3/15/2020

Arte y tiempo ; Sugar


Sugar

La situación de posguerra llevó a Estados Unidos al gran Crack de 1929, a la recesión económica y crisis de los años 30, lo que, entre otras cosas, produjo el desempleo de millares de personas, entre ellas músicos que formaban parte de las bandas, conjuntos musicales que se presentaban en centros nocturnos, restaurantes, salones de baile y sitios similares que los despedían por ya no poder pagarles o simplemente porque quebraban, mientras la delincuencia, en complicidad con las autoridades, se enriquecía más y más con la violación de la ley seca y trata de blancas, entre otros. Todo esto al ritmo del tap, jazz, las bellas flappers, corbatas blancas, trajes a rayas, guerras de pandillas y, claro, acumulación mayor de los señores del dinero.
De todo esto hizo, en 1959, una parodia estupenda el cineasta Billy Wilder en la película que en español conocimos como Una Eva y dos Adanes que protagonizaron dos actores estupendos, Jack Lemmon y Tony Curtis y, como auténtico ángel caído del cielo para deleite de los humanos, la nunca suficientemente bien ponderada Marilyn Monroe.
Poco tiempo después, con libreto de Peter Stone, música de Jule Styne y letra de las canciones de Bob Merrill, la película saltó al teatro y, ya como Sugar, alcanzó igualmente un éxito total, llegando al país en 1975 de la mano de ese señor del teatro Manolo Fábregas y su esposa, Fela, igualmente una figura teatral. Su escenificación aquí ocurrió a cargo de Silvia Pasquel, Enrique Guzmán y el ya desde entonces gran actor, Héctor Bonilla.
A 45 cinco años, de nuevo, en el Teatro Insurgentes, Sugar vuelve a México, tan fresca, divertida y estimulante como entonces, y en medio de la diversión sigue diciendo cosas que, dado su formato de comedia musical, se diluyen para la mayoría del público, pero están allí –y en la vida real, aquí, desgraciadamente–, como la impunidad gansteril que permite toda clase de crímenes, incluso los financieros y, en contraposición, la abierta tolerancia referida a las preferencias sexuales de cada quien, resumida en la frase final de la obra: Nadie es perfecto.
Bajo la dirección de Anaí Allue, la divertida aunque en el trasfondo patética historia de Joe y Jerry, dos músicos desempleados que por hambre han tenido que asistir a un sitio donde contemplan un asesinato colectivo, se ven obligados a huir y disfrazarse de mujeres para trabajar en una orquesta femenina, transcurre fluidamente, ágil, relajante y divertidamente, gracias en buena parte a la coreografía de Óscar Carapia, así como de su residente, Gabriela Aldaz Perroni y, por supuesto de manera subrayada, gracias al desempeño del incansable coro masculino y femenino que hace de todo en un trabajo a todas luces agotador, pero que ellos y ellas desarrollan con tal frescura y desparpajo que hasta lo hace parecer fácil.
En los papeles protagónicos, desenvolviéndose, en orden ascendente por calidad histriónica, están: Arath de la Torre (Joe); Cassandra Sánchez Navarro ( Sugar), nieta de los Fábregas, a quien confieso no recordar en actuaciones anteriores, pero a partir de aquí lo haré por la calidad de su desempeño, y Ariel Miramontes, una gratísima sorpresa, ya que su más conocido mote de Albertano, no me presagiaba nada positivo, pero su desempeño como Jerry y su caracterización femenina sólo merecen mi aplauso. Mención especial para ese veterano y muy buen actor que es Mauricio Herrera, quien a lo largo de su carrera nos ha dejado cosas muy recordables y que en Sugar nos ratifica su gran oficio.
Sugar, con orquesta en vivo bajo la dirección de Carlos A. Ramírez, y con una escena, merecido homenaje a la Divina Marilyn, en el eatro de los Insurgentes, se presenta de jueves a domingo.

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