4/02/2017

Calvin, el séptimo pasajero



Leonardo García Tsao
El inminente estreno de Alien: Covenant, habla de la influencia seminal que el segundo largometraje de Ridley Scott ha tenido sobre la ciencia-ficción mezclada con el horror. Pero esa es una secuela legal, dirigida por el propio Scott, quien no ha podido volver a las glorias de su primera época. Antes ha habido toda una cauda de imitaciones, entre las cuales Life: vida inteligente, de Daniel Espinosa, debe considerarse entre las más derivativas. De hecho, los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick deberían pagarle regalías a la familia del fallecido Dan O’Bannon, autor original del guion de Alien, el octavo pasajero (1979), por la cantidad de similitudes argumentales entre una y otra película.
Esta vez, la acción se sitúa en una estación espacial internacional, donde seis astronautas –dos estadunidenses, dos británicos, una rusa y un japonés– trabajan para rescatar las muestras tomadas de Marte. (Según se ha vuelto ya moda, Life abre con un largo plano-secuencia –seguramente trucado– que implica una complicada coreografía). Entre las muestras se encuentra una sola célula que el científico Hugh Derry (Ariyon Bakare) logra reanimar mediante estímulos; esto es recibido con gran júbilo por el mundo entero, y unos escolares reunidos en Times Square deciden bautizar al nuevo ser Calvin (en honor al presidente Coolidge).
Por supuesto, la célula crece hasta ser un complejo organismo múltiple –una especie de flor viscosa y translúcida– del que sólo el espectador está consciente de su peligro potencial. Pronto, Calvin adoptará un aspecto más agresivo, con todo y tentáculos.
Antes de que se pueda decir HR Giger, el ente marciano ataca a los humanos, sacrificando en primera instancia al astronauta chistosito (que sea uno de los actores más conocidos del reparto es la única sorpresa, si no han visto el tráiler). De ahí en adelante, la película sigue con fidelidad perruna las instrucciones de Alien e imitaciones. Se hacen a un lado todas las reflexiones sobre el significado de encontrar vida en Marte y se procede a la rutina del monstruo asesino en el espacio.
Dicha rutina incluye los siguientes preceptos (sí, hay spoilers en las siguientes líneas por si alguien no conoce el género lo suficiente):
–El astronauta negro estará entre las primeras víctimas. Se ignora si se trata de un velado racismo, pero casi siempre ocurre así.
–Los astronautas van a desobedecer el protocolo de cuarentena impuesto por la más sensata de la tripulación, con resultados fatales.
–Se tratará de atacar al marciano con lanzallamas, sin éxito.
–Se tratará de aislar al marciano y expulsarlo al espacio, sin éxito.
–Uno por uno, irán sucumbiendo los miembros de la tripulación en orden de importancia ascendente en los créditos. Cada muerte será diferente, para añadirle sabor al asunto.
–Los astronautas descubrirán que ellos son sacrificables, de acuerdo con los intereses de quienes están al mando de la misión.
–Lo único que realmente funciona en una nave o estación espacial: las cápsulas de emergencia.
– Habrá un último giro en las expectativas, que hará posible una secuela si la película es exitosa.
Así, Life: vida inteligente vuelve a demostrar qué tanto se ha paralizado el espíritu creativo en Hollywood, donde una aplicada imitación pasa por producto original. Que la realización sea correcta y los efectos especiales muy convincentes resulta ser lo de menos. Hace años que ya vimos esa película, con diferente y mejor empaque. Habría que hacer una excursión para buscar si queda vida inteligente en Hollywood.
Life: vida inteligente (Life)
D: Daniel Espinosa/ G: Rett Reese, Paul Wernick/ F. en C: Seamus McGarvey/ M: Jon Ekstrand/ Ed: Mary Jo Markey, Frances Parker/ Con: Ryan Reynolds, Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson, Olga Dihovichnaya, Ariyon Bakare/ P: Columbia Pictures, Skydance Media, Sony Pictures Entertainment. EU, 2017.
Twitter: @walyder

No hay comentarios.:

Publicar un comentario