Iván Restrepo
La Jornada
Desde hace cuatro décadas,
los medios de comunicación de Jalisco y la Ciudad de México dan cuenta
de la elevada contaminación que registra el río Santiago; de los
problemas sanitarios que padecen poblaciones cercanas al lecho de esa
corriente hídrica, especialmente las ubicadas en el corredor industrial
de El Salto, Juanacatlán, Paso de Guadalupe, La Barca, Ocotlán y
Atequiza. También informan de las promesas de las instancias oficiales
para resolver tan grave problema.
Pasa el tiempo y todo sigue igual y hasta peor en la cuenca
hidrográfica Lerma-Chapala-Santiago, que atraviesa los estados de
México, Querétaro, Michoacán, Guanajuato y Jalisco. Cada uno aporta
contaminación proveniente de la industria, los centros urbanos y las
actividades agropecuarias. Los daños a la salud de la gente han sido
suficientemente documentados por diversos centros de investigación.
Nadie, hasta hoy, ha pagado por esos daños. Y menos se pone fin a tan
irregular situación.
Es verdad que el problema no se origina sólo en Jalisco, como en
ocasiones han señalado las agrupaciones industriales de esa entidad.
También culpan de lo que sucede a los estados de México, Michoacán y
Guanajuato, con sus industrias, las aguas negras de las poblaciones y
los residuos agroquímicos utilizados en las siembras agrícolas, la
ganadería y la porcicultura. Pero es innegable que las factorías
establecidas en el polo industrial más importante de Jalisco son el
último y muy importante eslabón de la cadena contaminante de la
deteriorada cuenca hidrográfica. Ese polo industrial ha sido, desde
siempre, foco de enfermedades ocasionadas por unas 200 empresas, de las
cuales no todas disponen de, por ejemplo, plantas de tratamiento de
aguas residuales.
Así lo prueban los estudios de especialistas de la Universidad de
Guadalajara, en los que se describen la presencia de metales pesados y
otras sustancias tóxicas además de bacterias en las aguas del Santiago y
en el ambiente y el suelo de las poblaciones ribereñas, lo que expone a
miles de personas a sufrir enfermedades diversas. Entre ellas destacan
insuficiencia renal, cáncer hepático y las de tipo estomacal y
respiratorio. De manera notable esto ocurre en la zona de El Salto y
Juanacatlán. Se calcula que son más de 200 las personas fallecidas por
dicho motivo.
A esos contaminantes están expuestos quienes viven especialmente en
el viejo barrio de El Llanito, de acuerdo con un estudio de Graciela
González Torres y Felipe Lozano Kasten, del Centro Universitario de
Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara. Igualmente en las
colonias Obrera e Infonavit-La Mesa. No escapan quienes asisten a las
escuelas de la cabecera municipal de Juanacatlán. Aquí y en El Salto
localizaron al menos 25 sitios con presencia de arsénico, mercurio,
plomo, cadmio, níquel y zinc. En cuanto a bacterias, hallaron
estafilococo áureo, Streptococcus pneumoniae, Klebsiella pneumoniae y Pseudomonas aeruginosa, que producen enfermedades como faringitis y neumonía, además de afecciones en la piel y conjuntivitis.
El gobernador de Jalisco prometió sanear el río Santiago controlando
los desechos urbanos, industriales y agropecuarios. Aunque existen dos
plantas de tratamiento de aguas residuales, no todas las zonas de
Guadalajara y su área conurbada están conectadas a ellas y no trabajan
al 100 por ciento. Los industriales aseguran que la mayoría de sus
empresas cumple con la laxa legislación federal vigente sobre el
tratamiento de sus desechos, pero se duda que sea verdad.
En cambio no lo hace en absoluto el sector agropecuario. Basta medir
los niveles de residuos agroquímicos y biológicos en los ríos Zula y
Turbio (tributarios del Santiago) para probar que son el basurero de la
principal área porcícola y avícola de México. Arrojan sus desechos
impunemente. Para acabar con esta irregular situación es necesaria la
acción coordinada y efectiva de las instancias oficiales federales,
estatales y municipales involucradas en resolver el problema. Si no es
así, ni el Santiago ni el Lerma ni el Chapala recuperarán su salud
ambiental.
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