Por: Rosalinda Hernández Alarcón*
La invitación es para toda la ciudadanía, para todas las personas que
queremos promover la reflexión crítica sobre las actitudes patriarcales y
racistas que violentan la libre movilidad de las mujeres de cualquier
edad en las calles, así como en otros espacios públicos como autobuses,
oficinas, centros comerciales.
Hay que multiplicar las voces de mujeres y hombres para rechazar el acoso sexual que sucede de manera impune en Guatemala al igual que en otros países. Los esfuerzos tienen que ser colectivos y permanentes, ya que los cambios de actitudes son posibles y, si abogamos por una vida libre de violencia, nadie tiene la potestad de emitir comentarios sobre el cuerpo de las personas, menos de tocarlos, porque los violenta.
Las calles pertenecen a todas y todos, pero hay individuos que las consideran sus territorios donde no existen límites que les impidan acosar a quienes consideran sus subalternos, como son: las mujeres, niñas, niños, adolescentes, lesbianas, homosexuales, personas con discapacidad; no les importa la edad, la forma de vestir, la procedencia étnica ni la condición económica. Estos individuos nunca acosan a quienes consideran superior.
Cabe insistir que ningún acosador nació siéndolo, se educó socialmente para serlo, eso significa que puede transformar sus actitudes después de reflexionar sobre el poder que ostenta, y así dejar de agredir a quienes menosprecian o subestiman para victimizarlas. En verdad, es posible vivir sin violencias, sin acoso sexual.
Cuando un macho molesta, hace burla y agrede a quien quiera, se abroga un supuesto predominio individualista en el entendido que esa práctica es tolerada y está inscrita dentro de la llamada “normalidad del comportamiento varonil”. Ante esas actitudes, les decimos que tienen dos opciones: una, poner un alto a las relaciones desiguales que dañan principalmente a las mujeres y dos, entender que el acoso sexual es un delito que pueden ser perseguido judicialmente en tanto esa agresión es una forma de violencia patriarcal.
El acceso a la seguridad en las calles y todos los espacios públicos tiene que ser una exigencia de todas y todos; es además un derecho que se anula cada vez que alguien mira a otra persona con excesiva atención, que la agrede con palabras, que la toca sin su consentimiento.
Como parte de los pronunciamientos de la Semana Internacional contra el Acoso Sexual, comparto uno que defiende nuestra libertad, nuestros cuerpos, nuestras voces: “Necesitamos decir basta, denunciar públicamente cuando sufrimos una agresión o somos testigos de la agresión hacia otra persona. Necesitamos que existan cambios educativos potentes para que la sociedad rechace estas conductas, reescribir los códigos culturales que organizan nuestras acciones en las calles. Necesitamos una legislación responsable, con un enfoque sancionatorio y sobre todo preventivo.
Necesitamos recuperar la calle para que mujeres y hombres disfruten por igual del, hasta ahora, exclusivo privilegio de caminar sin miedo por las calles, a cualquier hora del día y en cualquier circunstancia”.
* Periodista mexicana, residente en Guatemala y coeditora de la publicación feminista LaCuerda.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Guatemala, Gua.-
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