Miguel Concha
En la reciente reunión anual
del Foro Económico Mundial, llevado a cabo en Davos, Suiza –por cierto,
la número 50–, a la que acuden líderes mundiales de todos los órdenes
con el propósito de proponer recomendaciones y estrategias que mejoren
la situación del mundo, particularmente en las áreas sociales y
económicas, se llegó a la siguiente conclusión: los resultados de la
economía social de mercado, en la que hemos vivido inmersos los pasados
40 años, no han sido los esperados. Muy por el contrario, se han
generado pobreza, desigualdad creciente, inestabilidad laboral y un
fuerte deterioro del medio ambiente.
Se señaló expresamente que en la globalización de la economía de
mercado se descuidó el hecho de precisar que las empresas son organismos
que participan en el logro del bienestar de la sociedad, y no
únicamente entes con fines prioritarios de lucro; y que es indispensable
que incluyan en su misión la responsabilidad que tienen con el
bienestar de las personas que forman los grupos de interés que de hecho
las integran y las hacen viables. Los llamados stake holders. Y
ello a pesar de que desde la década de los años 70 del siglo pasado se
ha promovido, reconocido e incluso premiado progresivamente en Estados
Unidos, Europa y América Latina el compromiso social de las empresas con
sus grupos de interés internos y externos, para restaurar la confianza
del público, en el respeto de sus derechos sociales y humanos.
El fundador de Davos, el Dr. Klaus Schwab, declaró en forma
categórica que tal como se está gestionando el capitalismo actualmente,
ya no es sostenible, y que de hecho se está autodestruyendo.
Una de las conclusiones del Foro Económico de Davos 2020, en el que
participaron líderes mundiales, figuras clave de las Naciones Unidas y
la Unión Europea, así como jefes de grandes empresas, entre otros, fue
la necesidad de que se aplique en las empresas globalizadas la práctica
del denominado capitalismo de los grupos de interés ( stake holders).
Es decir, lograr que las empresas asuman su responsabilidad no
únicamente con sus accionistas, sino también con sus empleados,
trabajadores, agentes, clientes, proveedores, gobiernos y comunidades.
En una palabra, preocuparse solidariamente por el bienestar de todos
ellos.
En síntesis, está entonces fuera de toda duda que incluso en esta
instancia de consulta mundial el modelo socioeconómico actual debe
modificarse, y de hecho reinventarse, de tal manera que la riqueza
creada por las empresas se distribuya tomando en cuenta auténticamente
la responsabilidad social que tienen con los grupos de interés que las
conforman, respetando sus derechos humanos y tomando en cuenta los
valores morales de las sociedades en las que están establecidas. A lo
que ahora habría que agregar su responsabilidad con la conservación de
los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente.
En este contexto, se considera que la economía de mercado sigue
siendo el mejor medio para generar riqueza, aun cuando también se piensa
que es ineludible que el Estado debe vigilar activamente que se
desarrolle respetando la auténtica competencia y evitando monopolios,
monopsonios y prácticas oligopólicas.
Quisiera concluir este artículo relacionando las recomendaciones y
propuestas del Foro con la actitud reciente de los grupos empresariales
de nuestro país.
Hace algunas semanas, un grupo de 100 empresas se comprometió en
forma pública a cubrir a sus trabajadores cuando menos el equivalente a
dos salarios mínimos como remuneración por jornada de trabajo. En mi
opinión es una decisión acertada, acorde con el espíritu de
responsabilidad social de las empresas, que incluso sería deseable que
se generalizara. Y en semanas pasadas se publicó también un decálogo
empresarial, que en alguna forma recoge las recomendaciones del Foro
Económico Mundial de Davos.
Desde mi punto de vista, lo hace en forma amplia y con evidentes
buenas intenciones. Pero a mi parecer, está lejos de establecer un
auténtico compromiso empresarial con la responsabilidad social que tiene
con los grupos de interés que se expresa en el comunicado del Foro.
Aunque en este sentido vale la pena subrayar los principios 6, 7 y 8 de
responsabilidad social del nuevo decálogo: 6)
Demostrar nuestra obligación moral con la sociedad; participar activamente en el desarrollo de las comunidades y construir mejores condiciones de vida para los mexicanos. 7)
Asumir y promover la inclusión, la diversidad y el respeto irrestricto a los derechos humanos. 8)
Privilegiar la sustentabilidad en nuestras actividades económicas y un uso más consciente de los recursos naturales.
Ojalá que estos principios no se queden, como muchas veces ha
sucedido, en buenas intenciones y bellas declaraciones retóricas, sino
en criterios que realmente informen nuevos códigos de conducta y buenas
prácticas.
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