1/26/2023

Amor por García Luna

 “Los medios han usado otras tácticas de banalización para el juicio de García Luna”.

Fabrizio Mejía Madrid


El 23 de enero pasado, el diario El Financiero tituló una nota de la agencia española EFE sobre el juicio a García Luna, así: “Te amo: las frases que marcaron el inicio del juicio contra García Luna”. La nota del Financiero se refería al criminal que usó al gobierno de Felipe Calderón como brazo ejecutor del Cartel de Sinaloa, como “jovial y enérgico” y concluyó con el siguiente párrafo: “Al concluir la sesión, García Luna volvió a lanzar un beso a su esposa y en sus labios se leyó un “te quiero”, que pronunció antes de girarse y golpearse con la puerta que los alguaciles le habían abierto para que abandonara la sala”.

El mismo diario mexicano remachó su idea del criminal ex jefe de las corruptas policías desde Vicente Fox y Felipe Calderón como alguien enamorado. Publicó, firmado por su Redacción, una nota que tituló: “El gesto de amor que el ex policía lanzó a su esposa Linda Pereyra”. Ya en el texto, los redactores confundieron que García Luna tiene derecho a un juicio justo con desestimar sus delitos porque es un hombre de familia. Escribieron: “El primer capítulo de la prolija historia de Genaro García Luna comenzó con un ‘te amo’ y un saludo a su esposa, Linda Cristina Pereyra, quien asistió junto con su hija a la Corte de Brooklyn, Nueva York (Estados Unidos), donde se procesará a quien fuera la máxima autoridad de la lucha contra las drogas. A García Luna, de 54 años, se le vio entero, pulcro y de buen ánimo pese a las estrictas condiciones a las que ha sido sometido por parte del gobierno estadounidense. Cristina Pereyra llegó ataviada de un abrigo negro con el cabello suelto. Su figura acaparó los ojos de su esposo, quien desde lejos movió la cabeza y pronunció palabras de amor”. Por su parte, El Universal, que le dedicó 20 veces más notas a la muerte de Polo Polo que al juicio, repitió la misma nota de EFE. También tituló uno de sus editoriales con la siguiente auto-inculpación: “Juicio a García Luna: ¿Hay alguien libre de pecado?”

Pongo estos dos ejemplos de periodismo pueril porque, al iniciar el juicio contra Genaro García Luna en Nueva York por servir, desde sus cargos con Vicente Fox y Felipe Calderón al Cartel de Sinaloa, porque debo confesarles que sí me sorprendieron los periódicos capitalinos, la radio y la televisión corporativas con la táctica mediática que adoptaron para no hablar del gravísimo caso de corrupción y criminalidad que se despliega ante nuestros ojos. De esto trata esta columna, de la línea editorial de los medios tradicionales: banalizar el juicio.

Lo primero que vemos es la idea de presentar en García Luna, no a un criminal que usó su cargo público durante los gobiernos de Fox y Calderón para fortalecer y hacer crecer territorialmente al Cartel de Sinaloa, sino a un hombre enamorado. Esa táctica ya la había usado Rosario Robles durante las investigaciones de la corrupción de su entonces pareja, Carlos Ahumada. En 2005, en medio del vendaval de los videoescándalos, Robles usó esa figura cuando declaró: “Soy una mujer como todas, que se enamora, que tiene afectos y desapegos, soy una mujer que ha puesto el corazón en todo. Eso a veces es bueno, a veces no”. Ahora, con García Luna, la idea es presentarlo como una víctima que le lanza besos a su amada esposa en la corte. Esa intimidad banaliza la razón judicial por la que está siendo juzgado y funciona de la misma manera en que operan las fotografías de Peña Nieto disfrazado con su novia en una pizzería o mal bailando en una boda: hay algo que no puede ser criminal en alguien que hace lo que hacemos todos, tener pareja, salir con ella a divertirse.

Si la nota de EFE en El Financiero y El Universal son los besos lanzados, se busca generar el mismo resultado: minimizar el caso judicial de complicidad con el crimen organizado, lavado de dinero, y sobornos con la apariencia de un hombre de familia. Porque los datos están silenciados hasta el 2024, sólo podemos suponer que son alrededor de doscientos mil muertos en el gobierno de Felipe Calderón; 40 mil desaparecidos; y dos millones de desplazados. Eso es lo que significa el juicio a García Luna, porque, mientras Calderón decía estar combatiendo al crimen organizado, lo estaba organizando en torno a él y a García Luna, ayudado por su mano derecha, Juan Camilo Muriño y por el General de los vuelos de la muerte en el Guerrero de los años setenta, Mario Arturo Acosta Chaparro. No es sólo el engaño, la traición, lo que debiera generar indignación en los medios, sino las consecuencias en muertes, dolor, y sufrimiento que produjo el sexenio de Calderón. Nada de eso existe cuando se cabecea la nota con el “te quiero” del criminal. Lo trivial de este engaño es que la apariencia de inocencia lo haga inocente.

Los medios han usado otras tácticas de banalización para el juicio de García Luna: han dicho que no hay nada nuevo, para justificar que sus notas sean más sobre el humo en el Metro, los nominados al Óscar, y —ya dijimos— la muerte del cómico Polo Polo. La idea de lo noticioso como lo inédito, lo flamante, lo de estreno, lleva a negarle el derecho a la información a sus usuarios. Por el contrario: el juicio a García Luna es la posibilidad de que entendamos, por primera vez, qué ocurrió en los sexenios panistas, qué nivel de complicidad tuvieron con el crimen organizado, cómo mintieron sobre su promesa de eliminar la inseguridad, y hasta qué nivel sus fortunas personales provienen de actividades ilegales. El juicio a García Luna es la posibilidad de evaluar el fracaso de la guerra contra las drogas, sus costos para México y Colombia, la podredumbre de las agencias anti-narcóticos de los Estados Unidos. Es esa oportunidad pero los medios mexicanos nos dicen: “No hay nada nuevo, es un show mediático para linchar a un pobre jefe policiaco”. Sobre estiman los eventos y subestiman los procesos. Así lo dijo Ciro Gómez Leyva en su noticiero en Imagen al recordar que García Luna había liberado a unos reporteros de Milenio y Televisa cuando fueron secuestrados por un cartel en Durango en julio de 2010: “La policía federal encabezada por Genaro García Luna, por Luis Cárdenas Palomino, y por Facundo Rosas, rescataron sano y salvo a nuestro compañero de trabajo. Coincidencias”, sentenció Gómez Leyva como si ese evento exonerara al jefe policiaco de todo un proceso contínuo de una empresa criminal de tres sexenios, que son los cargos que enfrenta. La idea es decir que es un show como se entiende el teatro, es decir, se personifica un libreto; lo que se diga no es real o auténtico. Lo auténtico sería, como dijo la defensa de García Luna, un video, una grabación, una foto, no puros testimonios. Como si en el mundo del crimen organizado en su encuentro con el crimen del panismo cómplice, la gente se tomara selfies y grabaciones para Tik Tok.

Sostienen los medios televisivos y radiofónicos otra banalización del caso: que al juicio van testigos que son narcotraficantes que están luchando por obtener beneficios en sus sentencias. Según ellos, si conociste el entramado de una organización criminal por dentro, no eres buen testigo. Así de absurdo. Supongo que esperan que se presenten a declarar contra García Luna el Dalai Lama o Greta Thunberg. Desvirtúa con ello la idea misma de un testigo colaborador, es decir, alguien que fue participante y observador de los delitos cometidos. Que estén buscando aminorar sus sentencias no quiere decir que mientan bajo juramento delante de un jurado. Tienen que servirle a la parte acusadora para que ésta ponga en la mesa una reducción de sentencia. Lo que es lo mismo: los fiscales tienen que encontrar puntos de coincidencia entre distintas versiones de testigos y formas de acreditar que se trata de la verdad. Los doce jurados tienen que encontrar veracidad en los testimonios de los testigos. Y el juez debe instruir sobre tal o cual dicho. La colaboración es un tema judicial complejo. Pero los medios mexicanos lo ponen como si fuera un circo de narcos mentirosos a los que nadie les tomó declaración antes, a los que nadie comprobó sus dichos, a los que no se les sometió a la coherencia con otros testimonios o indicios. Son puros narcos mintiendo para vengarse de García Luna, que era un policía intachable que manda besos a su esposa. Ese es el retrato que quieren que escuches.

No deja de tener su gracia el que los medios masivos de comunicación digan que no creen en la palabra de los testigos —que creerían más en una selfie de los narcos entregándole dinero a Calderón— al mismo tiempo que deciden callar sobre la información del juicio. Mudos y sordos frente a la oportunidad de entender el proceso de descomposición del estado mexicano bajo los gobiernos de Acción Nacional, opera en ellos esa sospecha de las palabras en contraste con las imágenes. No quieren palabras, demandan imágenes porque saben que así justifican su silencio. Pero lo que aquí describo es que el único evento noticioso real es el silencio de los medios sobre el juicio. Es la decisión de callarse como si hacerlo borrara la historia del genocidio que cometieron Calderón, García Luna, Cárdenas Palomino, Pequeño García y Medina Mora. Ese proceso de degradación nacional sólo puede ser explicado con palabras, no con imágenes. Es un proceso, no un evento. La realidad no puede ser un automatismo social, como una encuesta o un rating; es una narración y los medios corporativos se han negado a hacerla. Tratando de seleccionar sus noticias, las mesas de redacción abren los espacios para Polo Polo pero evitan a García Luna. Prefieren el humo en el metro de la Ciudad a García Luna. Prefieren la demanda de Gloria Trevi, a Laisha Wilkins que celebró anticipadamente la muerte del procurador Gertz. En esa evasión, en ese su silencio, está la verdadera noticia de estos días.

Se han silenciado una vez más. Lo habían hecho en el gobierno de Calderón cuando Loret, Alatorre, Ferriz de Con, Gómez Leyva, Curzio, López Dóriga y Pérez Cañedo anunciaron un decálogo para autocensurarse en las noticias de la violencia porque Calderón así se los pidió para no “generar más terror social”. Pero, ahora, habría explicaciones más noticiosas. En los días previos al juicio en Nueva York, la revista Contralínea publicó varios reportajes sobre los nexos financieros de las empresas de García Luna con diarios y comunicadores. Según el reportaje firmado por su director, Miguel Badillo, la empresa de García Luna, Glac Security Consulting Technology Risk Management recibió 12 millones de pesos del diario El Financiero y 13 millones de El Heraldo, así como se alió en una segunda empresa de instalación de cámaras de seguridad para cárceles con el dueño del Financiero. También se asoció en la manufactura de tarjetas de pre-pago que fueron usadas para aportar dinero al fallido partido de los Calderón-Zavala, México Libre. Una de las dueñas de la empresa Glac Security era la esposa de García Luna, Linda Cristina Pereyra Gálvez. A la que El Financiero, EFE y El Universal retrataron recibiendo besos en el aire.

Decidir difundir la supuesta espontaneidad del recluso mandando besos, en lugar de narrar el proceso que lo tiene detenido y en juicio, es hacer de ese detalle algo importante, cuando lo relatado es lo que tienen más valor. No es que los medios se estén desviando ahora, sino que la autocensura, la banalización, y el silencio han sido siempre sus métodos normales. No sólo las corporaciones que son dueñas de los medios recibían dinero de los gobiernos de Fox, Calderón y notablemente de Peña Nieto para practicar la sordera, sino que se hicieron socias de sus compañías de seguridad privada. Pero no todo son intereses económicos. Hay, también en la dirección de los medios una idea de que no existe “combate” al crimen organizado si no hay ejecutados en las calles. Cuando los testigos cooperantes en el juicio hablan de que todos esos muertos, 200 mil, murieron en vano porque, en realidad, la estrategia era beneficiar desde el gobierno de Calderón a un solo cartel, el de Sinaloa, entonces, los medios que fueron cómplices prefieren callar o banalizar todo. Como último ejemplo transcribo aquí lo dicho el 17 de junio de 2022 por Carlos Marín en entrevista con Gómez Leyva: “A (García Luna) se le ha linchado de una manera brutal y no se diga desde Palacio Nacional. Y se toma como referente, digamos de la corrupción y de la pasividad que prevalece en el combate a la delincuencia. A él y a Calderón. Bueno, ¿dónde está la civilizada presunción de inocencia de un juicio que no empieza porque, sencillamente, la fiscalía neoyorkina habla de tener millones de fojas en el expediente, al que le sumó todo el expendiente del caso del Chapo Guzmán. Entonces, ¿de veras creen esta tontería que no se le habría ocurrido ni a Juan Orol. Y hay gente que lo cree y eso habla de una anemia neuronal aguda por quienes toman en serio estas pendejadas”. El juicio, según este columnista de Milenio, es repetido, es una ficción de cine y, por último, quien lo crea es, por definición, un imbécil. Hasta ahí llega el amor por García Luna.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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