Laura M. López Murillo
(especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar intrincado y sinuoso, entre los recovecos de la legalidad se encuentra el imponente monopolio de la violencia; y en ese entorno incomprensible, deambula la verdad en un oscuro laberinto...
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
El domingo 31 de enero en Ciudad Juárez, Chihuahua, un comando armado incursionó en una fiesta de cumpleaños y asesinó a quince jóvenes. La masacre enfatiza el ambiente de violencia e inseguridad en una ciudad que ha trascendido el ámbito nacional por la opacidad y la impericia para resolver los grotescos asesinatos de mujeres.
Durante años y en secuencias paralelas, se incrementó el nefasto legajo de las “muertas de Juárez”, se reveló el negro porcentaje de la impunidad, se exhibió la ineficacia de las autoridades y se exacerbó la indignación social ante las explicaciones, intrincadas e inauditas, de los órganos de justicia.
Ahora, en el caso de los jóvenes asesinados, las líneas de investigación se distorsionan y se retuercen de nuevo: el acontecimiento se divulgó como una “ejecución”, y se afirmó que los jóvenes asesinados pertenecían a un cartel del narcotráfico en esa plaza. Esa versión mediática de los acontecimientos obedeció al criterio impuesto por las autoridades encargadas de esclarecer el crimen y procurar justicia.
Pero esa versión apócrifa se derrumbó cuando los familiares y deudos de los jóvenes lograron acceder a los medios para demostrar con evidencias fehacientes que los asesinados eran estudiantes dedicados, cuya conducta no coincide con el patrón de la delincuencia organizada.
La justicia no fue pronta y expedita, pero sí lo fue la reacción de la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua: apareció un testigo presencial y fueron detenidos dos implicados en el multihomicidio. La línea que se sostiene conduce al crimen organizado: el enemigo público número uno en el calderonismo.
Y la secuencia de reacciones mediáticas se incrementa con el espectacular anuncio del gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza Terrazas, del traslado de los tres poderes del estado a Ciudad Juárez, “para tratar de contener la ola criminal que la ha convertido en la ciudad más violenta del mundo”.
No!... aún entiendo cómo ni por qué… la presencia de los representantes del poder ejecutivo, del legislativo y el judicial en Ciudad Juárez será una estrategia en el combate al crimen organizado. Y… no! … no creo que los carteles de la droga atenuarán el ritmo acostumbrado de trabajo sólo porque el gobierno pernocta en esa plaza.
Tampoco comprendo los contrastes del afán justiciero: mientras en Ciudad Juárez surgen implicados por obra y gracia de la providencia, en el DF, todas las líneas de investigación de anudan y se complican: aún no detienen al agresor del futbolista Salvador Cabañas y por si fuera poco, hubo un connato de incendio en el lugar de los hechos.
Lo que me queda claro es que la procuración de justicia se realiza en vericuetos insostenibles, que los hechos se reconstruyen y se investigan en líneas sinuosas y complicadas que no conducen a su esclarecimiento, porque en ese entorno incomprensible, la verdad errante se desvanece en un oscuro laberinto…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
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