Editorial La Jornada
La Reserva Federal de
Estados Unidos (Fed) disminuyó sus tasas de interés a cero (un máximo
de 0.25 por ciento) a fin de apoyar la reactivación de la economía
global, la cual está ya severamente afectada por la paralización de
actividades derivada de las medidas para enfrentar la pandemia de
coronavirus que se extiende por el mundo. Asimismo, la Fed lanzó un
programa de recompra de bonos por un total de 700 mil millones de
dólares para las próximas semanas. Medidas similares adoptaron los
bancos centrales de Europa, Canadá, Gran Bretaña, Japón y Suiza, con el
propósito de facilitar a entidades financieras el acceso a dólares.
Tales decisiones dan cuenta de la preocupación existente en los
circuitos financieros del orbe por los desastrosos efectos que las
medidas de mitigación de la epidemia están teniendo en el desarrollo de
las naciones ricas. Los sectores de viajes y turismo son los primeros
grandes perjudicados, seguidos por los servicios y la industria de
espectáculos y entretenimiento; sin embargo, los expertos dan por
sentado que los efectos de la contracción económica llegarán como una
onda expansiva a otros ámbitos, con una magnitud aún difícil de
precisar.
También resulta aventurado determinar, por ahora, la envergadura de
la reconfiguración económica que producirá la emergencia sanitaria
mundial, aunque pueden apuntarse algunos elementos para ponderarla: si
los sectores mencionados se enfrentan a desastres de diversa magnitud,
es probable que los consorcios hospitalarios privados y la industria
farmacéutica experimenten una expansión como consecuencia del incremento
en la demanda de sus servicios y productos, y resulta razonable prever
que, a corto plazo, compras de pánico masivas que han tenido lugar en
diferentes países impulsen las ganancias de las empresas minoristas.
Otro escenario posible e incluso probable es que la pandemia y las
medidas para combatirla alteren, de manera coyuntural, la correlación de
fuerzas económicas, particularmente entre Estados Unidos y Europa
occidental, y de China con el resto del mundo.
Sería contraproducente y deplorable que en esta circunstancia los
gobiernos intentaran utilizar a su favor la contingencia con propósitos
de guerra comercial o financiera, una eventualidad que no puede
descartarse, particularmente si se considera el afán de la
administración que encabeza Donald Trump por derrotar a China en el
terreno de los intercambios comerciales.
Si no se entiende que la amenaza es global y que se requiere de la
unión de esfuerzos y la coordinación para hacerle frente, se socavará la
capacidad de la comunidad internacional para minimizar la mortalidad y
la extensión del Covid-19.
En esta perspectiva, cabe esperar que quienes toman las máximas
decisiones políticas en el mundo tengan la sensatez requerida para dejar
de lado sus cálculos geopolíticos y se sometan a las recomendaciones
eminentemente técnicas de la Organización Mundial de la Salud.
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