Felipe Calderón también se ha sumado a la feria de
ataques en contra de quien encabeza todas las encuestas preelectorales,
recurriendo a su muy sobado y desgastado discurso fantasioso de que
López Obrador se parecería a Hugo Chávez y que por lo tanto sería un
“peligro para México”.
Darían risa estos esfuerzos por distraer la
atención ciudadana del enorme fracaso de los gobiernos del PRIAN si no
fueran tan indignantes y cínicos. Resulta que los responsables por la
total descomposición del país ahora quieren culpar al hombre a quien
ellos mismos le han robado la presidencia en dos ocasiones y que no ha
ocupado un solo cargo público desde hace más de una década.
Los
hechos demuestran fehacientemente que la crisis generalizada no sólo
existe en nuestras cabezas sino que es una realidad palpable a lo largo y
ancho de la república. Y la historia demostrará con gran claridad
quiénes son los verdaderos culpables por la destrucción de la patria y
la descomposición de la institucionalidad democrática.
Por
ejemplo, de acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos, el fiscal
general de Nayarit, Édgar Veytia, quien gozaba de un nombramiento del
Congreso del Estado hasta el año 2020, es uno de los capos del
narcotráfico más importantes en su estado, de mayoría priista, y que
conspiraba para la manufactura y la distribución de cocaína, heroína,
metanfetaminas y mariguana.
El gobernador de Chihuahua, Javier
Corral, ha informado que el cobarde asesinato de Miroslava Breach,
corresponsal de La Jornada en el estado, habría sido motivado por la
“narcopolítica”. De acuerdo con Humberto Moreira, expresidente nacional
del PRI y quien fue detenido el año pasado en España bajo acusaciones de
lavado de dinero, Felipe Calderón robó la presidencia a López Obrador
en 2006 por medio de un fraude descarado.
El exgobernador PANista
de Sonora, Guillermo Padrés, se encuentra hoy en el Reclusorio Oriente
de la Ciudad de México, acusado de delincuencia organizada, defraudación
fiscal y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Tanto Javier
Duarte como César Duarte, exgobernadores PRIistas respectivamente de los
estados de Veracruz y Chihuahua, están prófugos de la justicia,
acusados también por desvíos millonarios de dineros públicos y privados.
El
gobernador suplente de Javier Duarte en Veracruz, Flavino Ríos, hoy se
encuentra encarcelado y sujeto a preso penal por tráfico de influencias,
abuso de autoridad y encubrimiento. Mauricio Audirac, secretario de
Finanzas de Veracruz durante la administración de Duarte, fue detenido
el pasado miércoles 29 por el delito de coalición de servidores públicos
para violar la ley.
Al diputado federal de Chihuahua y cercano
excolaborador de César Duarte, Antonio Tarín, se le acusa por peculado
de 300 millones en perjuicio del erario, pero logró evitar su detención
al presentar un amparo conseguido en tiempo récord el pasado miércoles
29. Y en otra decisión judicial sospechosa, un juez dejó libre a Diego
Cruz, uno de los integrantes de Los Porkys acusado de atacar sexualmente
a una menor de edad en Veracruz, alegando que supuestamente el
Ministerio Público no había acreditado plenamente “el estado de
indefensión de la víctima” y “la intención lasciva de satisfacer un
apetito sexual”.
La semana pasada, la Suprema Corte de Justicia de
la Nación avaló casi toda la Ley Atenco que legaliza la represión y la
criminalización de la protesta social, aprobada el año pasado por los
socios de Peña Nieto y Eruviel Ávila en el Congreso del Estado de
México. Tal y como ya hemos analizado en estas mismas páginas (véase:
http://www.proceso.com.mx/436382/mexico-sitiado), el artículo 7 y todo
el Capítulo III de la Ley que Regula el Uso de la Fuerza Pública en el
Estado de México autoriza de manera indiscriminada la utilización de la
fuerza pública en casi cualquier situación de protesta social.
Mientras,
la violencia en contra de los periodistas ha aumentado de manera
escalofriante durante 2017. Además del indignante e inaceptable caso de
Breach, en las últimas semanas también han sido ejecutados Celio Pineda,
en Guerrero, y Ricardo Monlui, en Veracruz. Otro periodista de
Veracruz, el jefe de redacción del diario La Opinión en Poza Rica,
Armando Arrieta, sufrió un atentado la semana pasada y hoy se debate
entre la vida y la muerte. En Los Cabos, el periodista Julio Omar Gómez
también fue emboscado afuera de su casa esta última semana. Murió su
escolta en el ataque.
Es hora de que Calderón y Peña finalmente
acepten su derrota. Ellos son los responsables por la total
descomposición de la república y es tiempo de que se vayan a sus casas,
sin pensión alguna de parte del Estado desde luego.
Los ciudadanos
libres hemos llegado a la conclusión de que para restablecer la
institucionalidad democrática y la justicia social es necesario probar
algo nuevo. Ya no queremos más de lo mismo.
Respetamos al pueblo
uniformado, pero no permitiremos que los generales nos gobiernen a punta
de pistola. Respetamos las instituciones y las leyes, pero exigimos que
sirvan a la justicia y al pueblo, y no a la impunidad y el saqueo. ¡Ya
basta!
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
Este análisis se publicó en la edición 2109 de la revista Proceso del 2 de abril de 2017.
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