Pedro Hernández Morales*
La Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE) cumplió 40 años en diciembre de
2019, su capacidad de enfrentar a un Estado que ha cambiado de máscaras
del poder en los pasados ocho sexenios es resultado de su resistencia,
persistencia y temple ante políticas educativas neoliberales. Un
elemento fundamental de la resistencia pedagógica es la puesta en marcha
en miles de escuelas de todo el país de una educación alternativa que
hemos construido desde sólidos principios pedagógicos, el compromiso de
los maestros democráticos y una visión de una educación integral y
emancipadora.
Después de un año de un gobierno que abrió amplias perspectivas de
cambio, aún no termina de abrogarse la mal llamada Reforma Educativa
peñista. Si bien se avanzó en cancelar el aspecto punitivo de la
evaluación a los docentes gracias al combate frontal de miles de
maestros de la CNTE, mediante cambios a la legislación en materia
educativa, pervive un modelo educativo heredado del antiguo régimen.
Pocos cambios en las aulas se suceden a cuentagotas, los compromisos con
la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico siguen
primando sobre el anhelo de una verdadera transformación de la
educación. La profesionalización docente mediante una vigorosa
actualización y capacitación profesional sigue siendo una aspiración.
Los consejos técnicos siguen guiones diseñados centralmente, la
autonomía escolar y los proyectos educativos son acotados por
autoridades que no cambiaron más que de color de camiseta, pero que
siguen teniendo un ADN evaluador y persecutor hacia el cambio.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) administra la educación en
el país mediante disposiciones que intentan paliar las coyunturas y
dificultades que se van presentando. Falta una política de largo
aliento, un plan educativo que trascienda los marcos estrechos de una
visión efectista. En lugar de desatar la disposición que tienen millones
de maestros, padres de familia y estudiantes, el compromiso de
comunidades a hacer escuela, la SEP y su titular refrendan compromisos
con quienes han hecho de la educación un gran negocio.
En la Ciudad de México, que cuenta con miles de maestros
comprometidos, tampoco las autoridades locales los han convocado a
desarrollar un amplio debate sobre el presente y futuro de la educación
básica. Los avances en la basificación a docentes empiezan a generar
expectativas de mayor certidumbre laboral; sin embargo, aún hay miles de
interinos y carencia de maestros en todas las funciones en varias
escuelas. Las actividades de capacitación y actualización son limitadas y
muchas sólo por el esfuerzo, tiempo y recursos de los maestros.
Las carencias de mobiliario, equipamiento e infraestructura se
mantienen; algunos programas cambian de nombre, pero mantienen su
esencia neoliberal. Una política social de apoyo a estudiantes con
graves carencias debe ponerse en marcha.
Educación especial requiere ser protegida, apoyada y extendida a
todos los estudiantes que la requieran, sin más requisito que la
necesidad de atender la diversidad en las escuelas de educación básica.
Es tiempo de que los maestros de la novena democrática ejerzamos la
autonomía pedagógica y exijamos los cambios que correspondan a una
verdadera transformación y democratización de la educación, junto a la
democratización del SNTE y del país, ejes estratégicos de la CNTE.
* Director de la Escuela Primaria Centauro del Norte
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