Pandemia
Orlando Delgado Selley
La pandemia está llevando a
que en el mundo se tomen decisiones en materia económica de gran
alcance, mientras en México nos mantenemos en la fase 1, que quiere
decir que estamos en espera de que se desate nacionalmente la epidemia.
Los ministros de Finanzas de los países del G-7, que ya se encuentran en
una fase avanzada de la epidemia, han decidido que usarán
todos los instrumentos de política económicapara contener la amenaza que ha planteado el coronavirus. El Sistema de la Reserva Federal, por su parte, decidió reducir la tasa de los fondos federales en 100 puntos base, llevándola a entre 0 y 0.25 por ciento anual, junto con la reactivación de la política de compra de valores de Tesorería, incrementando su cartera en al menos 500 mil millones de dólares. En contraste, nuestro banco central, ajustado a su mandato fundamental de ocuparse de mantener estabilidad de precios, se mantiene a la expectativa sosteniendo una tasa de referencia de 7 por ciento anual.
Además, gobiernos de países europeos han publicado un conjunto de
decisiones de carácter fiscal que procurarán contener los efectos
negativos de la parálisis de las actividades. Francia ha suspendido el
cobro de servicios públicos, así como el pago de contribuciones
fiscales, al tiempo que ha dispuesto de 300 mil millones de euros para
salvar a sus empresas. España ha destinado 20 mil millones de euros para
resarcir a empresas por las pérdidas generadas por el confinamiento. En
marcado contraste, en México AMLO ha señalado que con los recursos
rescatados por el combate a la corrupción habrá suficiente para
enfrentar la contingencia, sin especificar nada más.
De modo que hay en curso, en efecto, medidas fiscales y monetarias
que gobiernos y banqueros centrales de los principales países infectados
están poniendo en marcha, para contener los devastadores impactos
económicos que está generando la suspensión de actividades de todo tipo
en el mundo. Los mexicanos, evidentemente tarde, también viviremos la
suspensión de todas nuestras actividades y, en consecuencia, se
producirán impactos económicos muy negativos para el país y, como
siempre, serán particularmente graves para los que menos tienen.
Lo grave es que, como escribe Barry Eichengreen, en Project
Syndicate, ni las decisiones de los bancos centrales, ni la de los
gobiernos podrán reparar la ruptura de las cadenas de abastecimiento, ni
los créditos a la producción recuperarán la producción pérdida. Es
importante reconocer que es indispensable hacer uso de todas las
capacidades de respuesta que existen desde la política económica, pero
que no detendremos la contracción, sólo lograremos mitigar sus mayores
consecuencias.
Lo verdaderamente importante es la detección, la contención y el
tratamiento de la enfermedad. Estas tres tareas globales demandan
recursos fiscales, pero igualmente importante será que los gobiernos
tengan la capacidad administrativa para enfrentar eficientemente el
desafío. Se requiere que se restablezca la confianza pública en los
gobiernos, lo que exigirá absoluta transparencia para hacer del
conocimiento el avance de la infección y, por supuesto, el número de
decesos.
Pese a que las respuestas que se han dado no resuelven, es indudable
que tienen efectos positivos, aunque limitados. Peor sería, como es
hasta ahora nuestro caso, que ni las autoridades monetarias, ni las
fiscales se ocuparan de utilizar
todos los instrumentos de política económicanecesarios para mitigar el impacto de esta pandemia. De modo que es indudablemente cierto que es el momento en que el mando nacional y global tiene que estar en manos de las autoridades de salud pública, de los epidemiólogos y, en general, de los médicos. Mando que, por supuesto, tiene que coordinarse a escala global. Las medidas unilaterales y los exabruptos demagógicos no ayudan, sino complican.
Todo indica que el gobierno mexicano tendrá que tomar medidas firmes,
como las que han instrumentado China, Corea del Sur, Italia, España y
Francia, entre otros. Lo que significa que será indispensable paralizar
las actividades de todo tipo en el país lo más pronto posible. El riesgo
de salud es alto, incluso tomando estas medidas. De no tomarlas el
riesgo se incrementará exponencialmente. Hemos tenido tiempo para
observar la manera en que esos países han actuado, los problemas que han
enfrentado y, lo más importante, los resultados en términos de la
contención de la epidemia. Podemos actuar con la información disponible
y, en consecuencia, cometer los menos errores posibles. Lo que ya no
puede hacerse es seguir funcionando como si no hubiera certeza que los
contagios comunitarios ocurrirán. Es el momento de actuar y mostrar la
capacidad de un gobierno que presuntamente cuenta con respaldo
mayoritario de la población.
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