7/18/2023

¿Quién inventó a #XóchitlGálvez ?

Violeta Vázquez-Rojas Maldonado


La velocidad con la que se suceden unos hechos a otros en una contienda electoral de facto como la que vivimos actualmente hace parecer que lo que pasó hace apenas unas semanas no sucedió nunca, y que el presente tal como es era inevitable y de antemano conocido.

Pero esto es una ilusión. Hace apenas un mes, la todavía senadora Xóchitl Gálvez se apersonó en la entrada de Palacio Nacional con la orden de un Juez que mandataba al Presidente Andrés Manuel López Obrador a recibirla en su conferencia matutina para ejercer su derecho de réplica ante unos señalamientos supuestamente erróneos de parte del Presidente. El Presidente, sin embargo, se reservó su derecho de admisión y reviró que la Senadora sólo estaba buscando un foro donde hacerse publicidad, pues estaba, a juicio del presidente, buscando una candidatura, no le quedaba muy claro si para Jefa de Gobierno o para la Presidencia.

Hace apenas tres semanas, en una conversación con Sabina Berman, no tenían claro, ni la entrevistadora ni la entrevistada, si Gálvez buscaría la candidatura para gobernar la Ciudad de México o el país entero: “Hasta el día de hoy yo he puesto mis ojos en la Ciudad de México, he trabajado tres, cuatro años en un proyecto de ciudad”, decía Gálvez. Y más adelante también admite: “Yo no pertenezco a las élites de los partidos. Una de las cosas por las que no me hacen candidata en la ciudad pues es aparentemente porque no soy parte de esta élite”.

Sin embargo, en unas semanas, las cosas cambiaron. Un mes después de la escena en la que la gran puerta de Palacio Nacional no se abrió para ella, el nombre de la Senadora Xóchitl Gálvez sonó repetidas veces -en una racha de varios días- enunciado por la voz del Presidente. La describió como la candidata de Carlos Salinas, de Vicente Fox, de Claudio X. González y de lo que él llama “la mafia”. El 14 de julio, López Obrador presentó una tabla en la que se mostraban los montos millonarios de los contratos de las empresas de Gálvez, tanto con entidades públicas como con privadas. Todo esto generó una reacción exacerbada en redes sociales y en columnas periodísticas, que hiperbólicamente comparaban los dichos de López Obrador con el desafuero promovido por Vicente Fox contra él mismo en 2005.

Según varios analistas, López Obrador cometió el error de “engancharse” con Gálvez al punto de hacer su figura tan visible y conocida que ya se le considera la virtual candidata del frente amplio conformado por los partidos de oposición, PRI, PAN y PRD. Como confirmación de este supuesto error estratégico del Presidente, ya varias figuras que buscaban esa candidatura han declinado sus aspiraciones, y apenas un par de elementos destacados (entre ellos Santiago Creel y Enrique de la Madrid) continúan en la contienda interna.

Vale la pena repensar si este cambio de opinión del Presidente, que pasó de decir abiertamente que no le haría publicidad a Gálvez a convertirse quizá en su mayor publicista, es verdaderamente un error o un movimiento calculado. No soy entusiasta de pensar que AMLO es un político que no comete errores o que jamás enfrenta traspiés. Antes al contrario, creo que lo que mejor lo describe es su capacidad de sacar provecho de cualquiera de estas dos cosas cuando se presentan.

También me parece que quienes explican que las constantes menciones que hace AMLO de Gálvez en las mañaneras son exabruptos de un Presidente obnubilado, le atribuyen a Gálvez un poder que no tiene: el de obsesionar al político más experimentado del país como si se tratara de una adversaria con posibilidades reales de echar abajo lo logrado por su Gobierno.

La verdad, como siempre, suele encontrarse entre los extremos. Si hace un mes no era claro a qué candidatura aspiraba Gálvez, ahora es indiscutible: se ha registrado como aspirante a –lo que en los hechos es– una candidatura por la Presidencia de la República. Y fueron las menciones de AMLO las que la ayudaron a tomar la determinación. El Presidente la hizo blanco de sus críticas y eso definió para ella la naturaleza de la contienda en la que se iba a involucrar. Es un triunfo para Gálvez, en gran medida, pero no lo es menos para López Obrador, quien de esta posible candidatura presidencial saca, al menos, tres ventajas, que aquí me propongo enlistar.

Primero, López Obrador parece haber aprovechado bien la debilidad más franca de sus adversarios: la ambición desmedida. Las menciones constantes de su nombre resultaron ser un canto de sirenas que encantaron a Gálvez y a sus seguidores con la fantasía de que pudiera llegar a ser presidenta. No tardaron en desviar sus naves hacia ese rumbo perdido los intelectuales de la oposición: Aguilar Camín, Silva Herzog, Guadalupe Loaeza y tantos más. Hubo, incluso, quien la comparó, en una columna del periódico Reforma, con una virgen aparecida, milagrosa. Lo que no vieron es que, al presentarla como posible candidata presidencial, Gálvez dejó ir la posibilidad de aspirar a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, un cargo que habría tenido muchas más probabilidades de ganar. Esa candidatura, en cambio, muy probablemente quedará en manos del grupo de Santiago Taboada, el alcalde de Benito Juárez manchado por sus vínculos con el llamado Cártel Inmobiliario.

La segunda ventaja que saca López Obrador de presentar a Gálvez como muy posible candidata opositora es que, al dirigir la atención hacia un adversario fuera de Morena, libera la tensión que se empezaba a generar en la contienda interna por la candidatura presidencial de su coalición. Es bien conocida esta estrategia obradorista: para convocar la unidad al interior del movimiento, no hay nada mejor que un adversario afuera. Y en un momento en el que la oposición parecía desdibujada, carente de proyecto, de programa y de candidato, López Obrador terminó siendo el artífice, no sólo de sus figuras presidenciables, sino que indirectamente también de su método de selección: resulta que el candidato de la alianza opositora será electo en un proceso que -con algunas variaciones mínimas- es el fiel reflejo del proceso interno de Morena y sus partidos aliados. Quienes vaticinaban que López Obrador sería quien, a fin de cuentas, decidiera quién iba a sucederlo en la presidencia bajo la bandera de su partido, nunca vieron venir que, más bien, terminaría definiendo la forma y los contendientes del proceso interno de la coalición opositora.

La tercera ventaja que reviste para AMLO la eventual candidatura de Xóchitl Gálvez se confirmará a su tiempo, pero ya algo se puede avizorar: a pesar de tener una simpatía natural (que no ganamos nada con negar), a pesar de su origen clasemediero popular y su manera desgarbada, ligera, de comunicar, Gálvez está corriendo muy pronto el riesgo que deciden enfrentar quienes quieren ganar mucho en poco tiempo y saltándose el trabajo fino. La sobreexposición de Gálvez, la defensa que hacen de ella personajes impresentables como Vicente Fox o Felipe Calderón, el esfuerzo notorio de presentarla a toda costa –a ella, una política de larga trayectoria– como “ciudadana”, y hecho de que sus simpatizantes se mueven más por el encono hacia el presidente que por el entusiasmo que les suscita ella, terminarán por desgastarla. Hace poco, en una reunión de “Spaces” de Twitter, convocada para defender a Gálvez de los supuestos “ataques” del Presidente, los participantes fantaseaban con un posible atentado contra su candidata, perpetrado –en su imaginación retorcida– por López Obrador, o incluso por la vía del crimen organizado, y proponían cooperarse “si es necesario, vendiendo gelatinas o tamales” –sentenciaba uno–, para conseguirle una camioneta blindada. Al día siguiente comenzó a circular la convocatoria a una marcha para apoyar Gálvez, quien en tan sólo unos días, pasó a convertirse de virgen en mártir adelantada. La convocatoria reza: “Obrador tiene la fuerza y las armas, nosotros, la verdad y la libertad”.

La oposición, o al menos una parte de ella, sueña con que la tabla con cifras que mostró el Presidente en su conferencia matutina tenga el efecto que tuvo el juicio de desafuero contra él mismo en 2005. Lo que olvidan es que ese juicio desembocó en un enorme movimiento nacional que desbordó las calles y que continuó tomándolas durante años, hasta ganar finalmente las elecciones presidenciales dos fraudes y trece años después. Es irrisorio pensar en un destino siquiera comparable para la candidatura de Gálvez. A fin de cuentas, todavía le falta vencer en su propia contienda interna, y tal vez entonces veamos que, si el Presidente la eligió como adversaria, no es por su fortaleza, sino porque, al igual que el grupo de intereses económicos que la impulsa, no tardará en caer víctima de su propia, desmedida e ingenua, ambición.

Violeta Vázquez-Rojas Maldonado

Doctora en lingüística por la Universidad de Nueva York y profesora-investigadora en El Colegio de México. Se especializa en el estudio del significado en lenguas naturales como el español y el purépecha. Además de su investigación académica, ha publicado en diversos medios textos de divulgación y de opinión sobre lenguaje, ideología y política.

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