Madrid, 12 marz. 2020. AmecoPress.- Nelly es
empleada del hogar. Trabaja en casa de Lucía y Miguel, madre y padre de
Alba y Héctor. Ella también tiene dos hijas: Maritza y Estefanía. Desde
el 11 de marzo y durante quince días los centros educativos permanecerán
cerrados por el coronavirus. En las familias, en las reuniones, en los
grupos de whatsapp y en las conversaciones emerge la pregunta: ¿Qué
hacemos con los niños y las niñas? La cadena de los cuidados se pone a
prueba.
A Mara le han dado la opción de teletrabajar. Pero es complicado
hacerlo con dos niños, de 20 meses y 3 años, compartiendo espacio. Su
marido ni se plantea quedarse en casa, tiene que moverse a distintos
países, pues ocupa un alto cargo en una multinacional.
El teletrabajo ha sido uno de los temas principales de debate entre
las madres y padres. Es una fórmula interesante, más o menos novedosa,
pero complicada de llevar a cabo si, por ejemplo, tus hijos y tus hijas
son pequeñas y necesitadas de cuidados.
Pero además el teletrabajo no es una opción para otras muchas
profesiones. Es el caso de Alla, azafata que vuela durante varios días a
la semana, o las personas trabajadoras en régimen de autónomo. En casos
de este tipo, la ayuda de abuelos y abuelas suele ser un recurso
recurrente. Pero en esta ocasión no es la opción más adecuada. "Para mí
es una gran responsabilidad dejar a los niños con mis suegros y pensar
que uno de ellos pueda contagiarse”, dice Alla, “y mi madre no vive en
España”.
No es conveniente recurrir a las abuelas
Las autoridades sanitarias han sido claras: no es conveniente
recurrir a la población anciana para que cuiden a niños y niñas. Ernesto
Cerrada, médico de Atención Primaria, explica que, de hecho, las
criaturas son una población altamente transmisora. “Puede haber casos de
niños y niñas con coronavirus que desarrollen poca sintomatología, y
que pueden transmitirlo a las personas ancianas, que son población de
riesgo”.
Lucía y Miguel tienen contratada a Nelly unas horas al día. Ahora le
exigen que sean más, para que pueda ocuparse de Alba y Héctor. Pero
¿quién cuida de las hijas de Nelly? ¿Con quién las deja? Y como Nelly,
hay muchas mujeres empleadas en el sector doméstico y de los cuidados,
en su mayoría migrantes, que se ven doblemente afectadas por la crisis
del coronavirus.
Virginia, coordinadora de un centro de atención a familias en
situación de vulnerabilidad lo advierte. “Como suele pasar, cuando hay
una crisis, quienes ya viven una situación de vulnerabilidad, son
quienes más lo pagan”. El centro en el que trabaja Virginia también ha
tenido que cerrar a consecuencia de las medidas tomadas en la Comunidad
de Madrid frente al avance del coronavirus.
Las educadoras están trabajando desde casa y hacen guardia por turnos
en el centro para tratar de ayudar a las familias que lo necesitan.
“Los colegios están compensando la falta de clases presenciales con
tareas que cuelgan en portales y webs para que los chavales puedan
hacerlas en casa, lo cual está muy bien y demuestra las posibilidades
que aportan las tecnologías. Pero muchas de las madres y padres usuarias
de nuestro centro no tienen acceso a internet tan fácilmente, a veces
no se manejan y no saben cómo ayudar a sus hijos”.
Debilidades estructurales
“Situaciones cotidianas que habitualmente se resolvían con un sistema
público desbordado y un sector privado precarizado, acaban de saltar
por los aires, con cientos de miles de menores en los hogares y
potenciales enfermos que necesitan atención domiciliaria que se
encarguen de hijas e hijos, comida, limpieza o higiene de las personas
afectadas”, explica Carolina Elías, presidenta de la Asociación Servicio
Doméstico Activo (SEDOAC).
La llegada del coronavirus a nuestro país –y en particular algunas de
las medidas para contener su avance, como el cierre de residencias y
escuelas– ha evidenciado debilidades estructurales ya existentes, entre
ellas lo que se viene llamando crisis de cuidados. Es una situación que
nos recuerda que es necesario seguir construyendo unos servicios
públicos de calidad, con capacidad de dar cobertura a toda la población
cuando los necesite. “Porque todas las personas necesitamos cuidados en
diversos momentos de la vida”, como recuerdan reiteradamente quienes
apuestan por la economía feminista y como abogan las trabajadoras del
sector de los cuidados, cada vez más organizadas.
El trabajo remunerado ha de ser compatible con la vida. Y los
cuidados han de enfocarse de otro modo, en los distintos ámbitos.
Todavía los cuidados, no solo de los hijos e hijas, también de mayores,
personas enfermas o con dificultades, recaen en los brazos y espaldas de
las mujeres. El 90% de las excedencias por cuidados las piden las
mujeres, que además dedican de media cuatro horas al día en trabajos de
cuidados, mientras que los hombres invierten dos. El 37,7% de las madres
solicitan reducción de jornada al volver de su baja de maternidad
frente al 4% de los padres. La corresponsabilidad es la asignatura
pendiente para avanzar en igualdad, esta crisis lo evidencia.
Y, como entre las mujeres también hay desigualdad, quienes se
encuentran en una situación de mayor precariedad –porque son migrantes,
porque trabajan en sectores laborales con menos derechos- son las que
más padecen los síntomas de la crisis destapada por un asunto de salud
pública, como es la epidemia del coronavirus.
Es cierto, que también la sociedad se está implicando en la respuesta
a la situación: estudiantes de la universidad de Madrid se ofrecen para
cuidar a niños y niñas, mujeres en paro dan ayuda como cuidadoras,
redes de solidaridad entre amigas y compañeros de trabajo, vecinas y
vecinos ponen carteles dispuestas a hacer la compra a quienes, por su
vulnerabilidad, necesiten cuidarse especialmente sin salir de casa.
También es admirable la entrega y saber hacer de las y los profesionales
de nuestro sistema de sanidad pública, una sanidad dañada y vejada con
las privatizaciones y el abandono. Ojalá desde esas redes se advierta el
rumbo que debemos dar a la construcción social. Ojalá esta crisis nos
lleve a cuestionar ciertos armados, a ampliar derechos y a priorizar de
un modo diferente.
Foto: Archivo AmecoPress
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