Héctor Alejandro Quintanar*
Al igual que lo hizo en días recientes para invitar a la marcha en defensa del INE
,
el 2 de julio de 2005 Vicente Fox también invitó a las derechas –tanto a
las asumidas como a las vergonzantes– a copar el Ángel de la
Independencia para festejar el día de la democracia
. Disfrazado
de remembranza de la alternancia en 2000, el acto fue intento de mostrar
fuerza en las calles, pues el obradorismo recién las había desbordado
contra el autoritarismo del desafuero, y se acercaba la elección de
2006. El acto de Fox tuvo como invitado estelar al ex presidente polaco
Lech Walesa, timbre del catolicismo tornado en proyecto político, cuya
presencia buscó lustrar a un templete dominado por figuras de la
ultraderecha mexicana, como Luis Luege o Velasco Arzac.
Más que anecdotario, el hecho fue recordatorio. Investigadores y periodistas como Samuel Schmidt, Diego Velázquez, Patricia Campos o Maciek Wisniewski han señalado un hecho crucial. A inicios del siglo XX Intermarium fue un proyecto geopolítico centroeuropeo que pretendía unir países entre el Báltico y el mar Negro, con centralidad en Polonia, para formar un muro ideológico contra la revolución rusa, con base en un elemento: el anticomunismo geopolítico de raíz católica, que desde el siglo XIX se obsesionó contra una presunta conspiración judeo-comunista para dominar al mundo, obsesión que enmascaraba una cruzada antilaica y antilustrada.
Hace justo 100 años se eligió Papa a Pío XI (antes nuncio en
Polonia), emisario de un conservadurismo intransigente y admirador de
las tesis del Intermarium polaco, que también fueron inspiración para
organizaciones de ultraderecha mexicanas, como Los Tecos y el Yunque.
Así, el catolicismo centroeuropeo –temeroso
de que los judíos
fundaran ahí su Estado–, y las venas poscristeras mexicanas, opuestas al
laicismo constitucional, tenían vasos comunicantes, unidas ambas por el
miedo a la conspiración judeo-comunista
. Las conexiones no son banales: ya en guerra fría,
el Vaticano retomó las tesis de Intermarium fomentando grupos
reservados en Latinoamérica, lo que devino en que esa inercia
intolerante tuviera cabida en México –como fue el caso de Puebla– y que
luego halló espacio en el PAN. De Varsovia a Cholula, la amenaza
era una: los judeo-masones-comunistas.
Cien años después del ascenso de Pío XI; 100 años después del auge de Intermarium, 100 años después de que la URSS se consolidara (y luego se disolviera), hoy en México se aviene un cónclave: un foro en la Ciudad de México el 18 y 19 de noviembre organizado por la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), con exposiciones, entre otros, del pinochetista Antonio Kast o el señor Javier Milei, energúmeno que representa a ese sector de gente que, incapaz de socializar sanamente con otros, disfraza su antipatía de una ideología del individualismo exacerbado. El eje de ese foro es predecible: la contracultura reaccionaria contra derechos reproductivos y de minorías sexuales; entreverar anticomunismo y antipopulismo, y regurgitar conspiraciones geopolíticas, quizá cubanas, venezolanas o incluso de nuevo rusas.
¿Quién completará el cónclave? Lech Walesa, quien hoy, como hace 17 años, de nuevo estará en México para lavar la cara a grupos reaccionarios con el prestigio de su Premio Nobel, igual que lo hace Vargas Llosa adulando a Díaz Ayuso en Madrid o instando a votar por Bolsonaro. Con Walesa estará Eduardo Verástegui, actor mexicano devenido en ideólogo de esta derecha posguerra fría, en un toque de farándula que recuerda a cuando Alicia Villarreal, cantando, dio un discurso mejor y más profundo que el de Fox en aquel encuentro en el Ángel en julio de 2005.
Las trazas de los conservadurismos intransigentes polaco y mexicano
han sido conexas. Mientras en Polonia esa expresión gobierna, en México
yace en una oposición presuntamente diversa pero que cada vez teme menos
mostrarse articulada entre sí encabezada por impresentables (como fue
el coctel de liberales
marchando con delincuentes electorales para salvar
al INE), en tanto que la derecha dura
se hace visible tal cual es, como en el foro de la CPAC.
En 100 años mucho del mundo ha cambiado, pero en el partido global de la reacción, sea polaca o mexicana, sus extremos derechos siguen anclados en el siglo XVIII, mientras los que se creen centros o brillantes delanteros no se dan cuenta de que comparten cancha con los retrógrados más de lo que quisieran. Ojalá el campo del que se habla aquí no fuera político, sino de futbol.
* Académico de la Universidad de Hradec Králové, República Checa. Autor del libro Las raíces del Movimiento Regeneración Nacional
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