Se trata, sin duda, de una iniciativa importante, ya que desde hace años, prácticamente desde 2001, en que se consumó la contrarreforma indígena, el movimiento indígena no se ha mostrado como una fuerza nacional, sino como muestras de resistencia regional con muy diversas expresiones: contra las represas y el despojo territorial, por la defensa de los recursos naturales, por la defensa del maíz nativo, por el impulso de la soberanía alimentaria en los hechos, por la construcción de gobiernos y sistemas de seguridad públicos propios, al margen de los mecanismos de control estatal. Se trata de luchas de resistencia muy importantes pero muy desiguales, porque divididos los movimientos resultan débiles frente a los poderes caciquiles y estatales, que ven en el fortalecimiento de los pueblos indígenas y el ejercicio de sus derechos una amenaza para sus intereses.
Pero que la creación de un espacio de organización nacional sea necesaria no quiere decir que pueda ser cualquiera. Si en realidad busca ser un espacio indígena deberá ser creado por indígenas, de acuerdo con las formas y procedimientos indígenas y tener como objetivo defender, más que los derechos indígenas, las formas de vida de ellos. El derecho de representación y consulta que el Estado debe cumplir cuando realiza acciones que pueden afectar la vida de los pueblos indígenas debe ser aplicado también internamente. Si no se hace así, se estará reproduciendo las prácticas que se critican al gobierno, suplantando a los pueblos indígenas, y esta práctica es reprochable, por más que se haga de buena fe y con la sana intención de apoyarlos.
Eso es lo que no queda claro en la convocatoria a la que se hace referencia. Su agenda de discusión incluye un balance del movimiento indígena, estrategias de articulación entre ellos, los conflictos agrarios y forestales en los territorios indígenas, una nueva reforma constitucional, temas bastante alejados de la situación de violación de los derechos indígenas que enuncian en la misma convocatoria. También incluyen dentro de los temas de discusión el derecho a la consulta, la participación política y la toma de decisiones y las políticas públicas para el desarrollo integral de los pueblos indígenas de México, más cercanos a los órganos estatales (cuyo fin es atender las necesidades indígenas) que a los reclamos de los propios pueblos. Nada se dice de la reconstitución de los pueblos, que era la demanda central en la década pasada y sigue siendo válida, si se trata de la defensa de los territorios como espacio vital, de reproducción y sobrevivencia.
No es una diferencia menor. Detrás de ella está la voluntad de andar un camino diferente al marcado por el Estado, con propuestas propias, acordes a sus necesidades específicas que trasciendan las políticas del Estado. En palabras de indígenas: se trata de identificar el horizonte que se quiere alcanzar, el camino que hay que recorrer para lograrlo y de escoger los compañeros de viaje. Hace años, haciendo una crítica a quienes postulaban la posibilidad de construir el movimiento indígena cercanos al aparato estatal y sus políticas, un compañero de la policía comunitaria del estado de Guerrero equiparaba ese hecho a subirse a un caballo cansado, que además camina por un rumbo distinto al que uno quiere llegar, sólo por estar cansado. La conclusión es clara. Se puede superar el cansancio y hasta avanzar, pero ese avance nos aleja del horizonte al que se quiere llegar. Ése sigue siendo el mayor reto del movimiento indígena.
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