Luis Linares Zapata
Poco importa hacia dónde vaya,
cómo dirija la mirada o qué decida hacer, el azuzado toro habrá de
cogerlo en cualquiera de los terrenos que pise. Es casi una táctica
continua del presente juego político. El Presidente estará sitiado por
sus ya bien conocidos y cotidianos críticos. Y no se dirigen sólo a él
sino que, no pocas veces, incluyen en estos dilemas a los objetivos
transformadores que pretende llevar a cabo. Unos a otros se influencian
hasta formar un concierto opositor, tanto en el tópico referido para
golpearlo como los argumentos a usar. Y, también como la ya casi
costumbre, el grupo social al que se dirigen, es el mismo: una capa,
lejos de ser mayoritaria, pero decidida a corearles sus posturas y
hacerlas suyas de inmediato. No lanzan sus conceptos al aire difusivo
para que los oiga y siga su público, sino que, con frecuencia creciente,
se dirigen al mismo sujeto criticado para que se comporte y actúe tal y
como le dictan.
Algunos de ellos –articulistas, conductores de programas de opinión,
burócratas partidistas, líderes empresariales o miembros de la academia–
estaban acostumbrados a ser llamados ante el poderoso en turno y
recibir un trato preferencial. Uno que desembocaba en un amplio –aunque
repetitivo– abanico de prebendas, concordante con la categoría e
intereses del personaje. De esta torcida manera caminó la difusión de la
crítica durante muchos años. Tantos que se hicieron costumbre. Los
había, ciertamente, dedicados con empeño a las cruciales tareas de
introducir, en el ámbito público, ideas y posiciones distintas. Unas que
ensancharan la comprensión de los sucesos o las mismas acciones para
agudizar el contraste democrático y avanzar. Y a ensanchar esa positiva
tarea siguen dedicados. Pero, de manera persistente, la mayoría actual
de los críticos se inclina a seguir, cotidianamente, la agenda del ahora
oficialismo con la intención de sembrar, hasta con saña repetitiva, una
ruta de la que Andrés Manuel López Obrador no podrá, según sus
pretensiones, salir indemne. El golpeteo ha sido inmisericorde y sería
necio afirmar que no han tenido algún éxito en su cometido.
Afortunadamente no han conseguido lo que ambicionan o pretenden: ser
llamados a encuentros dentro de los salones de palacio para que atiendan
sus peticiones o consejos. Tal vez se conformarían si fueran seguidos
por los consejeros presidenciales. Recibir premios o distinciones
adicionales y sentirse tomados en cuenta para modelar las tareas del
poder.
En tiempos recientes han introducido una variante, esta vez
abarcadora, de sus esfuerzos difusivos. Enumeran una serie de
movimientos y conductas a las que se juzgan erradas, para presentar, de
bulto, su discordancia. Recomiendan, hasta con pasión, en ocasiones
torpes y en otras ingeniosos, cursos alternativos que conduzcan, al
Presidente en particular, a entrar en el molde de sus creencias,
intereses y visiones.
Un ejemplo de estos dilemas queda pasmado frente a la
pandemiaen curso mundial. Si hubiera actuado con premura tratando de contener los efectos sobre la población habrían alegado, posteriormente, haber causado graves efectos innecesarios, en particular de carácter económico. De sopesar con cuidado el desarrollo de la epidemia, visualizar sus etapas y adaptarse a ellas, se le viene acusando de enfrentar ya tarde el grave problema delante de los mexicanos. No tiene escapatoria por más que López Obrador haya delegado, por el lado de la salud, en un equipo de expertos infectólogos la conducción de las acciones gubernamentales. Y, por lo referente al aspecto financiero, tanto en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como en el Banco de México. Grupos que han estado informando, diariamente (salud) y con atingencia lo conducente. Siempre quedará prendido en las trampas sembradas a su paso.
Putin, alegan algunos, ha tomado decisiones drásticas de aislar a su
país y no tiene, hasta ahora, infectados: contuvo el mal, aseguran. Se
olvidan del modelo autoritario y hasta dictatorial de gobierno, el
pleito geoestratégico que acarrea con Estados Unidos y sus guerras
particulares (Crimea, Siria) Todo esto condicionante de su actuar
particular.
Qué tal el caso italiano o el español, que dilataron su atención al
contagio y, en ambos países, el control se fugó por completo del sector
de salud en privatización avanzada. El costo para esos países será
inmenso al parar toda actividad productiva. Es posible que en el caso
mexicano ciertas opiniones, de matiz voluntarista y expresiones cargadas
de buenos deseos del Presidente puedan actuar en sentido distinto a la
gravedad de la epidemia.
Pero el acentuar urgencias, medidas coercitivas o preventivas
anticipadas, llevan atados miedos –que pueden desembocar en pánico– con
elevados costos sociales y económicos. Abrir espacios al golpeado
aparato de salud, ya de tiempo en decadente condición, puede darle
oportunidad a su mejora y a menos improvisaciones y errores.
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