Creo
que en 1988, ya hace más de 25 años, el historiador de tendencia
radical Adolfo Gilly afirmó que Cárdenas y el PRD serían el puente que
llevaría a México al socialismo. Gilly militó para que los partidos y
grupos de izquierda de la época, especialmente los de tendencia
marxista se disolvieran y sus militantes entraran al PRD. Los años de
esfuerzos y sacrificios por crear partidos obreros revolucionarios
quedaron en la nada. El PRD fue la boa que deglutió a casi todos los
grupos socialistas del país. Cientos o miles de militantes dejaron de
luchar para que la clase trabajadora rigiera los destinos del país. Su
nuevo norte fue apoyar al hijo del Tata Lázaro Cárdenas. Éste había
sido un miembro prominente de la dictadura perfecta. Como priista,
junto con su padre se retrató pocas semanas después de la matanza de
Tlatelolco, en 1968, con el presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Hoy
sabemos, luego de la matanza de fines de septiembre en Iguala,
Guerrero, que el PRD a lo que llevó a los estudiantes de Ayotzinapa fue
al fascismo o al nazismo. No se puede denominar de otra manera la
represión en la que fue desollado y en la que le vaciaron los ojos a un
joven y en la que, según confesión de cuando menos dos de los asesinos
materiales, ejecutaron a sangre fría e incineraron a decenas de jóvenes
campesinos e indígenas.
El 8 de octubre una multitud increpó
y expulsó a Cuauhtémoc Cárdenas de la marcha en la que miles de
citadinos se solidarizaron con los normalistas de Guerrero. Lo
acompañaba Adolfo Gilly, que fue asesor de Cárdenas cuando fue
gobernante del DF. Les gritaron asesinos, traidores, les dijeron que el
PRI, PAN y el PRD eran lo mismo. Gilly recibió un proyectil y manó
sangre de su rostro asustado y descompuesto.
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El PRD y distintas autoridades ensayan distintas explicaciones para
exculpar al PRD y al gobernador Ángel Aguirre de la barbarie en suelo
guerrerense. Dicen que el problema es que se infiltró el narco en la
policía. O que se infiltró un narco, el presidente de Iguala, en el
PRD. No debe olvidarse que en diciembre de 2011 la policía de Aguirre
asesinó a dos jóvenes de Ayotzinapa. No hubo castigo para el
mandatario. Al contrario. Un sonriente Carlos Slim apareció poco
después junto a un Aguirre exultante en fotografías que el gobierno
estatal difundió profusamente. Mac Carlos anunció cuantiosas
inversiones en Acapulco. Tal vez nunca se conozcan conversaciones entre
ambos personajes, como aquella en la que un empresario corrupto
felicitó al “góber precioso” de Puebla, en 2006, por haber vejado y
maltratado a la periodista Lidia Cacho. Aquí no hacen falta audios como
ésos. El mensaje de Slim fue que la alta burguesía estaba con el
gobernador al que no le había temblado la mano –pero sí sangrado- para
poner en cintura a los “guerrilleros” de las normales rurales.
Algo parecido ocurrió luego de que el presidente narco de Iguala y del
PRD, José Luis Abarca, en junio del año pasado mandó a secuestrar a
ocho opositores, tres de los cuales fueron brutalmente asesinados.
Tengo frente a mí el diario El Sur, de Guerrero, del 6 de junio de
2013. La noticia principal de portada dice: “Apoya Aguirre al alcalde
de Iguala; no aceptará presiones políticas, le dice”. Abajo está una
foto en la que aparece José Luis Abarca, solo y tranquilo, luego de una
reunión con el gobernador. En esos días este hombre también recibió el
apoyo enfático de Jesús Zambrano, entonces mandamás del PRD.
Los monstruos ya existían y en estos meses engordaron y se hicieron más temibles.
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En 1994 estalló en Chiapas la insurrección armada del EZLN. Sería un
error pensar que luego todo quedó en negociaciones con los
neozapatatistas traicionadas por los sucesivos gobiernos. El
levantamiento campesino-indígena-popular siguió irradiándose, sobre
todo a los estados cercanos. En 2006 hubo otro levantamiento, el de
Oaxaca. En años recientes en Guerrero. A principios de 2014 en
Michoacán. Desde hace años desde las alturas del Poder aprecian que en
una vasta región del país miles y miles protestan, se organizan,
luchan, se arman… Oaxaca hace ocho años fue frenada con 30 asesinatos.
Michoacán con 300 autodefensas en la cárcel. Guerrero con numerosos
asesinatos de luchadores sociales y con Nestora Salgado, policías
comunitarios y opositores a la presa La Parota, presos. Pero no ha sido
suficiente. La matanza de Iguala es un nuevo y salvaje intento –e
inútil- de terminar con el proceso insurgente que con altas y bajas no
se ha detenido en el sur y sureste del país desde hace 20 años.
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Ya era evidente la bancarrota política y moral del PRD. Ahora es
irreversible. Su cuerpo tumefacto y purulento no tiene cura. López
Obrador intentó separarse de ese descrédito y ha sido en vano porque en
los sucesos de Iguala y Guerrero también está implicado.
El
puente hacia el socialismo y la democracia en México no puede ser otro
que la clase trabajadora, los campesinos, los indígenas y los jóvenes
organizados y en lucha. También una herramienta política, un partido
que sea a un tiempo maestro y alumno de esas masas, como dijo Marx hace
tantos años en disputa con Luis Feuerbach. Hoy más que nunca se
necesita un partido revolucionario y socialista.
Ya se anuncian
caravanas solidarias desde distintos puntos del país hacia Ayotzinapa.
Al cumplirse un mes de la represión y desaparición de los normalistas,
el 26 de octubre, se hace necesaria una enorme y extendida protesta,
marchas en todo el país, paros en escuelas y universidades, mítines en
embajadas y consulados. Que ese día el luto y la ira se transformen en
la mayor jornada de lucha conocida.
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