Carlos Bonfil
Lejos de presentar un melodrama familiar con tintes revanchistas, François Ozon elige una vertiente narrativa más inteligente y sensible. El entramado de recelos y rencores que persiste en esa familia, acentuado por el silencio hostil de una esposa y madre (Charlotte Rampling) con depresión crónica y un desdén irreprimible, tiene como contrapeso afortunado un humor tan sarcástico y saludable como que el que manejan el anciano y su hija mayor en la ceremonia de los adioses, donde el antiguo conflicto de amor y odio procura, en definitiva y pese a todo, una salida generosa.
Con su destreza habitual, François Ozon transita aquí de un thriller dominado por el compás de espera de un suicidio asistido muy complicado, al drama que a su vez hace intervenir a Gérard (Grégory Gadebois), un personaje esencial que, pareciendo exterior a la trama, representa sin embargo el misterio mayor y el elemento más disruptor en la vida sentimental del anciano. Aunque la enfermedad pareciera haber doblegado la vanidad del acaudalado hombre fatuo, ninguna razón afectiva, ni siquiera la probable mejoría de su salud, le aparta del desenlace fúnebre por él elegido. No se trata de un enfermo terminal, sino tan sólo de un hombre cansado que reclama el derecho a poner fin a su propio vacío existencial. Esta complejidad sicológica del personaje hace que la cinta vaya más allá de un alegato en favor del derecho a la muerte digna. Además de ser un cineasta comprometido con causas sociales justas, Ozon es también un agudo observador de las contradicciones morales en la conducta de sus personajes. Así como en Por la gracia de Dios ( Grâce à Dieu!, 2018), expuso la hipocresía moral en el encubrimiento eclesiástico a curas pederastas, en Todo saldrá bien señala ahora la insensibilidad jurídica y religiosa que impide a un ser humano poner fin a un sufrimiento físico o mental insoportable.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 13 y 18 horas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario