El expresidente de Uruguay ha sido protagonista de la Mostra de Venecia por partida doble: es el centro del documental El Pepe, una vida suprema, de Emir Kusturica, y se ha llevado a la ficción su cautiverio en La noche de 12 años
Sin dejar de llenar de agua su mate, o mejor,
sin dejar de pedir que uno de los asistentes de su delegación lo
hiciera, el veterano político Pepe Mujica recorrió el domingo muchas de
las salas nobles del mítico Palazzo del Casinò, la vetusta sede de la
Mostra de Venecia. Él mismo lo reconocía al inicio de su entrevista con
eldiario.es. En un festival de cine se sentía "como perro en cancha de
bochas", y si seguimos el consejo que nos daba -buscar el significado de
la expresión rioplantense- sabremos que para él hablar con expertos en
cine no era precisamente cómodo. "He venido por la amistad que me une
con Kusturica. Me dijo que si yo no venía, él tampoco. Y como se ha
dedicado media vida al cine, me parecía injusto. Pero me voy esta misma
tarde, voy a huir", decía con media sonrisa.
El cineasta bosnio, artífice de Gato negro, gato blanco, ha retratado la vida diaria y el pensamiento político de Mujica en El Pepe, una vida suprema,
un documental que se ha proyectado en la Mostra. Además, el director
uruguayo Álvaro Brechner ha presentado también en el festival La noche de 12 años,
un retrato de su cautiverio, mucho antes de llegar a ser presidente de
su país. En este caso se trata de una ficción, y quien le da vida es el
actor español Antonio de la Torre. En definitiva Mujica, de 83, que fue
de los Tupamaros a la cárcel y de ahí a la presidencia, ha sido la
estrella del fin de semana en Venecia, y a su alrededor se han
arremolinado los medios de comunicación más importantes del mundo. Para
hablar de socialismo, de la situación de América Latina y, por supuesto,
de sus películas.
¿Quiso que el documental fuera un escaparate de sus ideas políticas?
No, no tiene nada que ver. En el período en que se hizo yo era
presidente, en un país en el que no hay reelección. Ya tengo 83 años, no
soy un pibe. Mi porvenir hay que contarlo cortito. Y soy muy consciente
de eso. No, no. Hace muchos años me habían hecho una película, la
primera vez que salí como legislador la pasaron en el Festival de
Berlín. No tiene nada que ver con la comunicación política. Creo que el
cine es un arte, pero hay cosas bastante profundas que yo no las
transmitiría jamás con imágenes. Soy antiguo. En principio era el verbo,
y creo en la magia alada de las palabras.
En estos días México se encuentra en plena transición política. ¿Qué consejo le daría a López Obrador?
México lindo y querido. Es el país de América Latina que ha dado más
asilo. En 1940 recibió un millón de españoles, y a nadie se le ocurrió
hacer manifestaciones. Tuve muchos compatriotas que en los años de
dictadura vivieron en México. Como dijo Porfirio: "Tan lejos de Dios y
tan cerca de Estados Unidos". Tiene una frontera maldita por la que pasa
de todo, menos la esperanza. Y ahora toca la coyuntura de un presidente
raro del otro lado. Pero creo que hay que respaldar a ese Gobierno, que
intenta resolver el problema del narcotráfico. México pone los muertos y
la lana va por otro lado. Vaya papel. Yo pediría que tengan paciencia y
que acompañen al Gobierno. El Gobierno no puede hacer magia, pero creo
que México ha tenido una reacción, está buscando la salida. Ojalá que no
pierdan la oportunidad.
Y más al sur, Brasil. ¿Qué opinión tiene de Lula?
Lula es un personaje. De vez en cuando surgen tipos muy del pueblerío.
Hizo una carrera sindical y la gente lo quiere. Mucha gente. Sobre todo
sectores humildes de población. La gente... yo no tengo duda de que
tiene necesidad de creer. En Brasil mucha gente lo apoya, cada vez más,
por las cosas que está implementando el Gobierno actual. Como una
reacción. Por ejemplo, por su tentativa de ir a un derecho laboral que
es anterior a 1930. Entonces creo que las medidas que está tomando el
Gobierno hacen que la gente esté a favor de Lula.
¿Le ha decepcionado el socialismo en ciertos países? ¿En Venezuela? ¿Los países soviéticos?
Eso nunca fue socialista, eso fue estatismo. Que no es lo mismo. El
hombre tiene siglos de vivir en comunidad. La revolución neolítica tiene
apenas 10.000 años y la revolución capitalista tiene 300 años.
Antropológicamente somos gregarios, no podemos vivir sin sociedad. Lo
que pasa es que se ha confundido socialismo con estatismo, y con
imposición. Están más cerca algunos indígenas del socialismo que lo que
pasó en la Alemania oriental. Tengo una concepción autogestionaria, no
estatista. El socialismo no puede estar peleado con la libertad.
¿Por qué cree que se ha convertido en un símbolo?
No soy yo, es la necesidad de la gente, que no tiene símbolos, no tiene
cosa en qué creer. No tengo la culpa. Me agarran a mí como chivo
expiatorio, porque los seres humanos somos utópicos. Necesitamos creer
en algo. Y el tiempo moderno no nos deja creer en nada. Entonces aparece
un símbolo y la gente... Yo no soy otra cosa que un viejo sencillo y
sobrio, y planteo la sobriedad en la vida como bandera para concebir la
libertad. Si tengo mucho compromiso económico, tengo que vivir
trabajando por la exigencia económica y no me queda tiempo para vivir.
Si soy sobrio, vivo con lo justo y me queda tiempo para hacer las cosas
que a mí me gustan. Que no son negocios. Hay que tener tiempo para los
afectos, para las relaciones personales. La vida se nos va. No tiene
sentido gastar la vida pagando cuentas, llenándose de cosas. No puedo
arreglar el mundo, pero le puedo decir a los jóvenes que tienen la
libertad en la cabeza, que no se dejen arrastrar. ¿Por qué? Porque viví
muchos años preso, y el día que me ponían un colchón estaba contento. Y
llegué a la conclusión de que las cosas fundamentales son muy pocas.
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