Daniela Villegas
Este mes se cumplen 141 años de haber aparecido el primer número de Las
Hijas del Anáhuac, la primera publicación escrita y dirigida únicamente
por mujeres en nuestro México. Impreso en la Escuela de Artes y Oficios
para la Mujer tuvo como editoras a Guadalupe Ramírez y Concepción
García de Ontiveros, quienes invitaban a sus lectoras a escribir pues
ya no es mal visto que la mujer escriba y exprese sus sentimientos por
medio de la pluma.
Pese a que la pionera en los textos periodísticos feministas fue
Rita Cetina Gutiérrez quien publicó en Yucatán en 1870, La siempreviva,
es considerada Las Hijas del Anáhuac, la precursora del periodismo
feminista en nuestro país y data según documentos de la Biblioteca
Nacional de México del 19 de octubre de 1873.
En 1887 apareció Violetas del Anáhuac haciendo eco del nombre
de la publicación pionera. Fue dirigida en sus inicios por Laureana
Wright de Kleinhans (1846-1896) y posteriormente por Mateana Murguía
(1856-1906).
Laureana Wright de Kleinhans, quien formaba parte de la clase
privilegiada en México tuvo acceso a la educación durante el Porfiriato
lo cual la concientizó sobre el papel fundamental de la educación para
las mujeres. Escribió numerosos artículos y editoriales además de las
obras: La emancipación de la mujer por medio del estudio, Educación
errónea de la mujer y medios prácticos para corregirla
Los ejes temáticos de estas primeras publicaciones tendían a
enfocarse en consejos domésticos, crónicas de la ciudad, literatura,
arte culinario, higiene de la familia y escasamente en crítica social
como sus sucesoras habrían de hacer en años posteriores.
En la editorial del primer tomo de Las Hijas del Anáhuac se
hace evidente que se continuaban manteniendo estructuras de
reproducción de los estereotipos de subordinación de las mujeres al
ámbito de lo doméstico.
al recomendaros que estudiéis y que escribáis no creáis
nunca que opinamos que la mujer, olvidada de la misión sublime que
tiene que cumplir en la tierra se dedique, solamente a la bella
literatura, lejos de nosotras tan errónea idea: queremos sí, que la
mujer escriba y estudie, pero nunca que por esto se olvide de sus
atenciones domésticas
Para las redactoras de esas líneas la educación no significa
que las mujeres se salgan de las estructuras de subordinación, es más
la domesticidad, la esfera de lo privado es calificado de sublime. El
ángel del hogar como le llamara la escritora Rosario Castellanos a la
mujer dedicada a las labores domésticas, al cuidado de la familia es
encumbrado. Al final escribir y estudiar se ve opacado y termina como
mero adorno por esa imperiosa necesidad de agradar y cubrir con las
expectativas de domesticidad y de cuidados que se espera de ellas.
Esta postura era coincidente con la ideología positivista que
reinaba en México a finales del siglo XIX, en donde la esencia femenina
se identificaba con el estadío místico, con la naturaleza.
En otro extracto señalan:
el ser más perfecto de la creación, el que os dio la vida y
comparte con vosotros vuestras penas y sufrimientos. La mujer es un ser
nacido para gozar, sin embargo su corazón guarda siempre una historia
de amargura: su abnegación toca lo infinito
El mundo siempre censura
hasta la más sencilla de sus acciones, buscando un motivo para
ridiculizarla
Se hablaba de la madre como todo amor y abnegación alejada de
un proyecto personal, que pese a que daba todo su apoyo llegaba a
recibir rechazo o indiferencia. Sin embargo no se explicaba a qué se
debía este fenómeno, cuáles eran las razones de esta subordinación que
ellas mismas reproducían. Nunca llegan a hacer una crítica muy fuerte a
las estructuras patriarcales de las cuales ellas también forman parte y
que pese a que las oprimen, por ser mujeres, siguen recibiendo
beneficios al ser mujeres privilegiadas, ya que podían adentrarse en el
mundo de las letras y tener acceso a la educación, al menos las
participantes en los citados semanarios.
Todo va con mesura con precaución de no querer conmocionar al
público al que va dirigido sus escritos, mujeres privilegiadas de la
ciudad de México principalmente. Quizá fuera en Las Violetas del
Anáhuac, dirigida por Laureana Wright una de las primeras que en un
principio expusiera su interés por los derechos de las mujeres, entre
ellos el acceso al voto y a la educación más combativamente.
Los inicios del periodismo feminista en México si bien pudieron
haber reproducido una serie de estereotipos de domesticidad entre
mujeres de clase alta, es un importante hecho que escribieran y se
expresaran a sí mismas con un ímpetu de crear un espacio de pensamiento
que abriría el camino a muchas otras publicaciones realizadas por
mujeres en México que a la postre irían tirando estereotipos de
domesticidad y sujeción a lo largo de los años.
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