AUTORA
Hace unos días, leyendo el periódico, me encontré con el siguiente
titular: “Escuelas de empoderamiento: cuando el feminismo se imparte en
un aula.”[1]
A continuación, se explicaba que en el País Vasco (Comunidad con mayor
número ellas) existen 23 escuelas de “empoderamiento para mujeres”. Son
escuelas dependientes de Ayuntamientos de otras tantas ciudades que
llevan en marcha varios años, algunas más de diez. Sus actividades se
organizan, generalmente, en cursos comienzan en octubre y finalizan
cerca del verano.
El uso del término “empoderamiento” me hizo temer que el contenido impartido fuera deficiente.
Así lo consideré porque el conocimiento más elemental de feminismo
exige concluir que un grupo oprimido, como lo somos todas las mujeres
bajo el sistema patriarcal, no puede liberarse de dicha subordinación
pretendiendo que cada una de nosotras, individualmente, adquiera poder.
Y, menos aún, “empoderarse”, es decir: que cada una de nosotras adquiera ese poder dándoselo a sí misma. Supone
una evidente contradicción: Es imposible otorgarse individualmente un
poder, que, además, no se tiene. Sería como suponer que cada proletario,
sin unir su fuerza con ningún otro, pudiera liberarse de la dominación
capitalista sin enfrentarse directamente a ella y sin necesitar, para
lograrlo, formar parte del sujeto político revolucionario: la clase
obrera.
Pero pensé que quizá no sería del todo prudente rechazar este tipo de
formación sólo porque la denominación del proyecto no fuera la más
afortunada. Por eso, me interesé por conocer en profundidad los
contenidos de los cursos y talleres impartidos. Hay bastante información
al respecto en las páginas de los Ayuntamientos responsables. [2]
Tras el análisis de la programación de varias escuelas, me
pareció sorprendente que, la teoría feminista, que es el único cimiento
de una sociedad igualitaria, ocupe un espacio nimio en los cursos. Además, en esas pocas clases teóricas, los autores queer, que tan severamente han reaccionado contra la teoría y la agenda[3]
feministas, se presentan, sin embargo, como parte substancial de las
mismas. Y casi la totalidad de los contenidos restantes están dominados
también por los más férreos postulados patriarcales y neoliberales.
Ejemplo de la última afirmación son, a mi juicio, talleres como “Lo
queer como detonante para una política radical feminista”, en el que se cuestiona que el sujeto político del feminismo seamos las mujeres;
o el de “Crecimiento erótico y empoderamiento de las mujeres con
disfuncionalidades orgánicas” a cargo de la asociación Izanez, fundada
por un defensor de la asistencia sexual (prostitución) para personas con
discapacidad. También, en la mayoría de las escuelas, el “coaching feminista” y el “mindfundless con perspectiva de género” ocupan un espacio significativo en el currículum formativo. En estas últimas actividades, se presenta el feminismo
no como una teoría filosófica y política con una tradición de tres
siglos y una trayectoria de estudio, análisis y comprensión del
patriarcado para neutralizarlo y constituir una sociedad igualitaria,
sino como algo puramente emocional, como una estrategia
individual: el feminismo como una herramienta personal al gusto de cada
consumidora que la utilizará en solitario y sin conciencia de sujeto
político del que forma parte. En consecuencia, lo que se
pretende es orientar a cada mujer hacia la consecución de individual de
fines intrascendentes, en consonancia con la lógica neoliberal y no con
la emancipación, ni individual ni colectiva. De hecho, el taller de
“coaching feminista” se presenta así: “Examinaremos y cambiaremos las
creencias y valores que nos limitan, aprenderemos a motivarnos y a
conseguir objetivos, a gestionar más adecuadamente las emociones y a
mejorar la comunicación con nosotras mismas y con las personas que nos
rodean. Aprenderemos a utilizar poderosas y eficaces herramientas para
el cambio personal, el bienestar y el empoderamiento.” (Escuela de
empoderamiento femenino de Abadiño, curso 15/16)[4].
Las 23 escuelas, en sus diferentes cursos, presentan programas
similares con decenas de talleres donde el contenido feminista, si es
que aparece, lo hace, como vengo sosteniendo, de modo superficial, sin
suelo teórico, sin análisis crítico y despolitizado, en el sentido de
desprovisto de su capacidad transformadora y de su horizonte de bien
común, colectivo.
Una escuela feminista dista mucho, a mi juicio, de esta amalgama de actividades carentes de justificación pedagógica. Enseñar Feminismo es enseñar su historia, desde el primitivo “memorial de agravios”[5]
de las mujeres que, sin tener aún conciencia del sistema patriarcal
como tal (o de no haberlo conceptualizado) dejaban constancia de la
inferiorización injusta que sufrían, hasta su articulación teórica y los
éxitos en forma de transformaciones sociales de gran calado que lleva
íntimamente aparejados hasta el día de hoy, (a pesar de las
“contrarreformas patriarcales”[6] que constantemente hemos soportado).
Aprender feminismo requiere años de estudio y debate, de formación rigurosa. Unas
escuelas feministas municipales podrían ser el espacio perfecto para
que personas cuya trayectoria personal y/o académica no le hayan
permitido acercarse al Feminismo, lo hicieran conociendo de primera mano
y con un nivel progresivo adecuado que permitiese conocer sus textos
fundacionales, su desarrollo histórico y la necesidad de seguir
avanzando con conciencia hacia una sociedad de plena igualdad entre los
sexos, y el modo de lograrlo. Todo ello permitiría al alumnado contar
con las herramientas necesarias para seguir pensando y actuando en
coherencia con unos fortalecidos principios feministas y nos reforzaría a las mujeres como sujeto político con conciencia de su opresión y, por tanto, con capacidad para superarla.
Sin embargo, la realidad, de momento, parece otra. No dudo, siquiera,
de la buena voluntad de estas escuelas. Sin embargo, el rigor y la
coherencia que ofrece el Feminismo permite exigir una reformulación radical del contenido y los objetivos de estas escuelas.
Es fundamental que se imparta más teoría feminista, cronológicamente
estructurada y bibliográficamente sustentada. Resultaría crucial que sus
contenidos redunden más en la conciencia de colectivo oprimido,
abandonando el enfoque individualista. Se debe privilegiar la promoción
de debates, lecturas, comentarios de texto, de películas y otros
recursos. Y hacerlo en detrimento de actividades que disten de los
objetivos del feminismo (no parece que la liberación nos vaya a llegar
cuando seamos muy hábiles cosiendo alpargatas, como se propone en uno de
sus talleres). También sería necesario eliminar del programa
educativo o someter a reformulación crítica aspectos cuyo sustento
proviene del neoliberalismo y/o del patriarcado mismo (teoría queer, enfoque regulacionista de la prostitución, el coaching
o el término mismo de “empoderamiento”). Asimismo, deberían suprimirse
los contenidos que afirman la compatibilidad entre asumir preceptos
religiosos patriarcales (sean del credo que sean) con la igualdad entre
ambos sexos. Tampoco parece aceptable presentar la “resiliencia” como
estrategia feminista y no como lo que es: la legitimación de la
resignación ante lo injusto).
En resumen, los caballos de Troya del feminismo son varios y
perfectamente organizados. También han logrado colarse en espacios de
formación que, por ser públicos y orientarse a educar a la ciudadanía en
principios feministas son, por supuesto, no sólo defendibles sino que
se debe exigir su proliferación. Pero no a cualquier precio ni de
cualquier manera. Sólo para ofrecer a la ciudadanía instrucción
feminista rigurosa, amplia, contrastada y efectiva. Lamentablemente, el
planteamiento actual es otro obstáculo con el que lidiar. Transformar
ese obstáculo en herramienta efectiva es posible y exigible.
[1] https://www.eldiario.es/norte/Escuelas-empoderamiento-feminista-igualdad-imparte_0_939306457.html
[2] https://www.berdingune.euskadi.eus/informacion/empoderamiento-escuelas-empoderamiento/u89-conamain/es/
[3] “Agenda feminista”: Expresión acuñada por Amelia Valcárcel presente en varios de sus textos y ponencias.
[4] https://www.berdingune.euskadi.eus/informacion/empoderamiento-escuelas-empoderamiento/u89-conamain/es/
[5] Término acuñado por Célia Amorós.
[6]
Término acuñado por Alicia Puleo en Puleo, Alicia H. Contrarreforma
patriarcal en nombre de la ecología. Consultado en
http://www.mientrastanto.org/sites/default/files/pdfs/2020.pdf
20/05/2018.
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