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Fuentes: https://ctxt.es/
En las últimas crisis sanitarias el papel de la mujer
no solo ha sido ignorado, sino que menos de un 1% de los estudios
académicos posteriores se han dedicado a estudiar este impacto
El impacto económico del coronavirus todavía no se está sintiendo,
pero las medidas que se están proponiendo permiten atisbar la magnitud
del mismo. Alemania ha aprobado medidas para proveer de liquidez
subvencionada a los sectores afectados y ha presentado un plan de
estímulo fiscal de más de 12.000 millones; Italia movilizará 25.000
millones y también está tomando medidas como aplazar los desahucios al
igual que Francia; Reino Unido ha anunciado un paquete de 34.000
millones y la UE está planteando estímulos de 25.000 millones. Estas y
otras medidas tratan de mitigar el impacto económico y, sin investigar
su idoneidad en forma y cuantía, creemos que hay un aspecto que se está
dejando totalmente de lado, o que por lo menos no ocupa titulares ni
apertura de telediarios: el impacto de género del Covid-19 y las medidas
para su contención.
Esta semana se ha decretado el cierre en Madrid, Vitoria, Labastida y
La Rioja de todos los centros escolares en todos los niveles,
cancelación de actividades extraescolares y lúdicas, centros de día y se
restringen las visitas a las residencias y a las casas y residencias
tuteladas. La recomendación del cierre de centros escolares se ha hecho
extensiva, el 12 de marzo, a todo el Estado. Dicen que el presente es de
las mujeres, y también dicen que “para luego” es un tiempo verbal
patriarcal porque las urgencias de los cuidados, de la enfermedad o de
la atención, no pueden esperar. Un poco eso es lo que tenemos encima de
la mesa con todas estas medidas para evitar la propagación y el contagio
masivo de Coronavirus. Pero entonces, ¿ahora qué?.
Sabemos, además, que en los últimos procesos de emergencia sanitaria
el impacto de género ha sido ampliamente ignorado. De anteriores
procesos como en el caso de ébola, el informe del grupo de alto nivel de
la ONU publicado en 2017 incluyó
un apartado específico sobre impacto de género. El documento
recomendaba la inclusión de un análisis de género en las políticas de
emergencia sanitaria reconociendo el papel preponderante de la mujer en
las mismas. Poco o nada se ha hecho al respecto para incluir estas
consideraciones, la tiranía de lo urgente, la rapidez de las actuaciones
y la poca incidencia en las políticas públicas del enfoque de género
relegan siempre a un segundo plano estas consideraciones. En un reciente
estudio, Julia Smith muestra
cómo en las últimas crisis sanitarias no solo el papel de la mujer ha
sido ignorado sino que menos de un 1% de los estudios académicos
posteriores se han dedicado a estudiar este impacto. Aplicar enfoques de
género y de interseccionalidad en las políticas públicas permite
internalizar todos los impactos a lo largo del espectro social que de
otra forma permanecen invisibles. Mucho de este déficit de análisis se
debe a que los sectores de seguridad en el mundo están
hipermasculinizados.
Algunas vías de impacto de género en las medidas de contención del
virus pueden ser las que siguen. La primera de ellas es el reparto de
cuidados. Multitud de estudios muestran que las cargas de cuidados es
soportada en su mayoría por las mujeres Para muestra, un botón: los
datos del INE acerca de horas semanales dedicadas a este tipo de
actividades, excepto en el cuidado de nietos y nietas, es siempre
superior en el caso de la mujer que del hombre.
En Madrid hay un millón de menores de 14 años que actualmente no
asisten a clase, y 250.000 hogares monoparentales, mayoritariamente
formados por mujer e hijo/a. El riesgo de pobreza de las familias
monomarentales es de más del 50%, y el 52% de esas familias se
encuentran excluidas del mercado laboral o extremadamente precarizadas (Save the Children).
Si a esto añadimos la mayor precarización a la que están expuestas las
mujeres (menores tasas de actividad, mayores tasas de temporalidad y
subempleo, brecha salarial) no se hace difícil imaginar el impacto de
género de las medidas de contención. En su mayor parte éstas serán
asumidas por las mujeres que puedan acogerse a excedencias o bajas.
Parar para cuidar. Cobrando o sin cobrar. En 2017, el 92% de las
excedencias para cuidado de criaturas menores de 12 años fueron
solicitadas por mujeres, también sabemos que el segundo motivo por el
que las mujeres dicen que trabajan a tiempo parcial es para cuidar, el
primero es porque no encuentran trabajo a tiempo completo.
No podemos olvidar la cara de la diversidad funcional, o
discapacidad. En la CAM hay unas 140.000 personas con más del 65% de
discapacidad, y que por tanto requieren algún tipo de cuidado.
Recordemos también que en la CAM hay casi 30.000 personas en listas de
espera en 2019 para recibir los recursos a los que tienen derecho por
discapacidad.
Según los datos del Observatorio de Discapacidad, aunque cada vez hay
más hombres cuidadores informales, estos siguen dedicando menos horas a
estas tareas, y la mayor parte de las personas cuidadoras siguen siendo
mujeres en todos los tramos de edad. Cada vez, además, hay más
cuidadoras de mayor edad. La persona cuidadora en una situación de
normalidad se ve expuesta a situaciones de estrés, sobrecarga física,
emocional e incluso aislamiento social por la incomprensión y estigma de
la discapacidad. En un momento de emergencia estas situaciones se
exacerban. De las cinco residencias para personas con discapacidad de la
CAM, al menos en una, hay casos de Coronavirus, y las personas
residentes que tienen familiares que puedan hacerse cargo de ellas están
siendo trasladadas a casa ¿Qué impacto tendrá en estas familias?
La segunda de las fuentes de impacto viene dada por el caso de las
abuelas cuidadoras. Los datos del INE muestran que en “cuidado de los
nietos” el tiempo dedicado por hombres y mujeres es el mismo. Tiene
trampa. Como podemos ver en todas las demás rúbricas, el tiempo dedicado
a cualquier tarea de cuidados es superior en el caso de las mujeres,
también en el caso de las abuelas, que son las que se ocupan
principalmente de las tareas domésticas, además de cuidar de las y los
nietos. Por su parte, los abuelos cuidan de los nietos pero se libran de
las tareas domésticas que recaen principalmente sobre las mujeres. De
nuevo, la conciliación la hacen ellas.
En tercer lugar, las personas y criaturas que se tengan que quedar
solas. ¿Quién cuida en una sociedad cada vez atomizada a gente que está
sola y necesita este tipo de servicios? Que tomen la medicación, que se
alimenten, que se relacionen. En 2017, el 83% de las excedencias
concedidas en España para el cuidado de familiares dependientes o
enfermos de larga duración fueron concedidas a mujeres. Pero qué pasa
cuando no hay una mujer que coja esa baja y esa situación se traduce en
soledad no deseada y más aún con riesgo de enfermedad. Según la Encuesta
continua de Hogares del INE, en 2019, 4,7 millones de personas viven
solas en España, de las cuales, el 43% de ellas son mayores de 65 años y
de ellas, casi el 72% son mujeres. En un sistema donde el gasto social
está asociado al mercado laboral, una precaria inserción en el mismo
genera unas precarias prestaciones sociales. Las pensiones no
contributivas están por debajo del umbral de la pobreza y la mayor parte
(70%) son percibidas por mujeres, y la pensión media (de todos los
regímenes) de las mujeres es un 70% respecto a la de los hombres. Con
estos datos es claro que las atenciones de los cuidados no pueden ser
contratados, lo que redundará en un incremento de la soledad no deseada
en mayor proporción en el caso femenino.
No es un hecho coyuntural. Ocurre que el Covid-19 pone a prueba las
costuras del sistema sanitario y asistencial, sometido a duros recortes
durante la crisis: de los casi 40.000 millones de gasto público
recortados, 5.000 millones fueron en protección social (excluidos
pensiones y desempleo), casi 10.000 en sanidad, 8.000 en educación,
6.000 en cultura y casi 10.000 en vivienda. Se pueden implementar
medidas que mitiguen el impacto de género de las medidas del virus, pero
sobre todo, se debería mirar a largo plazo y reforzar los sistemas de
bienestar. Gálvez muestra
que los procesos económicos y políticos generados por las crisis ponen
en marcha al menos tres engranajes que generan un empeoramiento de la
situación de la mujer con respecto a la situación previa a la crisis:
intensificación del trabajo –principalmente el no remunerado–,
recuperación del empleo masculino antes que el femenino –con este último
más precarizado que antes de la crisis–, y un desmantelamiento de las
políticas de igualdad. En momentos de crisis económica por regla general
crece el tamaño de la economía informal y doméstica frente a la
economía formal o de mercado. Si a esto sumamos los datos anteriormente
expuestos sobre el desigual reparto del trabajo doméstico no remunerado
entre hombres y mujeres, la disminución de rentas familiares y el
desmantelamiento de los servicios públicos podemos entender la necesidad
de establecer medidas que corrijan el sesgo de género de las actuales
medidas.
Por eso detallamos una serie de medidas que deberían aplicarse a toda
la población trabajadora, pero que en cualquier caso deberían aplicarse
a familias monoparentales para reducir el impacto de género. Las
medidas han de ser a corto y a largo plazo, pero un primer análisis no
puede dejar pasar alguna de las siguientes:
1. Generar un observatorio que permita seguir en
tiempo real el impacto de género de las medidas a aplicar en un análisis
interseccional al menos en lo que concierne las siguientes cuestiones:
– ¿Están siendo las necesidades sanitarias reproductivas atendidas?
– Hay colectivo, en especial, minorías vulnerables, que puedan tener
un impacto mayor por desconfianza y/o marginalidad? ¿Cómo se puede
llegar a estos grupos?
–¿Cómo afecta al estigma social este tipo de enfermedades? ¿Qué impacto en minorías vulnerables?
–Sabiendo que las tareas de enfermería son ampliamente ocupadas por
mujeres, ¿está teniendo la enfermedad un impacto de género diferente?
¿Se toma en cuenta su opinión y problemática en la toma de decisiones?
En la crisis del SARS han sido documentados los enormes costes personales y familiares en las enfermeras de Hong Kong.
–¿Están siendo las personas (principalmente mujeres) que se están
encargando de los cuidados adecuadamente apoyadas y compensadas?
2. Permitir solicitar teletrabajar en cualquier caso
en hogares monoparentales en las zonas donde se establezca cuarentena.
La empresa tendrá que justificar una negativa en cuyo caso se concederá
la baja automáticamente remunerada desde el primer día al 100%. Estas
medidas no dejan de ser temporales pues compartir espacio de trabajo
productivo con hijos e hijas sanas en casa, no resulta nada fácil.
3. Crear un fondo financiado por el sector
financiero para amortiguar el impago hipotecario debido a pérdidas de
empleo acaecidas por Coronavirus
4. Detener ejecuciones hipotecarias en el caso de familias monomarentales
5. Desarrollar mecanismos de cuidados de criaturas
para familias monoparentales como guarderías de 0-3 años gratuitas. A
este respecto no entendemos por qué la CAM está aprovechando la
cuarentena para CERRAR (no abrir) escuelas infantiles. En este sentido,
cabría la posibilidad de pensar alternativas radicales que sirvieran
para aprovechar este contexto para un reparto de las tareas de cuidados y
donde se consiguiera que los varones se impliquen en el cuidado.
Podríamos hablar entonces, de reuniones de familias para repartir el
cuidado a lo largo de estos quince días en formatos cooperativos y
colaborativos, en función de horas disponibles. El reparto de cuidados
es una tarea política de primer orden para contener también el impacto
de género en esta crisis sanitaria, y por ende, contener el impacto
económico y social en la población.
6. Incrementar el mínimo vital en IRPF para familias monoparentales en la declaración de 2020
7. Restitución de derechos consumidos en ERTEs a familias monomarentales en sectores afectados por el coronavirus.
8. Incrementar mínimos por dependencia.
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Paula Moreno es técnica de proyectos de igualdad y economía social.
Iván H. Ayala es profesor de economía aplicada en la URJC.
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