Uno de los aspectos novedosos del documental de la joven cineasta es la incorporación, en una primera parte bastante hermética, de elementos subjetivos, casi oníricos, ligados a la experiencia sentimental de la protagonista, y que son el contrapunto de un registro más realista en lo que finalmente es un documental político sobre el hostigamiento y persecución de estudiantes en un país renuente a liberarse de sus prejuicios morales ancestrales. Las fuerzas policiacas refuerzan aquí una represión institucional y académica que tiene en la mira no sólo a la disidencia estudiantil, sino a minorías musulmanas identificadas con grupúsculos terroristas y que son perseguidas dentro de la misma escuela por un grupo derechista violento.
Una noche de no saber nada captura ese ambiente de incertidumbre y zozobra, al tiempo que expone las contradicciones de clase de algunos estudiantes en lucha, jóvenes privilegiados que ignoran las necesidades de las mismas personas, de clase popular, que los reprimen, en particular de las mujeres policías a las que la directora presta una atención especial. Hay una referencia directa al cineasta Pasolini, crítico acerbo de las complacencias de los estudiantes burgueses del viejo 68, en esta cinta que entremezcla cuestiones de clase y de género, de castas hegemónicas y de intolerancia religiosa. El resultado es un documental híbrido entre el señalamiento político y una subjetividad aleatoria, y que en el aspecto formal, más que en el temático, ofrece un gran despliegue de inventiva artística.
Se exhibe en la sala 7 de la Cineteca Nacional a las 14 y 18:15 horas.
https://www.jornada.com.mx/2023/07/12/opinion/a09o1esp
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