de Canadá, que es el segundo cliente de negocios de Estados Unidos. Inconcebible e inadmisible, que no son aplicados a Donald Trump, quien se siente con todos los derechos al insulto y el abuso.
Para México fue profundamente negativo que Canadá quedara fuera (por lo pronto, espero), porque ante la potencia resultaba nuestro aliado real y potencial. También espero que esto no se pierda definitivamente, y que lo podamos recuperar por otros caminos y vías.
2). Otro acontecimiento excepcional de la política mexicana fue la apertura de labores de la 64 Legislatura de la Cámara de Diputados, que se propone, como uno de sus acuerdos principales de entrada, reducir gastos por 8 mil millones de pesos al año y el plan de transparentar ante la opinión pública el manejo de los recursos y la producción legislativa. La mesa directiva de la Cámara recibió, por conducto del secretario de Gobernación, el sexto Informe de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien lo puso en manos del presidente de la Cámara Porfirio Muñoz Ledo.
Como se recordará, fue un acuerdo entre los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, que llegó a la reforma del artículo 69 de la Constitución, en el que se borró la frase: El Presidente de la República dará lectura al Informe, para quedar: El Presidente de la República presentará el Informe. Desde entonces, inicio del mandato de Felipe Calderón, el mandatario ya no lee el informe ante los diputados, sino lo hace llegar por escrito para que éstos lo estudien y formulen sus preguntas en reuniones posteriores.
Por supuesto, el principal acontecimiento político del año ha sido el arrollador y contundente triunfo de Andrés Manuel López Obrador el primero de julio de 2018. La pregunta que ahora muchos se formulan es si López Obrador tomará distancia de ese triunfo político incontestable juzgando que el pueblo le otorgó esa ventaja aplastante no por su persona, o no nada más por su persona, sino en verdad para que realice el cambio democrático que urge al país en lo económico y en lo político, y para que contribuya de verdad a la pacificación y a la decencia en México, a extirpar y cambiar la corrupción que ha prevalecido (lo que en verdad lo ha cambiado profundamente, traicionando sus raíces, su médula) y a darnos un respiro ante la violencia implacable que tenemos frente a nosotros.
Para esto se eligió a Andrés Manuel López Obrador, y para esto se le eligió masivamente. Esto es en lo que no puede fallar. Tal es su sino y la misión histórica para la que fue electo. Él lo sabe bien y, en efecto, no fallará.
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