Pedro Miguel
La batalla de México
en contra de la pandemia de coronavirus se libra en tres escenarios
interrelacionados: el de la salud pública, el de la economía y el de la
política. En el primero hay un gobierno que, se diga lo que se diga, ha
actuado de manera responsable y previsora desde el momento en que se
tuvo noticia del brote epidémico en China. De manera sensata, el
presidente Andrés Manuel López Obrador delegó el manejo de la crisis (
AMLO no sabe delegar, dicen) en un equipo médico que encabeza el subsecretario Hugo López-Gatell y que por su desempeño ha recibido el reconocimiento de la Organización Mundial/Panamericana de la Salud en dos ocasiones (28 de enero, https://is.gd/PdoDDp, y 13 de marzo, https://is.gd/f5cSyX) en lo que va del año. Más allá de las opiniones profanas, las anécdotas imposibles de verificar y los rumores sin sustancia, el debate sobre la eficacia del manejo epidemiológico por parte del gobierno tendrá que desarrollarse entre expertos y con base en resultados, es decir, a posteriori.
Por ahora, lo sensato es hacer caso a la información y los
lineamientos emitidos por el equipo gubernamental de expertos porque, se
esté a favor o en contra de AMLO, es la única instancia que tiene una
visión de conjunto de la infraestructura del sistema de salud pública y
del desarrollo de los contagios y, por ende, la única capaz de
establecer una estrategia nacional. Ya llegará el momento, por ejemplo,
de contrastar lo que está haciendo en el momento actual la Cuarta
Transformación con la forma en la que el calderonato reaccionó (https://is.gd/WfMZu2) a la epidemia de A/H1N1 hace casi 11 años (https://is.gd/g1Yvdk, https://is.gd/3ZWFPC).
El frente económico no es menos preocupante que el de la salud: por
más que el Presidente emita mensajes de tranquilidad sobre los recursos
con los que cuenta el gobierno para enfrentar la contingencia
(notablemente, ahorros logrados en la lucha contra la corrupción) y los
efectos negativos de la caída en la producción y el derrumbe de los
precios petroleros y la cotización del peso, es evidente que el obligado
frenazo de las actividades cotidianas está afectando ya a un
sinnúmero de pequeños comercios, profesionistas y personas que trabajan
en el sector informal.
Conforme pasen los días y la pandemia siga su curso, estos sectores
de la población van a enfrentar una situación crecientemente adversa y
es de esperar que el equipo económico del gobierno tenga en mente,
además de medidas extraordinarias para manejar el impacto macroeconómico
de la crisis, acciones de rescate para reactivar la economía de la
gente de a pie que vive al día. No se trata sólo de un deber político y
moral, sino de una reacción necesaria ante una contingencia que golpeará
uno de los postulados primordiales de la reorientación económica
emprendida por la 4T: abandonar el dogma neoliberal de que la riqueza
habría de
goteardesde la cúspide hacia la base de la pirámide social y priorizar el crecimiento y el desarrollo desde abajo.
En el ámbito político, el gobierno lopezobradorista enfrenta una
feroz ofensiva de la reacción oligárquica desplazada del poder, la cual
busca capitalizar a su favor la epidemia. El ataque más artero va
dirigido al principal elemento de articulación entre autoridades y
sociedad en este momento, que es el de la comunicación. Comentaristas
nostálgicos del viejo régimen, dirigentes de lo que queda de la
oposición política, jerarcas empresariales,
líderes de opinión, influencers y truhanes menores confluyen en una virulenta campaña de desprestigio en contra del equipo a cargo del manejo epidemiológico y no han vacilado para ello en construir todas las mentiras imaginables y han empeñado todo su poder mediático en el afán de descarrilar la estrategia oficial.
Así, se ha presionado para precipitar decisiones, se ha echado a
correr los rumores más sórdidos, se ha recurrido a montajes de gran
impacto en las redes sociales y se ha criticado cada palabra y cada
gesto de López Obrador para presentarlo como incapaz de hacer frente a
la pandemia, como si éste estuviera tomando decisiones personales y no
las hubiera confiado a un equipo de especialistas. La reacción cree que
ha llegado el momento de canalizar su rencor echándole a AMLO la culpa,
incluso por anticipado, de todas las calamidades previsibles asociadas a
la propagación del coronavirus: fallecimientos, contagios, afectaciones
económicas y hasta cierres fronterizos serán, según este discurso de
odio, responsabilidad directa del titular del Ejecutivo federal.
El empeño de estos actores es doblemente perverso porque le apuesta a
explotar y a usar como caldo de cultivo algo que la misma reacción
oligárquica generó a su paso por el poder: del déficit de credibilidad
de las autoridades e instituciones. Es claro que para ellos el escenario
ideal sería el desastre y la ruina del país y que aun desplazados del
gobierno no dejan de intentarlo.
Twitter: @Navegaciones
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