Dilma o Marina son los nombres de dos mujeres que, durante varias semanas, estuvieron disputándose la posibilidad de dirigir el destino de 196 millones de personas
Jován Pulgarín
Madrid,
13 oct. 14. AmecoPress/Theobjective.- La estrepitosa caída de la
candidata Marina Silva impidió que dos mujeres se disputaran la
presidencia de Brasil. Una experiencia de la que sólo Chile puede
presumir y que destaca la regla: los hombres siguen al mando.
Dilma
o Marina, son los nombres de dos mujeres que durante varias semanas
estuvieron disputándose la posibilidad de dirigir hasta el año 2018 el
destino de 196 millones de personas. ¿Su objetivo? La presidencia de
Brasil, un país reconocido en el mundo por ser una potencia del deporte
masculino por antonomasia: el fútbol. ¿Una demostración del progreso de
las mujeres en la política? Los números dicen que sí, al menos en
América.
Con seis jefas
de Estado o de Gobierno, “América es la región con el mayor número de
mujeres en el nivel político más alto”. La estadística se observa en el
“Mapa 2014 de las Mujeres en Política”, que realizó la Unión
Interparlamentaria (UIP) y ONU Mujeres. El nuevo continente también
lidera la “Liga” en porcentaje de ministras (22,9%). Le sigue África
(20,4 %), Europa (18,2 %), el Pacífico (12,4 %), Asia (8,7%) y el mundo
árabe (8,3%).
Significativo
si se revisan los antecedentes: Isabel Martínez de Perón en Argentina
(1974-1976), Lidia Gueiler en Bolivia (1979-1980), Violeta Chamorro en
Nicaragua (1990-1997), Rosalia Arteaga en Ecuador (tres días en 1997) y
Janet Rosemberg Jagan en Guyana (1997-1999).
En 2010, Dilma
Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), consiguió un gol de
portería a portería al convertirse en la primera presidente mujer, al
derrotar a José Serra del partido de la Social Democracia de Brasil
(PSDB). La economista de 62 años, que fue guerillera y estuvo en
prisión entre 1970 y 1973, lo logró con una propuesta sencilla:
continuar con las políticas de Luis Inacio Lula Da Silva para
desarrollar “un Brasil con alma y corazón de mujer”.
Lula, que
cerró su periodo presidencial respaldado por el 83% de los brasileños,
basó su política en la justicia social y la reducción de la pobreza.
Cuando se hizo oficial la victoria de su mano derecha, declaró que
Serra “hizo una campaña agresiva contra Dilma, que fue víctima del
prejuicio contra la mujer”.
“Más mujeres
están ahora en la política e influyen en la agenda política en los
niveles altos. Eso está claro. Pero no en el nivel más alto”, explica
Anders B. Johnsson, Secretario General de la UIP al departamento de
prensa de ONU Mujeres. “Algunos líderes han roto el techo de cristal
para las mujeres a través de su propia visión personal y voluntad
política. Ellos han demostrado la importancia crítica del liderazgo
político para producir el cambio. Ahora necesitamos más líderes que
muestren el mismo coraje político”.
La politóloga
Merike Blofield, investigadora asociada al Centro de Estudios
Latinoamericanos de Miami, explicaba a El País de España: “Si vemos las
cuatro presidentas (de esta década), todas han sido sucesoras de
presidentes hombres muy populares y candidatas de las mismas
coaliciones de partidos. Su primera elección era segura, pues
representaban la continuidad del Gobierno en funciones. Bachelet
recibió el poder de manos de Ricardo Lagos (en 2006); Rousseff de Lula
Da Silva; Laura Chinchilla (en 2010), de Óscar Arias y Cristina
Fernández de su esposo (en 2007)”.
Marina Silva,
que nació en la aldea amazónica de Breu Velho, una zona reconocida por
ser productora de caucho y donde contrajo cinco veces malaria, esperaba
obligar a Rousseff a una segunda vuelta sin ese apoyo. “No soy hija de
un político tradicional ni de un empresario”, suele responder la
candidata de 56 años cuando se le pregunta por su lento ascenso en la
política. De hecho, si impedía la reelección de su contrincante, la
sorpresa hubiera sido mayor que el 7-1 de Alemania al scratch de
Felipao en la semifinal del Mundial.
“Cada elección
es una oportunidad crítica para avanzar hacia una mayor participación
de las mujeres como votantes y candidatas”, reflexiona el Director
Ejecutivo Adjunto de ONU Mujeres, John Hendra, al explicar la utilidad
de medir en un mapa el comportamiento político del género femenino. “Es
una gran herramienta para realizar un análisis comparativo del progreso
y para garantizar la rendición de cuentas”.
Cuentas que
muestran avances, sí, pero también la resistencia al cambio. Al
comenzar 2014, 36 países tenían 30% o más de ministras, 10 más que hace
dos años. Los que encabezan este departamento son: Nicaragua, Suecia,
Finlandia, Francia, Cabo Verde y Noruega. También hay crecimiento,
aunque no muy pronunciado, en los países árabes, Europa y el Pacífico.
El porcentaje de mujeres parlamentarias se incrementó en 2014: 21,8 a
nivel mundial. La tendencia, pues, está marcada.
Y no se trata
solo de cantidad, sino también de relevancia. Siguiendo las
estadísticas de la ONU, el número de mujeres al frente de un Ministerio
de Defensa se ha duplicado (de 7 a 14 desde 2012), al igual que el de
mujeres a cargo de asuntos exteriores y la cooperación internacional.
El sistema de cuotas y el ejemplo de los países nórdicos
“No es posible
abordar el problema de la representación femenina únicamente por medio
de un sistema de cuotas. Los partidos políticos, ONG, los sindicatos,
la Iglesia: todos deben asumir su responsabilidad dentro de sus propias
organizaciones para promover de forma sistemática la participación
femenina desde los niveles inferiores hasta los más altos. Esto no
ocurrirá de la noche a la mañana, ni en uno ni en cinco años: tomará
una o dos generaciones lograr un cambio significativo. Es en esto en lo
que trabajamos actualmente en Suecia.
Nosotros no
comenzamos con un sistema de cuotas. Primero sentamos las bases para
facilitar el acceso de las mujeres a la política; las preparamos para
garantizar que fueran competentes cuando ocuparan sus cargos; y
preparamos el sistema, lo cual hizo que fuera un poco menos vergonzoso
para los hombres hacerse a un lado. Fue posteriormente cuando
utilizamos las cuotas como instrumento en segmentos e instituciones
donde necesitábamos un avance significativo”, ha explicado Brigitta
Dahl, quien fue presidenta del Parlamento de Suecia entre 1994 y 2002.
Ana Balletbo,
ex diputada del Partido de los Socialistas de Cataluña (1979 – 2000),
también ha advertido sobre los riesgos del sistema de cuotas: “Son un
arma de doble filo. Por un lado, obligan a los hombres a pensar en
incluir a las mujeres en el proceso de toma de decisiones, por lo que
deben crear espacios para ellas. Por otra parte, puesto que son los
hombres quienes abren estos espacios, buscarán mujeres a quienes puedan
manejar: mujeres que acepten más fácilmente la hegemonía masculina”.
Drude Dahlerup
es profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Estocolmo y una
autoridad en el análisis de la representación política de la mujer. En
su ensayo “El uso de cuotas para incrementar la representación política
de la mujer”, explica: “La idea central de los sistemas de cuotas es
seleccionar mujeres para puestos en las instituciones del gobierno y
garantizar que estas no queden marginadas de la vida política o tengan
una presencia meramente decorativa”.
Aplicadas en
principio en los países nórdicos, hoy se reconoce su aporte para
avanzar en el concepto de paridad, si bien su base filosófica sigue en
discusión. Las estadísticas hablan por sí solas: en 1995, Suecia
alcanzaba el 41% de representación de mujeres en política. Le seguían:
Finlandia (con 35,5%), los Países Bajos (33,3) y Dinamarca (32,9).
Todos superaban ampliamente al promedio, que se situaba entre 16 y 19,3
por ciento. Actualmente, en Suecia hay más mujeres a cargo de
ministerios (13), que hombres (10) y en Finlandia la paridad es
absoluta: 9 por género.
¿Tal
representatividad derivó en leyes que mejoraron la calidad de vida de
la mujer? Esta puede ser la partida para otro tema de investigación,
pero ciertamente el modelo económico es reconocido por su impacto
positivo en la sociedad. Que las mujeres casadas consiguieran derechos
independientes de sus esposos, es un ejemplo. La asistencia a
embarazadas y, en general, los beneficios sociales son consecuencias de
acuerdos entre partidos de derecha y de izquierda, en los que las
mujeres han sido clave.
¿Y España?
Logró importantes avances en la última década, desde que en 1999 se
nombró a la primera mujer Presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, y
en 2000 a la primera Presidenta del Congreso de Diputados, Luisa
Fernanda Rudi. Ayudó que durante el primer mandato de José Luis
Rodríguez Zapatero se aprobara la Ley Orgánica para la igualdad
efectiva de mujeres y hombres, que limitaba la presencia de candidatos
de un mismo sexo en una lista política. Sin embargo, aún cuando hay
mayor visibilidad, todavía no hay paridad.
“El número en
altos cargos de los gobiernos central, autonómicos y locales es
manifiestamente inferior al de hombres. También en el Congreso de los
Diputados, donde las distancias se acortan mandato tras mandato. Sin
embargo, no puede afirmarse que su papel tenga un segundo plano en la
actualidad”, analiza el diario El Imparcial, que hizo una“radiografía”
del actual gobierno de Mariano Rajoy.
El debate por
la igualdad de genero logró gran visibilidad en el Parlamento Europeo,
cuando la eurodiputada italiana Licia Ronzulli, comenzó a asistir a las
sesiones llevando a su pequeña hija que entonces tenía apenas seis
semanas de nacida. La parlamentaria se mostró sorprendida por el
impacto que tuvo su acción pero aclaró que se trataba, en primer lugar,
de un gesto maternal y, en segundo lugar, deuna forma de recordar que
muchas madres no tienen la oportunidad de seguir junto a sus hijos
cuando asisten al trabajo.
Los números
afirman que en casi todo el mundo se avanza lento pero seguro. Como los
primeros equipos de Pep Guardiola, antes de partir a Alemania. Y
decimos casi porque debemos dejar claro que representatividad no es
sinónimo de igualdad. Y, peor aún, porque aún hay países que no tienen
mujeres en el gobierno o cuya presencia es testimonial. Pertenecen a
esa lista Arabia Saudita, Brunei Darussalam, Líbano, las Islas Salomón
y Vanuatu. Ellos juegan en otra liga.
Foto: Dos mujeres se disputaban la presidencia de Brasil
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