2/13/2010


Tiempo de Blues

Una década de jazz

Raúl de la Rosa
Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere?

Primera llamada

El elemento más poderoso que el ser humano tuvo allá en la noche de los tiempos, aparte del lenguaje, fue la tradición oral: de padres a hijos, de generación a generación se transmitieron relatos, leyendas, mitos, cantos, conjuros, que, poco a poco se iban modificando. La tradición oral se cultivaba como un don casi divino, es más, sospecho que así se escribieron algunos textos dictados por Dios.

¿A qué viene todo lo anterior? Sencillamente, a que todo ese conocimiento y sabiduría se hubieran perdido para siempre, sin esa tradición, que aún hoy día persiste en innumerables pueblos; de ahí el epígrafe al inicio de esta columna: ¿Dónde están los que vivieron en este mundo antes que nosotros? Miles de años tuvieron que transcurrir hasta que inventamos la escritura, y apenas ayer se desarrolló la tecnología que permitió registrar, guardar y difundir el mundo sonoro del ser humano, en especial su música.

Después apareció la radio (en esa escala de tiempo diríamos que fue hace 20 segundos) un formidable medio de comunicación para difundir casi todos los aspectos del ser y quehacer de la humanidad: el mundo no volvió a ser el mismo. Privilegio de unos cuantos en sus inicios hoy es el medio más popular, extendido y accesible prácticamente para cualquier ser humano, sin importar condición y región que habite. Digamos que es el medio de comunicación más democrático.

¿Pero este medio ha caminado a la par de las ideas?, y lo más importante, ¿refleja nuestra realidad? ¿Responde a las necesidades colectivas de la sociedad, o como en la mayoría de los demás medios de comunicación, es un instrumento más de control y enajenación de la población? Parece que así es, salvo contadas excepciones.

Segunda llamada

En el siglo pasado fuimos testigos de cómo manipula la propaganda, es archiconocida la filosofía de Goebbels: Si una mentira se repite suficiente terminará por ser verdad; la fórmula no ha cambiado en el mundo actual. Como contrapeso a la radio comercial muchos gobiernos han creado radios públicas para llenar esos enormes huecos que la primera no atiende.

En nuestro país tenemos ejemplos importantes de las llamadas radios culturales, que con presupuestos bajísimos han realizado una labor fundamental en la difusión de la cultura y la preservación de nuestra maravillosa riqueza musical. Hace 85 años, sí, leyó usted bien, hace 85 años se creó la primera radio cultural de nuestro país: Radio Educación. Su labor ha sido impresionante y modelo a seguir por innumerables radiodifusoras en el territorio nacional.

Radio UNAM inició sus transmisiones el 14 de junio de 1937, es más joven, tiene apenas 73 años y desde sus inicios se marcaron las distancias entre la universidad y la Secretaría de Educación Pública; en esa transmisión se interpretaron obras de Beethoven, Schubert y Paganini, y como escribió un columnista: Escuchamos un concierto digno de las mejores estaciones europeas.

En todo el país existen varias estaciones con este perfil, ligadas a las universidades estatales y las llamadas radios comunitarias, que suman más de 80, las cuales transmiten –principalmente– en zonas rurales y territorios indígenas, consideradas por algunos integrantes de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión como subversivas (¡!) De mil 400 emisoras existentes en el país, 319 son culturales, universitarias y comunitarias.

Tercera llamada

La programación de las radios culturales en sus inicios hacía énfasis en la llamada música culta y en los géneros populares tradicionales, sin embargo, poco a poco se colaron géneros que eran denostados por extranjerizantes o penetraciones culturales, me refiero concretamente al rock, al blues y al jazz.

Actualmente, estos géneros, más sus infinitas subdivisiones, han ocupado un espacio gracias a las coyunturas y a los criterios más amplios de una necesidad de difundir las propuestas alternativas musicales que reflejan la evolución de esa –también– música popular. La mayoría ha surgido de productores con una visión más generosa y conocedora de esos géneros.

Cuando se celebran los insólitos 10 años de Horizonte 107.9 FM, estación del Instituto Mexicano de la Radio, con una programación sustentada principalmente en el jazz, no se esperaba la gran aceptación que hoy tiene entre sus escuchas; recordamos los programas pioneros de este género: Panorama del jazz (1960-1973), con el talentoso y multifacético Juan López Moctezuma (1929-1995). En Radio Educación surge en 1974 En la noche, jazz, del ingeniero Guillermo Lagarda y como conductor el recordado Emilio Ebergenyi.

La Noche de un Día Difícil y Datos Para una Historia No Escrita del jazz, de Alain Derbez, en Radio Educación. Concierto de jazz, de Germán Palomares, y Panorama del jazz, al que se integra Roberto Aymes en 1978 y que cumple 32 años al aire, ambos programas en Radio UNAM. Otro programa que hizo historia fue el de Roberto Morales en Jazz FM, con un peculiar estilo de locución: “En la trompeta y de su creación escuchamos...

Pero hablamos de programas, no de una radiodifusora –repito– que dedique su programación al jazz, principalmente, al blues y a la música del mundo; todavía hay mucho que recorrer, como incluir más jazz hecho en México y otras corrientes importantes de este género.

Vale recordar que en estas tres estaciones también ha existido un espacio, pequeño, pero al fin unas horas a la semana del género matriz de mayor influencia en la música popular del siglo XX: el blues. El que escribe condujo Tiempo de blues (1978-1988) en Radio Educación, para aterrizar hace cuatro años en Horizonte con el programa Por los senderos del blues.

Desde 1986, Mario Compañet ha mantenido contra viento y mareados en Radio UNAM su programa el Blues inmortal; 24 años al aire no es poca cosa y ahora la Asociación Mexicana de Blues abrió un espacio para el género en Código DF Radio Cultural en línea.

Finalmente, el concepto de jazz como perfil de una estación en el cuadrante de la radio es importante y como escribió Alain Derbez*: Más boyas vengan en un infinito océano sonoro para poder seguir nadando. Eso sería acaso mi mínima crítica, que no pretende empañar el disfrute compartido por la continuidad y la existencia de este espacio. Vengan más décadas. Salud y jazz mediante.

*El jazz en México. FCE, 2001

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