Carlos Bonfil
Hombre cínico y taimado, de cortesía filosa y pendenciera, De Roller sabe manipular a su antojo los miedos y las incertidumbres de la población local frente al peligro siempre latente de una serie de ensayos nucleares ordenados por el gobierno francés que recuerdan los ya padecidos por la isla entre los años setenta y noventa del siglo pasado. El rumor de que un submarino nuclear ha sido avizorado cerca de las costas tahitianas enciende las alarmas y multiplica las intrigas en las que, se insinúa, estarían involucrados agentes secretos de potencias nucleares rivales de Francia. Por el lugar merodean también un misterioso almirante (Marc Susini) y un diplomático portugués (Alexandre Melo), quien le disputa a De Roller los favores sexuales de la bella trans Shannah (Pahoa Mahagafanau), de irresistible aspecto andrógino. En ese microcosmos que es el bar discoteca donde transcurre buena parte de la trama, reina el ubicuo Morton (Sergi López), especimen más de la élite blanca que ha hecho de la isla un conveniente lupanar exótico para su distracción y sus arreglos políticos.
Una belleza siniestra. Artur Tort, cinefotógrafo habitual del
director catalán, crea en el bar de Morton un ambiente surreal y
decadente. Iluminación ultravioleta, incandescencias neón, ropa interior
blanca para meseros semidesnudos, e intensos contrastes cromáticos con
transición gradual a la oscuridad para captar en los invitados fisionomías y rostros apergaminados, casi anfibios, en un mundo subacuático o seudonuclear
(Tort). Hay en esta cinta de Serra una oscura farsa sobre la vanidad humana que Pacifiction, y donde, según sentencia De Roller con sarcasmo, la política es una discoteca
.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14 y 20 horas
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