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La lucha feminista y la ecologista están íntimamente relacionadas y tienen que ir de la mano para caminar hacia un mundo verde y en paz. El modelo de vida y de consumo capitalista y patriarcal se sostiene por la explotación del planeta, sus recursos y la violación sistemática de los DDHH, donde las personas más vulnerables son mujeres y niñas por la feminización de la pobreza, los roles asociados de cuidados y la violencia machista. |
En
la imagen, unas mujeres muestran sus trabajos en el campo de refugiados
Petra Olympiu, en la falda del monte Olimpo, en Grecia.
EFE/Archivo/Almudena Echánove
El
ecofeminismo señala que la explotación y la degradación del mundo
natural y la subordinación y opresión de las mujeres tienen el mismo
origen. Las armas, las drogas, la prostitución y la contaminación son
rentables al sistema capitalista y a su PIB; sin embargo, la paz, el
aire limpio y los cuidados no. El sistema capitalista pone en el centro
el dinero, no la vida.
A lo largo de la Historia se han
ignorado las demandas del feminismo de forma sistemática (Revolución
francesa, lucha por la abolición de la esclavitud o movimiento obrero).
El ecologismo no ha sido una excepción. Como resultado, una parte de la
lucha feminista no se ha integrado en la lucha ambiental. Sin embargo,
ambas están íntimamente relacionadas y tienen que ir de la mano para
caminar hacia un mundo verde y en paz.
El 25 de noviembre se
celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la
Mujer. Violencia como punta del iceberg de la desigualdad. Pero, ¿Qué
tiene que ver la violencia a las mujeres con los problemas ambientales?
Las consecuencias de desastres naturales generan un incremento de
violencia con especial vulnerabilidad para mujeres y niñas/os. La ONU
alerta que la violencia contra las mujeres y niñas/os llega a afectar al
70 % en países en conflicto y asolados por desastres naturales. Casos
como el control de recursos naturales en la R.D. Congo suponen una
violación flagrante de los derechos humanos, en el que la violencia
sexual es un arma de guerra que se utiliza contra mujeres y niña/os.
Según datos del PNUD, las probabilidades de que una mujer sea víctima
de la violencia doméstica o sexual aumentan después de un desastre. Y si
hablamos de personas desplazadas por el clima, el 80 % son mujeres,
según Women’s Environmental Network.
Por otro lado, no
olvidemos las violencias invisibles: las estructurales y culturales que
alimentan la violencia directa (Triángulo de Galtung). Estas violencias
sutiles invisibilizan a las mujeres tanto en su vulnerabilidad como
agentes generadoras del cambio.
En este sentido, es fundamental
que en el análisis de la problemática ambiental haya un estudio de
género para conocer el acceso a los recursos, la gestión de los mismos,
su degradación e impacto diferenciado así como la participación en la
toma de decisiones. Sólo así, se identificarán las distintas realidades y
vulnerabilidades y, por tanto, el abanico completo de soluciones,
teniendo una incidencia real en el problema, que de otra manera queda
sesgado.
El ecofeminismo está en el ADN de Greenpeace, las tres
fuentes de las que se nutre el pensamiento Ecofeminista (utopías
feministas de los 70, activismo y resistencia antimilitarista de la
época y lucha antinuclear) conectan directamente con sus orígenes y con
la historia de vida de nuestras fundadoras.
Cuatro de las siete
personas que fundaron Greenpeace eran mujeres y tenían impregnada la
denominada contracultura que surgió en los años 60 y se prolongó hasta
mediados de los 70 y las luchas del movimiento ecologista, feminista,
antirracial y pacifista de la época. La organización no las reconoció ni
visibilizó en su día.
Es importante cuestionarse para mejorar y
reconocerse también. Por ello, Greenpeace España está trabajando para
incorporar la perspectiva de género y elaborar un Plan interno de
Igualdad para contribuir con nuestro trabajo hacia afuera.
Nuestros informes muestran los impactos diferenciados por género, por
ejemplo, en el desastre de Fukushima, cuyas consecuencias son mayores
en mujeres y en la infancia . También demandamos incluir la
perspectiva de género en los problemas de empleo y pobreza en las zonas
mineras para conseguir una transición justa hacia las renovables. Hemos
visibilizado la contribución de mujeres activistas en los incendios de
Indonesia, la construcción de paneles solares con una cooperativa de
mujeres en el Sur de Líbano o la labor de mujeres científicas en la
Antártida, donde antiguamente se las prohibía ir y ahora están en el
corazón de la acción para contribuir a crear el área protegida más
grande de la Tierra.
Asimismo nos hemos sumado a la iniciativa
“En energía, no sin mujeres”, que pretende visibilizar a las mujeres en
ese sector para conseguir una transición justa. Así lo celebramos y
denunciamos a comienzos de este mes en el concierto “Enérgicas”, un
festival de mujeres para sensibilizar sobre la importancia de una
transición energética que acabe con el modelo actual, contaminante y
machista y caminemos hacia un modelo justo y verde.
El
ecofeminismo, por tanto, es una propuesta clave y necesaria para dar
salida a la crisis ecológica actual. Una propuesta que pone en el centro
la vida. No puede ser de otra manera, dependemos de las personas para
nuestros cuidados (interdependencia) y de los recursos para nuestra
supervivencia (ecodependencia). A priori, causas que parecen ecologistas
y neutras al género y que, sin embargo, son fundamentales en las
demandas feministas. Y al revés de igual manera.
Greenpeace
nació en 1971 para protestar contra las pruebas nucleares en Amchitka,
con el lema: “Queremos paz y que sea verde”. Hoy reivindicamos que sin
equidad no hay paz, y que ecologismo y feminismo van de la mano.
Ana Arias y Mónica Parrilla. Equipo de Género de Greenpeace España
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