Los familiares de
los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos la noche del 26 de
septiembre de 2014 se reunieron ayer con el presidente Andrés Manuel
López Obrador para darle a conocer sus inquietudes y exigencias con
respecto a la búsqueda de los estudiantes. Como anunciaron la víspera,
los padres y madres expresaron sus quejas porque el resto del Estado
mexicano no parece acompañar el compromiso de la Comisión para la Verdad
y el Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa y de su titular, el
subsecretario de los Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación
(Segob), Alejandro Encinas. En particular, enfatizaron su
enojo y preocupaciónpor el
descuidode la Fiscalía General de la República (FGR), cuya labor habría permitido la excarcelación de presuntos responsables, como sucedió el sábado 31 de agosto con Gildardo López Astudillo, El Gil.
Tras la reunión, los familiares de los jóvenes y los activistas que
les han brindado acompañamiento dieron a conocer los compromisos que
habría asumido el Presidente; entre ellos, la gestión de un encuentro
con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, a fin de que la
dependencia a su cargo agilice las indagatorias; el ofrecimiento de
dialogar con el secretario de la Defensa Nacional, general Luis
Cresencio Sandoval González, para solicitarle que el Ejército entregue
la información con la que cuente, así como la celebración de reuniones
bimestrales para revisar los avances.
Cuando están por cumplirse cinco años de la desaparición de los
jóvenes y nueve meses de la actual administración federal, existe un
notorio y reconocido cambio de actitud en el tratamiento del caso con
respecto a la indolencia y el desaseo que exhibieron las autoridades del
gobierno anterior. No obstante, este cambio y la voluntad igualmente
reconocida de dar con el paradero de los estudiantes parecen
obstaculizadas por dos debilidades institucionales.
La primera de ellas, como señaló el propio entorno familiar de los
normalistas, se origina en la impresentable actuación de la extinta
Procuraduría General de la República (PGR) y de sus sucesivos titulares
durante el sexenio peñista, los cuales dieron siempre la impresión de
actuar movidos no por el propósito de esclarecer el caso, sino por el de
encubrir a los responsables materiales e intelectuales, hasta el grado
de sostener como
verdad históricauna versión cuya irrealidad ha sido probada por las investigaciones independientes.
La actuación de la PGR condenó todo el caso a sostenerse sobre unas
bases endebles y sumamente cuestionables, y en cierta manera pareciera
haber heredado sus falencias a su sucesora, la FGR: aunque no existe
ningún indicio que permita sospechar una intención encubridora en Gertz
Manero y su equipo, lo cierto es que esta instancia autónoma tampoco ha
mostrado un empeño creíble en acompañar los esfuerzos por la verdad y la
justicia. En este sentido, debe recordarse que la fiscalía nacional
tiene una doble encomienda consistente, por una parte, en esclarecer el
destino de los estudiantes y, por otra, en investigar y eventualmente
sancionar los delitos cometidos por los funcionarios de la antigua PGR
en su cuestionable manejo de las indagatorias.
La segunda debilidad institucional es la referente a las decisiones
del Poder Judicial. Como se comentó entonces, en diversas ocasiones la
puesta en libertad de personas vinculadas con los hechos ocurridos en
Iguala se explica por las falencias y violaciones procesales de la PGR,
pero en otras parece contarse con tal cúmulo de pruebas contra los
acusados que resulta difícil entender el sentido con que dictaminan los
juzgadores.
Por la magnitud y trascendencia del caso Ayotzinapa, es necesario que
el fiscal general se comprometa a fondo con la investigación, pues se
encuentra en juego la credibilidad del gobierno y, más aun, la confianza
que en lo sucesivo los ciudadanos puedan depositar en la justicia. De
la misma manera, cabe esperar que los jueces entiendan y asuman la
importancia de este pendiente para la vida pública del país, y que
aborden cada tramo del caso en consonancia con ello.
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