Su grado de involucramiento en esta película fue mayor porque él figura como coguionista de lo que es un remake del telefilme homónimo (dirigido por John Newland en 1973) que, según el propio Del Toro, fue uno de los que más lo aterrorizaron cuando lo vio en su infancia. Tal vez desde entonces data su interés por la mansión siniestra, elemento que asoma con frecuencia en su cine.
En este caso, No temas a la oscuridad le ha permitido entrar otra vez al terreno gótico de su preferencia. La niña Sally (la cachetona Bailee Madison) se muda a vivir con su padre, Alex (Guy Pearce), quien compró una antigua mansión para restaurarla, en compañía de su joven novia Kim (Katie Holmes). Resentida de la nueva relación de su papá, Sally empieza a ser visitada en las noches por pequeños seres malignos, responsables hace más de un siglo de haber desaparecido al dueño inicial de la casa y su hijo.
El cambio primordial es haber creado al personaje de la niña. En el telefilme original era la esposa de la pareja quien era asediada por los pequeños monstruos. Era de esperarse que Del Toro volviera a su tema favorito, el de los temores infantiles, precisamente. Así como una niña era la principal catalizadora de la otredad en Cronos (1993) y El laberinto del fauno (2006), aquí Sally es quien más entra en contacto con la amenaza, entablando una comunicación compuesta de gritos –los de ella– y susurros.
Si bien la mayoría de sus proyectos secundarios llevan la marca registrada de Del Toro, donde se comprueba la teoría del autor es en la realización misma. El mexicano no sólo es un guionista inventivo, sino su puesta en escena contiene siempre momentos sorprendentes. En cambio, el debutante director Troy Nixey, más conocido como artista del cómic, parece conformarse con cumplir las reglas, por lo que resuelve visualmente su historia de acuerdo con la academia: oscuridad, sombras, grandes escalinatas y sótanos. No falta la tormenta eléctrica en los momentos de clímax.
En términos dramáticos, los clichés también se multiplican: nadie cree que lo experimentado por Sally sea otra cosa que fantasías, una víctima primaria anuncia lo que vendrá, el padre no pela a nadie por concentrarse en su trabajo. También hay incoherencias: de manera gratuita se ha incorporado un asunto de dientes a cambio de monedas, que convierte a los seres en la versión diabólica del Ratón Pérez.
Una de las mayores decepciones radica en la concepción misma del monstruo. Hasta ahora la febril imaginación de Del Toro había conseguido una galería de seres fantásticos que uno no quisiera encontrar ni en pesadillas. En cambio, este monstruo colectivo es representado por una especie de mico, jorobado y sarnoso, cruzado con rata. No se antoja necesario acudir a lo sobrenatural para eliminarlo, sino simplemente contratar a un fumigador.
Si bien No temas a la oscuridad contiene varios temas característicos de Del Toro –incluyendo una sutil resolución edípica entre padre e hija–, no lo consideremos otra cosa que un entretenido pasatiempo en su filmografía, un ejercicio por recuperar el temor a lo que se oculta debajo de la cama.
No temas a la oscuridad (Don’t Be Afraid of the Dark) D: Troy Nixey/ G: Guillermo del Toro, Matthew Robbins, basado en el guión del telefilme homónimo, de Nigel McKeand/ F en C: Oliver Stapleton/ M: Marco Beltrami, Buck Sanders/ Ed: Jill Bilcock/ Con: Katie Holmes, Guy Pearce, Bailee Madison, Jack Thompson, P: Gran Via, Necropia, Miramax. EU-Australia-México. 2010.
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