Madrid, 19 may 22. AmecoPress.- El próximo 29 de mayo se celebrarán las elecciones presidenciales para la elección de los próximos representantes del Estado Colombiano. Ese día los colombianos y las colombianas decidirán si siguen en la corriente ideológica y política actual en la jefatura del país o si, por el contrario, apoyan a candidaturas y partidos más progresistas. Si bien cuatro de las siete fórmulas de gobierno tienen a una mujer ya sea en la presidencia o en la vicepresidencia, la situación de las políticas no es precisamente incluyente. Así como hubo segregación en las elecciones legislativas, el panorama no es distinto en esta contienda ejecutiva.
Desde marzo distintas organizaciones internacionales, regionales y estatales activaron mecanismos para prevenir y erradicar la violencia política contra las mujeres y el discurso misógino en las campañas electorales.
Sin embargo, aunque es habitual presenciar agresiones en la vida política de las mujeres, en las temporadas de elecciones se agudizan. Estas agresiones afectan tanto a aquellas que ya son funcionarias públicas como a las candidatas a los cargos. Al final, está presente sin importar la corriente política, sino que está arraigada en las entrañas de los ciudadanos. Se construyó en una sociedad de una talente meramente conservadora y con una política cohesiva a la discriminación hacia las mujeres.
Contexto histórico
Si bien, en Colombia las mujeres no ha habido organizaciones de mujeres que participaran abiertamente en política durante los años de independencia, sí hubo fuertes activistas políticas que impulsaron las ideas independentistas y movimiento de masas en vísperas a los enfrentamientos con la armada española. Por ejemplo, Policarpa Salavarrienta y Manuela Sáenz de Santamaría son solo algunas de las activistas en el siglo XIX.
Sería en el siglo XX cuando las mujeres empiezan a tener una participación política organizada y con una voz que fuera escuchada desde los sectores políticos tradicionales de la primera mitad del siglo. Durante el primer lustro de la década de los treinta, las mujeres lucharon por la aprobación de la Ley 28 de 1932, la cual eliminaba la potestad marital y les daría a las mujeres casadas el derecho a controlar los bienes que les pertenecían. No obstante, también se incrementarían las protestas sociales con base en el impulso del sufragio femenino. Por lo tanto, en 1944 el gobierno de turno presentó el proyecto de ley que garantizaba el voto de las mujeres, pero los diversos sectores políticos y la iglesia tumbaron la iniciativa bajo la premisa de que se rompería la vida familiar y, por ende, la política del país.
Con el rechazo del Senado, la Unión Femenina de Colombia y la Alianza Femenina de Colombia continuaron con la insistente lucha en pro del sufragio por medio de programas radiales y revistas. Sin embargo, tras la segunda guerra mundial, la iglesia categorizó a las mujeres como agresivas y de carácter violento, enmarcándolas en comportamientos restrictivos en la política; aunque muchos otros argumentaban que la participación femenina era constructiva para la paz.
Las mujeres pudieron votar por primera vez desde el 1 de diciembre de 1957, tras la victoria de un plebiscito, donde las mujeres representaron el 42% de las votaciones. Desde entonces, setenta años después, la participación política femenina está lejos de la justa paridad.
Las mujeres en la actualidad
La inclusión de las mujeres en tópicos políticos no está porcentualmente cerca de lo que debería ser. Las principales razones de las segregaciones están asociadas a la corriente política, la feminidad misma y la raza.
Un ejemplo de ello es Francia Márquez, fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico (Coalición de izquierda), quien ha sido el foco de discriminación durante los últimos meses por su ascendencia afroamericana y su surgimiento en la política desde la pobreza extrema. El racismo y el clasismo son unas de las variantes usadas en política cuando las encuestas repuntan en un sector u otro. Sin embargo, pese a las ofensivas, Márquez consiguió más de setecientos mil votos en las consultas presidenciales. Su participación en temas medioambientales y en la reivindicación de las mujeres afro en las comunidades del pacífico colombiano han conseguido que tenga uno de los grupos de votantes más robustos de las elecciones.
Por otro está Marelen Castillo Torres, candidata vicepresidencial de Rodolfo Hernández (Candidatos independientes), es tal vez una de las mujeres más preparadas dentro de las candidatas, pues se ha desempeñado como pedagoga e investigadora en una universidad en Bogotá. Sin embargo, también ha sido fuente de críticas. Los opositores han debatido su participación en política ya que esta es la primera vez que incursiona en la administración política. En todos los sectores hay casos que minimizan la meritocracia de su participación en asuntos públicos.
“Construyendo una Colombia sin violencias contra las mujeres y las niñas.”
La organización feminista Sisma mujer ha lanzado #VotoPorEllas para incentivar las votaciones por las mujeres durante todas las jornadas de votación. Esta promoción se ha hecho con ejercicios pedagógicos para concienciar sobre las votaciones justas. La iniciativa ha tenido el apoyo de ONUmujeres y la Unión Europea con el fin de erradicar la marginación de las mujeres en la esfera política.
¿Y las lideresas sociales?
El problema con el asesinato y represión hacia las lideresas sociales en Colombia está escalando a términos de genocidio. Durante el 2021, fueron hallados muertos 145 líderes sociales, de los cuales 25 eran mujeres, según un medio local. Tanto aquellas mujeres que pretenden ser defensoras ambientales como defensoras de los Derechos Humanos son perseguidas y hostigadas hasta la muerte.
La periodista Patricia Simón entrevistó a María Cedeño, quien es defensora de los DDHH en Colombia en el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. Actualmente está amenazada por su trabajo en la ONG.
María ha sufrido de primera mano todo el impacto de la violencia. La ha padecido de primera mano contra ella, pero también proviene de una de las regiones más masacradas por la guerra: el departamento de Córdoba. En esta región los grupos paramilitares controlan desde la vida de los civiles y hasta la política. Según la entrevista hecha por Simón, de las elecciones podría depender la vida de muchos líderes sociales de la región. Los hostigamientos porque estos grupos al margen de la ley obligan a votar por el candidato de derecha , Federico Gutiérrez, aunque la vasta mayoría de los habitantes quiera votar por el candidato progresista, Gustavo Petro.
Las mujeres, además, suelen sufrir violencia vicaria como formas de amenaza. El asesinato, secuestros y torturas de hijas e hijos hacen que muchas lideresas abandonen la región o dejen por completo su trabajo como defensoras ambientales y de DDHH.
Fotos: archivo AmecoPress. Pie de foto: 1) Web Sisma mujer; 2) ONUmujeres.
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