¿Cómo se hicieron millonarios?
FRAGUA
Alfredo Harp Helú
es, entre los multimillonarios mexicanos, uno de los más “pobres”. Según
las últimas noticias, su fortuna asciende a 1 200 millones de dólares,
esto es, más de 22 billones de pesos. Al igual que las 16 personas más
ricas del país, su fortuna se construyó a costa de la privatización de
las empresas estatales. En su caso, le tocó beneficiarse de la venta de
la banca nacional en 1991, cuando Salinas le vendió el Banco Nacional de
México (Banamex). Sólo para que nos demos una idea de la magnitud de su
fortuna, si usted o yo quisiéramos ahorrar para juntar una equivalente,
tendríamos que, en primer lugar, ganar mensualmente 15 507 pesos, para
después juntarlos durante 122 mil 525 años.
En la lista de los
mexicanos más ricos del planeta, figuran personas que, al igual que él,
fincaron su multimillonaria fortuna en el neoliberalismo, mediante el
despojo, la privatización de las empresas del Estado y la explotación de
sus trabajadores. Carlos Slim, el sexto hombre más rico del mundo, con
una fortuna de 67 100 millones de dólares, afianzó su imperio con la
compra de Teléfonos de México (Telmex) en 1990, hasta llegar a ser el
dueño de la empresa de telecomunicaciones más grande de América Latina,
América Móvil, así como de muchas otras empresas que participan en
diversas áreas productivas del país, como la construcción de
infraestructura, la banca, la minería y, a partir de la reforma
energética, la exploración y explotación de petróleo. Germán Larrea Mota
Velasco, con una fortuna de 17 300 millones de dólares, quien se
benefició con la venta de la minera paraestatal Minera de Cananea en
1990, y que ahora es propietario de Grupo México, la compañía minera más
grande del país, con una producción de más del 90% del cobre nacional y
el 6% del internacional, responsable de una de las peores catástrofes
ecológicas de los últimos años: el derrame de sustancias tóxicas en el
río Sonora; o Alberto Baillères González, con una fortuna de 10 700
millones de dólares, dueño de Industrias Peñoles, la segunda minera más
grande de México, y accionista de la Fundación para la salud, sociedad
“civil” que durante los últimos años se ha dedicado a lucrar con el
derecho a la salud de millones de mexicanos. Todos estos son burgueses
cuyas decisiones han determinado el rumbo del pueblo mexicano.
Estos empresarios forman parte del Consejo Coordinador Empresarial,
junto con grupo Kimberly Clark y miembro del consejo de administración
de las empresas transnacionales más ricas del país, como Grupo Carso,
Grupo Alfa, Grupo México y Grupo financiero Inbursa; José Antonio
Fernández Carbajal, presidente del consejo de administración de femsa
(dueña de empresas como Coca-Cola y Oxxo), cuyas ganancias alcanzaron un
total de 8 796.4 millones de pesos tan sólo en el trimestre de abril a
junio de este año; o Dionisio Garza Medina, presidente de Grupo Topaz,
empresa que ha ganado más de 3 500 kilómetros en licitaciones de gas y
petróleo.
Este Consejo Coordinador Empresarial fue el mismo
que durante las tres elecciones anteriores emprendió campañas que
buscaban desprestigiar a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), diciendo
que era un “peligro para México” y que, si llegaba a ganar la elección,
el país entraría en una crisis con consecuencias catastróficas para
todos. Pero eso fue en el pasado.
Ahora, como por
iluminación divina o un golpe repentino de conciencia, estos personajes
han decidido llamar a la “unidad” y a la “reconciliación” por el bien de
México. Pero ¿qué hay detrás de estos llamados llenos de “buena
voluntad”? Cuándo hablan del “bien de México”, ¿de qué México están
hablando? ¿Del México de los millones de trabajadores que día con día
tienen que sufrir la miseria y la explotación, consecuencia de este
sistema capitalista neoliberal que nos ha despojado de la mayoría de los
derechos, que nos mantiene trabajando de manera agotadora? ¿Acaso
están hablando del México en donde miles de niños no podrán disfrutar de
sus únicas tareas, jugar y aprender, porque son desaparecidos,
ejecutados, reclutados en las filas del narcotráfico para poder mantener
una guerra contra el pueblo que permita desarticular la organización
popular? ¿Se están refiriendo al México en donde suceden 7 de cada 12
feminicidios ocurridos en América Latina? ¿Están pensando en los más de
33 mil desaparecidos, en la angustia de sus madres y padres? ¿Acaso
están considerando a los casi 300 mil ejecutados cuya muerte ha llenado
de tristeza y rabia los corazones de nuestro pueblo durante los últimos
10 años? ¿Acaso están pensando en ese México proletario? Nosotros
sabemos que no, porque ellos son y han sido los responsables de la
profunda crisis en la que se encuentra nuestro pueblo. Ellos, son lo que
nos han impuesto salarios de miseria, condiciones laborales indignas y
violencia que sirve para despojarnos de nuestra tierra y nuestros
recursos naturales, además son los únicos que se han beneficiado de las
circunstancias actuales: no es casualidad que después de más de 40 años
de neoliberalismo sus fortunas se hayan duplicado, triplicado y hasta
cuadruplicado.
Consideramos que la tarea del pueblo debe
pasar del grito “¡basta!”, a la reflexión y a la acción organizada que
arrebate el poder político y económico a esa burguesía. No podemos
esperar que la cúpula de MORENA lo haga, porque, aunque es verdad que
MORENA es un partido que tiene una base formada por la clase
trabajadora, en él también convergen sectores de la pequeña burguesía y
la burguesía afectada por las políticas neoliberales, que encontraron en
la propuesta de AMLO un respiro a sus circunstancias, pero que no están
dispuestos a perder sus privilegios no más porque “primero están los
pobres”. Por esta razón, es necesario que como pueblo se exija el
cumplimiento de los puntos más democráticos y progresistas del programa
de MORENA, aquellos que en realidad traerán un pequeño respiro a la gran
mayoría. Mientras que como movimiento popular independiente debemos
aprovechar e inflamar el impulso de nuestro pueblo para fortalecer el
crecimiento del nivel de conciencia de clase proletaria; debemos ser
capaces de construir una alternativa real a las problemáticas que
sufrimos en el barrio, en los centros de trabajo, en las escuelas, en
las calles; debemos seguir exponiendo la naturaleza del capitalismo, las
características del neoliberalismo; debemos, en todos los lugares en
donde nos paremos, explicar por qué únicamente en el socialismo podremos
disfrutar del fruto de nuestro trabajo y vivir dignamente.
NOTA:
Este artículo fue publicado en el No. 36 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular ( OLEP ), Agosto-Octubre 2018.
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