Todo indica que con el “entendimiento comercial” entre México y
Estados Unidos quienes más beneficios tendrán son la economía y los
trabajadores de ese último país, cuyo presidente también saldrá ganando,
sobre todo en lo político-electoral. Consultados por Proceso,
documentos liberados por la Representación Comercial Especial de la Casa
Blanca, los cuales incluyen detalles de los capítulos comerciales más
importantes negociados por ambas naciones, confirman dichos beneficios.
WASHINGTON (Proceso).- El “entendimiento comercial” alcanzado por
Estados Unidos y México expone un acuerdo a modo para los intereses
político-electorales de Donald Trump enfocados a remplazar el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con beneficios
proteccionistas para su país.
En 2016, cuando anunció su candidatura a la presidencia, Trump
prometió al electorado eliminar el TLCAN y remplazarlo con acuerdos
bilaterales. El propósito era, dijo, acabar con los déficit comerciales
de Estados Unidos con Canadá y México.
Hoy, el Acuerdo de Comercio Estados Unidos-México, como lo define
Trump –eliminando la palabra “libre”– es el primer paso para anular al
TLCAN, aunque toca al Capitolio revisar lo concretado con los mexicanos.
Los legisladores tienen 90 días para hacerlo a partir del 31 de agosto.
Aun cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto y el presidente electo,
Andrés Manuel López Obrador, consideran que ese entendimiento comercial
acaba con la “incertidumbre”, en realidad beneficia mucho menos a la
economía y a los trabajadores de México.
El mismo 27 de agosto, 90 minutos después de que Trump anunciara la
conclusión de las negociaciones bilaterales con México, funcionarios de
la Casa Blanca dejaron en claro en una teleconferencia de prensa que el
entendimiento comercial se centró en la protección de los trabajadores
estadunidenses y sus salarios, así como en hacer menos posible que del
país muden sus plantas de manufacturación y ensamblaje a México.
“Es un compromiso de ganancia para nuestros trabajadores, sus
derechos laborales y salarios frente a la amenaza de países que ofrecen
mano de obra barata”, declaró uno de los citados funcionarios.
Los documentos liberados por la Representación Comercial Especial de
la Casa Blanca (USTR, por sus siglas en inglés), y que incluyen algunos
de los detalles de los capítulos comerciales más importantes negociados
con el gobierno mexicano, reafirman lo dicho por los funcionarios del
gobierno de Trump en la teleconferencia.
En cuanto al sector automotriz, por ejemplo, inciso álgido durante
los más de 12 meses de negociaciones, la USTR establece lo siguiente:
“Este acuerdo impulsa la manufactura estadunidense y el crecimiento
regional, al requerir que 75% del contenido de un auto sea hecho en
Estados Unidos y México”.
Y más: “Las reglas incentivarán miles de millones de dólares anuales
en la producción adicional de vehículos y autopartes; ayudarán a
preservar y relanzar la producción de vehículos y partes en Estados
Unidos; transformarán las cadenas de suministro para utilizar más
contenido de Estados Unidos, especialmente contenido que es clave para
la futura producción de automóviles y empleos bien remunerados”.
Hace un año, cuando Estados Unidos, Canadá y México iniciaron las
negociaciones para “modernizar” el TLCAN, Robert Lighthizer, titular de
la USTR, propuso como meta y condición que las reglas de origen
automotriz estuvieran definidas en 50% por contenido estadunidense.
Los compromisos
Ildefonso Guajardo, secretario de Economía del gobierno de Peña
Nieto, logró reducir la exigencia de Trump en los contenidos
automotrices, pero a un alto costo y sujeto a la imposición de un
arancel de hasta 25% si la producción mexicana rebasa la cuota que le
impone la USTR.
Dos puntos en materia automotriz catalogados como “logros clave” por
el gobierno de Trump quedan establecidos así: primero, “este acuerdo
utiliza las reglas comerciales para impulsar salarios más altos, al
exigir que 40-45% del contenido de un auto sea hecho por trabajadores
que ganen al menos 16 dólares por hora; segundo, este acuerdo supera al
TLCAN 1.0 y al Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) al
establecer procedimientos que modernizan la certificación y verificación
de las reglas de origen y promueven su sólida aplicación. Esto incluye
nuevas provisiones de cooperación y ejecución que ayuden a prevenir la
evasión de obligaciones, antes de que suceda”.
La explicación técnica y sencilla al segundo aspecto de documentos
del USTR implica que si México exporta a Estados Unidos más de 2.4
millones de autos deportivos o todo terreno será sujeto a la imposición
de la tarifa arancelaria de 25% por Estados Unidos, y por igual si las
exportaciones automotrices mexicanas superan los 90 mil millones de
dólares.
El año pasado las importaciones de este sector en Estados Unidos
procedentes de México alcanzaron 55 mil millones de dólares y 1.8
millones de unidades vehiculares deportivas y todo terreno.
“México ha hecho concesiones significativas que son realmente muy
buenas para los trabajadores canadienses”, dijo el 29 de agosto Chrystia
Freeland, la ministra de Asuntos Internacionales de Canadá, al llegar a
la sede del USTR para renegociar el TLCAN.
Bajo la sección 232 del acuerdo todavía tripartita, Estados Unidos
doblegó a México para aceptar el castigo con un arancel de 25% si rebasa
la cuota que le impuso a las exportaciones automotrices.
El compromiso finiquitado por Lighthizer y Guajardo suscribe que si
no se pagan los 16 dólares a los trabajadores mexicanos que produjeron
el 40-45% de las partes de un automóvil de exportación, la unidad será
sujeta a un arancel aduanero de solamente 2.5%. Así, el castigo
tributario transfronterizo le sale más barato a la empresa automotriz
que aumentar el salario a los trabajadores.
Cuestionado al respecto, Jesús Seade –el jefe negociador de asuntos
comerciales del equipo de transición de López Obrador que fue observador
en las negociaciones con Estados Unidos durante seis semanas– responde a
Proceso vía telefónica:
“La condición de la regla de origen ahí es que 40% corresponde al
trabajador que recibirá 16 dólares la hora, de los cuales 5/8 –25% de
40%– tienen que ser manufacturas. Ese es 25%, pero tenemos un 15% con
otras áreas como investigación y desarrollo. Entonces, si las empresas
extranjeras quieren seguir produciendo en México tendrán que aumentar su
producción, así como en investigación y desarrollo a cargo de
ingenieros para poder cumplir con 15% de los 16 dólares.”
–Aun así, las empresas automotrices en México van a querer pagar el arancel de 2.5% antes que subir el sueldo.
–Los 16 dólares es un sueldo de ingeniero bastante normal. Hice mi
cálculo y no sé si lo hice mal: lo hice mentalmente, pero 16 dólares
multiplicado por 40 (horas laborales) a la semana es 640 por semana. Si
lo multiplicas por 52, es 30 mil dólares. Eso es lo que ganan los
ingenieros –por lo menos los más picudos– en las fábricas
internacionales en México.
–¿Y el obrero, se sigue quedando atrás?
–El obrero sigue quedándose atrás. Lo dijo muy bien.
En el acuerdo de entendimiento comercial concretado con Trump, el
gobierno de Peña Nieto no logró que la USTR cancelara el arancel de 25% a
las exportaciones mexicanas de acero, de 10% a las de aluminio, lo cual
incrementará el costo de los automóviles fabricados en México y
vendidos en Estados Unidos.
“Eso es parte del acuerdo alcanzado, no se eliminó”, aceptó Guajardo
en la conferencia de prensa ofrecida la semana pasada en la embajada de
México en Washington, aunque le restó importancia el caso.
Los energéticos
Personajes cercanos a López Obrador comentan al corresponsal que si
entra en vigor lo definido con el gobierno de Trump, ya sea en el ámbito
bilateral o trilateral (incluyendo a Canadá) y Washington no anula los
aranceles al acero y al aluminio, el próximo gobierno de México
adoptaría “medidas compensatorias en las importaciones de madera o
plástico”.
Los documentos difundidos por la USTR en torno al entendimiento
comercial con México extrañamente excluyen el capítulo de los
energéticos, aspecto que, como se filtró a los medios de comunicación
mexicanos y estadunidenses, atoró las conversaciones y fue el último
punto en resolverse.
La solución no fue definida por Guajardo ni por el secretario de
Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, con el gobierno estadunidense,
sino directamente por Lighthizer y Seade.
El representante de López Obrador tuvo desacuerdos con el jefe del
USTR, pero al final logró revertir la concesión en materia energética de
Peña Nieto al gobierno y empresas petroleras de Estados Unidos.
Bajo las reglas definidas por el TLCAN 1 (como ahora llaman al
acuerdo trilateral original), en materia energética, el documento
reconoce para el caso de México que recursos como el petróleo o el gas
natural son propiedad del Estado. Destaca también que, al igual que la
reforma energética aprobada en el gobierno de Peña Nieto, el Estado
mexicano está facultado para dar contratos sin ninguna obligación.
En los documentos del USTR sobre el nuevo compromiso comercial
logrado con México en materia energética –revisados por Proceso gracias a
los colegas de un periódico estadunidense que los obtuvo– resaltan
cambios en derechos jurídicos en detrimento de las empresas
trasnacionales.
Hasta el pasado 21 de agosto, Guajardo y Videgaray ya habían
concedido que las empresas extranjeras con inversiones en el sector
energético pudiesen demandar al Estado mexicano por diferentes factores,
pero entre éstos uno primordial: la rescisión de contrato.
Con el gobierno de Peña Nieto, el de Trump había acordado ampliar una
gama de posibilidades para facilitar y generar disputas entre empresas y
Estado. Con la nueva modalidad, y en la cual también está de acuerdo el
primer ministro canadiense Justin Trudeau, ahora hay un inciso que no
estaba en el TLCAN vigente ni en el TPP.
Bajo el título “Violación de contratos”, según los documentos
consultados por el corresponsal, López Obrador doblegó a Trump al
reescribir los elementos de disputas energéticas con elementos
arbitrales que cubrirán únicamente derechos fundamentales contra la
expropiación, discriminación de nacionales y terceros, entre otros.
“Si una empresa no cumple por cualquier motivo o circunstancia lo
acordado, el Estado tiene el derecho jurídico e inapelable de anular el
contrato”, indica el punto del entendimiento comercial finiquitado entre
Lighthizer y Seade en un ambiente ríspido.
En la conversación telefónica con Proceso, Seade se niega a hablar
del aspecto energético del entendimiento comercial con el gobierno de
Trump. Guarda silencio cuando se le pregunta si negoció directamente con
Lighthizer el arreglo jurídico.
“El paquete en su totalidad, creo, es un poco mejor que lo anterior.
El entendimiento comercial salió mejor que una medida de control de
daño. Fue Estados Unidos el que pidió renegociar el TLCAN y no México.
Creo que el resultado fue mucho mejor de lo que se esperaba”, subraya
Seade al hacer un balance de la conclusión de las renegociaciones.
Este reportaje se publicó el 2 de septiembre de 2018 en la edición 2183 de la revista Proceso.
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