Teresa Rodríguez de la Vega Cuéllar*
Ariadna Fernanda fue asesinada en la Ciudad de México y su cuerpo abandonado en las inmediaciones de Tepoztlán. Uriel Carmona, fiscal del estado de Morelos salió pronto a los medios de comunicación con conclusiones preliminares que prácticamente cerraban el caso: la joven, de 27 años, habría muerto por una grave intoxicación alcohólica y una consecuente broncoaspiración. Carmona descartó que se tratara de un feminicidio, aseguró que en el cuerpo de Ariadna no se habrían encontrado huellas de violencia y añadió que probablemente habría perdido la vida en la Ciudad de México. Según la Fiscalía de Morelos, Ariadna perdió la vida por beber demasiado.
Dos días después, la actuación de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México desmintió los resultados de la necropsia de la Fiscalía de Morelos: el cuerpo de Ariadna presentaba claras señales de maniobras de forcejeo y defensa, así como traumatismos múltiples que le causaron la muerte. Como ha sido ampliamente difundido, los dos sospechosos del feminicidio se encuentran a disposición de las autoridades.
Debanhi fue vista con vida por última vez la madrugada del 9 abril pasado en los linderos de un motel ubicado en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo. A pesar de que el motel fue cateado varias veces desde la denuncia de su desaparición, el cuerpo de Debanhi fue hallado 13 días después en una cisterna del inmueble. Gustavo Adolfo Guerrero, fiscal del estado de Nuevo León, salió pronto a declarar que la joven de 18 años había muerto por una contusión profunda de cráneo insinuando que probablemente habría caído accidentalmente en la cisterna. Según la fiscalía de Nuevo León, Debanhi perdió la vida por un desafortunado accidente.
Tuvieron que pasar más de dos meses para que, por insistencia de sus familiares, el cuerpo de la joven fuera exhumado y sometido a una nueva autopsia que arrojó resultados sencillamente aterradores: Debanhi permaneció con vida al menos una semana después de su desaparición, murió asfixiada y su cuerpo ya sin vida fue abandonado en la cisterna donde fue encontrado. Hoy no hay ningún detenido vinculado a este caso.
Lesvy Berlín fue asesinada en Ciudad Universitaria la madrugada del 3 de mayo de 2017. Su cuerpo fue hallado a la mañana siguiente al pie de una cabina telefónica, aún prendido al cable que apretó su cuello hasta arrebatarle la vida. Después de emitir diversas comunicaciones estigmatizantes de que la joven, de 22 de años, consumía alcohol, drogas y era una mala estudiante, la entonces Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, en voz de su titular, Edmundo Garrido Osorio, aseguró que una investigación pulcra y con perspectiva de género arrojaba la conclusión de que Lesvy se habría suicidado con el cable de la cabina telefónica en presencia de su novio, quien fue indiciado por omisión, es decir, simplemente por no haber impedido que su pareja se quitara la vida. Según la PGJCDMX, Lesvy se suicidó.
Poco tiempo después, un peritaje independiente determinó que las lesiones y la posición en que fue encontrado el cuerpo de Lesvy no correspondían, en definitiva, a la mecánica de un suicidio. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio exigió entonces que la investigación se reclasificara como feminicidio, lo que finalmente ocurrió. Dos años después, a raíz de la recomendación emitida por la Comisión de Derechos Humanos local y en voz de Ernestina Godoy Ramos, la PGJCDMX ofreció una disculpa pública a la familia de Lesvy reconociendo que el jefe de Gobierno, el procurador y decenas de funcionarios, asumieron y defendieron como razón de Estado una verdad oficial insostenible al mínimo escrutinio público, que culpabilizó de nuevo a las mujeres de la violencia. Como resultado de la reclasificación del caso, Jorge Luis González Hernández fue declarado culpable del feminicidio de quien fue su pareja y enfrenta una condena de 52 años de prisión.
Ariadna, Debhani, Lesvy. Tres feminicidios. Tres fiscales hombres –sí, hombres– al frente de las instancias encargadas en primer término de esclarecer sus muertes. Tres intentos de culpabilizar a la víctima y dotar de impunidad al feminicida.
Ariadna, Debanhi, Lesvy, tan sólo tres de los más de 5 mil feminicidios que se cuentan en el país desde 2017; tres casos dolorosamente emblemáticos del modus operandi del aparato feminicida que mata a 10 mujeres todos los días. Nos matan las instituciones que son incapaces de hacer de las calles, los hogares, el transporte, las escuelas y los centros trabajo lugares seguros para las mujeres. Nos mata el sistema al labrar la voluntad feminicida de esos sujetos que se sienten con la licencia de disponer de nuestro cuerpo antes y después de muertas, para penetrarlo, para golpearlo, para asfixiarlo, para echárselo a la espalda con las piernas rígidas y la cabeza abajo, para tirarlo en una cisterna o al borde de la carretera. Nos mata la actuación de los peritos, los fiscales, los forenses que inspeccionan nuestro cuerpo inerte y las escenas del crimen con los lentes de la misoginia bien puestos, buscando cualquier indicio que les permita afirmar que nosotras tuvimos la culpa. Nos mata la corrupción de quien ofrece y brinda protección al feminicida que puede pagarla. Nos matan los comunicados y declaraciones oficiales que nos revictimizan, estigmatizan y culpabilizan. Nos matan las cifras alegres que maquillan la violencia feminicida. Nos matan los reportajes que convierten nuestra muerte en mercancía para venderle al morbo...
Nos matan antes y después de matarnos.
* Profesora del Centro de Estudios Sociológicos de la FCPS, UNAM
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