9/30/2011

LA IMPOSTURA DEL CAPITAL: El Calderonismo y la subjetivación del miedo



El que los pobres de nuestro país dejen de serlo en alguna medida no beneficia a los poderosos. La función de México no es mejorar, porque para ellos México no es propiamente un Estado-Nación


México se encuentra geográficamente como en un cuello de botella. Forma parte, junto con América Central, de una especie de puente entre dos grandes bloques. Da la impresión de un espacio de tránsito, un no-lugar. En la configuración espacial-imaginaria del planeta es un más un paso que un sitio, y así lo percibe Estados Unidos: un granero, un traspatio, una entidad sin peso ontológico que adyace y sirve a la metrópoli. Es el enlace con el resto del continente. Los países sudamericanos no dejan de verlo como un lacayo del monstruo. Con una de las biodiversidades más grandes del orbe, siempre ha constituido un botín. Podrá decirse lo mismo del resto de las colonias, pero la cercanía con la en entredicho “primera potencia” agrega componentes que lo distinguen del resto del “subdesarrollo”. La hegemonía (que me perdone Castells, pero con todo y su “sociedad en red” la hegemonía es un fenómeno patente y actualizado) a todos los niveles que viene de la proximidad con la todavía base del Imperio, a forjado una sociedad mezquina, codiciosa, resentida, sumisa, sumamente rencorosa y agresiva. Esto pone al granero como dependiente, vulnerable, maleable para extraer de el lo que se necesite: mano de obra barata, comercio exterior servil, entrega de recursos, consumo de tecnología ajena, servicios de seguridad mal pagados por la puerta trasera, que es por donde se le meten los rateros a los norteamericanos, así cueste que se amordace y golpee a los que habitan el granero. ¿A quién en el “primer mundo” le va a interesar que México reparta mejor el ingreso? La justicia económica aquí, no les reporta dividendos. Si Wallerstein tiene razón en eso de los “Sistemas Mundiales”, podemos decir que en el engranaje de sistemas mundiales México no surgió para salir adelante.

El que los pobres de nuestro país dejen de serlo en alguna medida no beneficia a los poderosos. La función de México no es mejorar, porque para ellos México no es propiamente un Estado-Nación: es un enclave saqueable, y la desigualdad, asumida y hasta celebrada por su gente, es lo que lo hace saqueable. La función de México para el capitalismo es permanecer jodido, cada vez más. Es aquí donde toda la retórica, la demagogia, interna y externa, se escurre al piso. Y para que alguien permanezca en el suelo, postrado, hay que convenecerlo de que así es, de que la losa que carga es por su bien. Es así como han operado nuestros gobiernos. Esa es su utilidad: que México siga cumpliendo su función como debe, con la consecuente paga para los sicarios mediáticos y financieros que cuidan el granero, desde “la cima” de nuestra “pirámide social”…

Es en este punto donde el miedo es crucial. El miedo inhibe la razón, singulariza las voluntades, autodevalua, fragiliza, vuelve abyectas las capacidades: deshumaniza. Para que el miedo funcione es necesario esconder su fuente, reificarlo, tornarlo nebuloso e incontrolable, producto de un sino, inevitable. Para que el miedo funcione tiene que subjetivarse. Según Felix Guattari, las subjetividad va más allá de lo individual, es la conformación de la experiencia del mundo por parte de personas, grupos y sociedades. Rebasa lo ideológico para articular registros heterogéneos, estéticos, emocionales, afectivos, existenciales. Lo colectivo, así, produce la vivencia personal y esta a su vez impacta el sentir colectivo, genera dinámicas, relaciones, cambios. La subjetividad está así compuesta por máquinas, concepto que para Guattari desborda la acepción mecánico-material acostumbrada, para referirse a dispositivos de funciones, de enunciación. Se trata de conjuntos de relaciones operantes que definen la realidad, orientan la acción, son representaciones, rituales, instituciones productoras de formas, de estilos de existencia que mueven a la historia, a los acontecimientos macro. La máquina abstracta es un montaje que cruza y otorga al resto de las máquinas eficiencia, potencia, afirmación. De estas “máquinas abstractas” dependen los hechos humanos. Así, Tiananmen, por ejemplo, fue un movimiento de subjetivación en cuanto que, más allá de las consignas, se trataba de un ethos transformado, de una máquina abstracta que redefinía la enunciación de las cosas, que ponía en marcha el poder de lo personal-afectivo y su irrupción en lo histórico. Este modo de sujetos individuales y colectivos de experimentarse a sí mismos y a todo lo demás, es clave pare entender los sucesos de conflicto a gran escala. Detrás de las máquinas concretamente materiales, sean autos, fábricas, tabletas o tostadores, los diseños diagramáticos que les antecedieron ya constituyen máquinas: la misma tecnología, en mayor grado de abastracción, constituye una máquina. Esto es importante, porque, dice Guattari, las máquinas tecnológicas, no humanas en carne y hueso, inciden en la subjetividad, detonan significación sin significar.

Para que México siga cumpliendo su razón de ser en el capitalismo (permanecer jodido), y por la cual se le concedió su “independencia” y su rango de “Estado Nación”, la estrategia consiste en montar el miedo como máquina abstracta: el miedo como modo de subjetivación, que atraviese y opere los registros heterogéneos: las emociones, la política, la cultura, la sexualidad, la educación… Las armas (nada que ver con la “máquina de guerra” de Deleuze-Guattari), desde la pistola hasta la tanqueta, son artefactos que intervienen de forma inusitada en la producción maquínica de la subjetividad, (evocadas cada vez más frecuentemente por la gente en estudios antropológicos y psicosociológicos que usan el dibujo como herramienta proyectiva) configurando la cotidianidad, modelando la tecnósfera del pánico como símbolos de la agresión que invade el entorno vital.

A los componentes maquínicos-materiales de la máquina-miedo, se agregan los componentes políticos de amenaza y coerción, para los cuales la autonomía es un delito. La Ley de Seguridad Nacional y la reforma al Código Federal de Procedimientos Penales plantean un doble rasero: miedo al crimen, pero también miedo al Estado. El mensaje manifiesto es: “El Estado te protegerá del crimen”; el mensaje latente es: “Ten cuidado con lo que dices y lo que haces, porque podemos confundirte con un terrorista y NADIE te protegerá de nosotros:” La máquina se refuerza con una serie de ministros de la máxima estancia judicial del país que declaran que la mujer no puede decidir sobre su cuerpo, y debe tener miedo de pretenderlo así, porque será castigada sin piedad. En esta resolución palpita la doctrina católica conservadora de que la vida y el cuerpo no pertenecen al individuo. Es un mensaje desde lo más alto de nuestra justicia: la autonomía no está permitida. Tomando en cuenta el cabildeo de la Secretaría de Gobernación, no es descabellado esperar un intento a nivel federal de lo ensayado en Baja California y Aguas Calientes.

Está en marcha pues, y muy avanzado, un proceso de subjetivación del miedo. Miedo del Estado, miedo de Dios, miedo del crimen, miedo del otro siempre en sospecha, miedo a la pobreza y la humillación que implica. El miedo, ligado a los principios biológicos del egoísmo, puede obstruir la pulsión solidaria y entregar la defensa de lo propio a poderes “superiores”, a los cuales también se les teme. El miedo dispara los sentimientos de fragilidad, indefensión, desconfianza: provoca la autodevaluación individual y social, la rabia y la culpabilidad, el resentimiento, ocultando la razón crítica. Ese es precisamente el México que el capitalismo quiere, misión de nuestros gobiernos desde hace 71 años, y con singular alegría desde hace 29. El régimen de Felipe Calderón ha sido toral en la subjetivación del miedo. Pero, atendiendo a Guattari, la subjetivación se desterritorializa, es indeterminada, se desliza por cauces indefinidos, sufre revoluciones, es creativa, autopoética. Así como la máquina abstracta-miedo se elabora implacable, también está la posible sublevación, la ruptura hacia una nueva subjetividad. Y no se trata de eliminar el miedo sin más, sino de asirlo, identificar su fuente, saber que es posible la arpopiación del destino y la autonomía. Ante el fracaso de un estilo de subjetividad, surge otro, inesperado. Hay que entender primero, que el miedo tiene responsables más allá de nosotros mismos, que no es irreversible ni mucho menos. Hasta que eso no suceda, el granero seguirá dando.

Ulises Castañeda Carmona / @odiseodietrich - Opinión EMET

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