En Estados Unidos, el presidente Obama ha exigido que se explique a la
población por qué falló el protocolo de seguridad en el caso de la
enfermera Nina Pham que se contagió de ébola.
Joel Hernández Santiago
lasillarota.com
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De
pronto, casi al finalizar 1976, un piloto de aviación le trajo a
Bélgica una muestra de sangre de una monja que había contraído una rara
enfermedad en África. El investigador y profesor de microbiología Peter
Piot no sabía de qué se trataba y en un principio pensó que era fiebre
amarilla.
Luego de las dificultades para identificar al virus,
las muestras fueron enviadas por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) a un laboratorio de alta seguridad en Inglaterra cuando
percibieron que tenía una forma diferente, muy grande y con forma de
gusano. No era fiebre amarilla. No era fiebre de Lassa. No era
tifoidea. Por el momento tenía un parecido al virus de Marburg
–extremadamente peligroso y que en los sesenta mató a trabajadores en
un laboratorio de Alemania.
Con las cepas hicieron pruebas en
ratones y descubrieron un nuevo mal: mortal. Piot fue parte del equipo
de especialistas que por primera vez viajó a Yambuku, un pequeño pueblo
en el distrito de Mongala, al norte de la República Democrática del
Congo (Zaire). [Alexandro Hernández, 24 Horas].
Por
entonces el riesgo era menor pues los brotes eran aislados y breves así
que no había tanto peligro. En 1976 sólo hubo dos brotes de forma
simultánea en Sudán y la República Democrática del Congo. Ahí hay un
río que se llama Ébola: de ahí el nombre hoy tan temido.
En
adelante aparecieron casos cada vez más frecuentes, pero no es sino
hasta 2014 cuando el Ébola aparece de forma múltiple, sobre todo en
Guinea, Sierra Leona, Liberia y Nigeria y, al momento, según la OMS se
incrementa su propagación.
Es una enfermedad infecciosa viral
aguda que produce fiebre hemorrágica. Se supone que tres especies de
murciélagos de la fruta son los transmisores naturales del virus y, al
momento, ya ha causado 4,447 muertes y se suponen 8,914 personas
infectadas, aunque no existe una cifra exacta debido a que muchos
enfermos no notifican el padecimiento a la autoridad sanitaria.
Voluntarios
religiosos y médicos acudieron a prestar ayuda en África. Dos de ellos
murieron ya en España, que es decir, fuera del territorio africano y
trasladando el virus a occidente. Una enfermera, Teresa Romero,
voluntaria que asistió al misionero Manuel García Viejo, uno de los
enfermos en el hospital Carlos III de Madrid, se infectó por Ébola y al
momento está grave.
Otro caso fue el Thomas Eric Duncan, de un
viajero que llegó a Estados Unidos procedente de África ya contagiado
por la enfermedad; murió el miércoles 8 de octubre en Dallas, Texas.
Una enfermera que lo asistió fue contagiada: Nina Pham, también en
Dallas, Texas...
En ambos casos, tanto en Estados Unidos como en
España, se asegura que hay un momento en que se rompió el protocolo de
seguridad de los asistentes médicos. La gravedad de la situación indica
que la enfermedad es extremadamente agresiva y se transmite por
líquidos humanos.
El terror al contagio ha recorrido al mundo.
Europa ha encendido los focos rojos y llevan a cabo revisiones. Londres
revisa de forma exhaustiva a viajeros que provienen de la zona africana
con mayores contagios; Bélgica, Alemania, Francia, España ni se diga...
El
tema pasó de la sanidad a lo político porque, en el caso español, la
indignación por el descuido en el tratamiento de los enfermos y su
traslado suponen una muy mala actuación de la autoridad lo que ha
llevado a que muchos se exijan la dimisión de Ana Mato quien desde 2011
es ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno de
España y a quien se atribuye la parte institucional de la gravedad en
España. En tanto, Javier Rodríguez, Consejero de Sanidad en la
Comunidad de Madrid se vio obligado a dimitir luego de unas
declaraciones absolutamente desafortunadas al referirse a Teresa Romero.
En
Estados Unidos, el presidente Obama ha exigido que se explique a la
población por qué falló el protocolo de seguridad en el caso de la
enfermera Nina Pham y exigió que se multipliquen las medidas de
seguridad en todo el país.
Dallas, Texas, en donde ocurrió la
muerte de un enfermo por Ébola, así como el contagio de la enfermera,
está muy cerca de la frontera con México. Ahí hay una gran población
mexicana que se traslada de un lado de la frontera estadounidense a
México, y a la inversa, lo que hace que sea una zona de riesgo para los
mexicanos.
El contagio podría llegar desde ahí. Las autoridades
mexicanas de salud lo saben y, por lo mismo ya han dispuesto ocho
hospitales acondicionados para casos de Ébola que pudieran presentarse,
distribuidos en la República, pero básicamente en la frontera con
Estados Unidos. Ojalá los protocolos no estén contaminados por
burocracia, corrupción, falta de capacitación o negligencia.
Naturalmente,
la autoridad mexicana garantiza que no hay riesgos y tal; pero lo que
sí es cierto es que las alertas deben estar encendidas.
Los
problemas de salud en México son muchos. Uno de esta naturaleza sería
extremadamente fatal para muchos. La Secretaría de Salud federal y las
de los gobiernos estatales deberán establecer conexión eficiente para
evitar riesgos, sobre todo porque, es así, el mal podría llegar del
norte del continente... como muchos otros.
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