Fabrizio Mejía Madrid
En su más reciente acto de campaña, hace unos días, el Partido del Movimiento Ciudadano presentó lo que llama “una nueva visión del país”, llamado “Mexicolectivo”.
El Partido del Movimiento Ciudadano tiene una historia de escasa profundidad: todo gira en torno al ex priista, Dante Delgado. Su historia política está ligada al priismo de Fernando Gutiérrez Barrios, Fernando Solana, y Mario Moya Palencia. En 1988, él es secretario de gobierno del estado de Veracruz y, desde ahí, se implementa el robo de urnas, la falsificación de actas de escrutinio, y la “victoria clara e inobjetable” de Carlos Salinas de Gortari. Cuando el mismo Salinas nombra al entonces gobernador de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios, como secretario de Gobernación para que encare a la izquierda cardenista, Dante Delgado es nombrado gobernador interino. Es entre 1988 y 1992, que ordena la construcción del Centro Cultural Veracruzano en Coyoacán, en la ciudad de México, del World Trade Center del Puerto de Veracruz, del Museo de Ciencia, y de todas las obras estatales del programa salinista “Solidaridad”. Pero Dante, presuntamente, aprovechó para comprarle el millón de toneladas de cemento que se requerían, a la empresa que su padre, Pedro, fundó para recibir el presupuesto federal: “Cementos Veracruz SA”; también compró a precio de ganga tres ingenios azucareros que el gobierno de Salinas remató: San Pedro, San Francisco Naranjal, y Fomento Azucarero del Golfo; y una empresa ligada a sus hermanos se hizo cargo en exclusiva del transporte de cemento, azúcar, y azufre. Negocio redondo. Luego, Salinas lo designó embajador en Italia. Cuando entra Ernesto Zedillo a la Presidencia nombra a Dante en una comisión para el desarrollo de Chiapas, asiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
El ex embajador Dante supone que la misma empresa puede dotar de cemento a las obras que se harán, pero la estrategia de Zedillo ante el EZLN es militar, no desarrollista, así que ambos personajes se enfrentan. Dante pierde contra el Presidente Zedillo, y en una operación judicial que involucra al gobernador en turno, Patricio Chirinos, y a su secretario de gobierno, Miguel Ángel Yunes, lo arrestan. La rivalidad con Yunes venía desde los años setenta cuando ambos lidereaban grupos de choque del PRI en la Universidad Veracruzana, dentro del temible Frente Renovador Estudiantil. Al ex gobernador lo encarcelan durante un año y, al salir, porque los delitos habían prescrito, no porque fuera inocente, Dante renuncia al PRI y se dedica a construir un partido político que no lo traicione, es decir, que él controle con poder casi absoluto. Es curioso que su demanda de “democratizar” al PRI, que justifica su salida, no sea llevada jamás a la realidad en el partido político que crea. En 1997, fundó la asociación “Convergencia”, que se convertiría en partido en 1999, al que luego le cambiaría el nombre por Movimiento Ciudadano en 2011. En 2003 el partido tuvo en desfalco de 100 millones de pesos, y tanto en 2013 como en 2018, fueron acusados por el Instituto Nacional Electoral de “filtrar” el padrón electoral a empresas privadas, por lo que se les multó con 61 millones de pesos.
Fue en alianza con el PRD en dos elecciones y, gracias al efecto López Obrador, Dante llegó al Senado. En en 2018 se sumó a la campaña del panista Ricardo Anaya y, desde entonces, ha tendido más hacia la derecha panista, por lo que se le ha llamado “El PAN Naranja”. De igual manera, es parte de la “moratoria legislativa” que impidió, junto al PRIAN, que México pudiera decidir sobre su soberanía eléctrica, impugnó la reforma electoral, y hasta Las Mañaneras. En lo político tiende a cachar todo el transfiguismo que se separó de PRI o del PRD por falta de espacios qué repartir. Como Convergencia o como Movimiento Ciudadano, siempre está abierto a entregar al partido a cambio de algunas diputaciones.
A últimas fechas, su ideología es el buenondismo, es decir, la que plantea soluciones que sólo se refieren a la superficie, a la apariencia de los problemas, y no a sus causas estructurales. Para poner un ejemplo. Su diputado estrella, Álvarez Maynez, para votar a favor de las eléctricas españolas e italianas, como Iberdrola y Enel, y en contra de la CFE, dijo que la soberanía residía, no en el pueblo, sino en el sol y propuso páneles solares en los techos de todas las casas. El buenondismo es pretender que la pobreza, el racismo, el clasismo, la misoginia, el cambio climático, se resuelven con medidas de consumo, no con acciones del Estado.
Así, los “buenaondita” creen que en su consumo de alimentos orgánicos está la solución al calentamiento global y no pueden ver la contaminación que han generado cinco petroleras y el 0.1 de los más ricos. El “Buenondismo” es usar la apariencia de una lucha social y vaciarla de contenido a tal punto que acabe por ser un estilo de vida individual. Por eso es de derecha, porque elude las tareas políticas, el conflicto inherente a éstas, y la labor del Estado. Sus propuestas acaban beneficiando a quienes son los responsables del problema. Jamás cuestiona el régimen, el sistema o el modo de producción. Todo lo deja en manos de la tecnología que, según ellos, carece de interés político o económico. Así el “Buenaondismo” evita el conflicto: propone una solución que satisfaga la buena conciencia, aunque no resuelva nada y, a veces, empeore la situación.
Un caso típico es la queja de que el Tren Maya afecta la selva. Esa postura no toma en cuenta que, en el tramo reclamado por los abogados de Claudio X. González y sus organizaciones seudo-ambientalistas, ya sólo hay hoteles y negocios de cría de cerdos que ya la acabaron y sólo hay acahuales. Se plantea una fantasía donde la selva no tiene pobladores, ni comunidades pobres, que tienen derecho al desarrollo. En esa selva de fantasía están unas posibles vacaciones para esnorquelear en Xcaret. Su reclamo perjudica a esas comunidades que serán beneficiadas y jamás toca a los consorcios hoteleros, las concesiones para extraer piedra, o la construcción de parques acuáticos dentro de los cenotes.
El “Buenondismo”, por último, emerge de los libros de auto-ayuda para quienes la felicidad es un emprendimiento, un “estartop”, para quienes el bienestar es individual y depende mucho de tu actitud positiva. Cuando propusieron al junior hotelero, Roberto Palazuelos, como candidato al gobierno de Quintana Roo, el Movimiento Ciudadano dio en su propio clavo: Palazuelos confesó por televisión un homicidio como si fuera una anécdota de sobre mesa. Después de retirarle la nominación al junior, el “PAN Naranja” empezó una campaña “buenondita” que dice: “Porque cuando todo parece querer borrarnos la sonrisa, la alegría se convierte en derecho. Porque frente a la desesperanza, la alegría se convierte en aspiración y anhelo. Porque en la alegría viven la paz, la justicia, el amor y la igualdad. Porque en la alegría habitan todos los derechos. Porque cuando el odio se adueña del espacio público, la alegría es revolución”.
En su más reciente acto de campaña, hace unos días, el Partido del Movimiento Ciudadano presentó lo que llama “una nueva visión del país”, llamado “Mexicolectivo”. El nombre es terrible porque pareciera que anuncia un año “lectivo”, es decir, un periodo dedicado a tomar clases. En un auditorio lleno en su mayoría de hombres maduros de traje, el encargado de abrir el acto fue el sobrino de Dante, Rodrigo Borrás Delgado, quien confundió un chat en una plataforma digital con la participación política. Es la misma idea de la “Sociedad Civil MX” de Claudio X. González que creen un proyecto es una acumulación de palabras en una conexión.
Al sobrino, le siguieron personajes como Eva Müller Monzón, vicepresidenta del ágora del Club de Industriales de la CDMX, que pidió que se pararan los que habían participado y nadie se paró; Claudia Coria Bustos, quien fuera de Relaciones Internacionales de la Comisión Nacional del Agua con Peña Nieto, dijo: “Ha de ser un país donde la política civilice la barbarie social y no que ésta barbarice la política. Para ello, los mejores al frente”. Es decir, como en la idea del salinismo en que los políticos eran los “expertos” que civilizaban a la sociedad, y no como realmente ocurrió: que la barbarie bajó desde la silla presidencial y fue la sociedad la que decidió resistirse a ella. Si esa es la visión, entonces es la misma de Salinas de Gortari que se veía a sí mismo como Julio César civilizando las Galias. Proponerla eso ahora es insistir en una perspectiva que nos llevó a la corrupción desatada, la concentración de la riqueza, la desigualdad sin un freno ni siquiera moral, y la violencia. Pero, para la de Conagua, ese es la ruta.
Siguió el que prometiera acabar con la pandemia en ocho semanas a finales de 2020, Salomón Chertorivski, secretario de Salud de Felipe Calderón. Ahora no prometió nada, sólo que quiere un país próspero. Siguió Patricia Mercado, quien no lloró en esta ocasión por Edmundo Jabobo del INE, y dijo que “toda persona que trabaje honestamente salga de la pobreza” y propuso algo que ya existe: el aumento al salario mínimo. Descubrió el hilo negro del trabajo no remunerado de las mujeres, que la gente trabaja en varios empleos, y que no tiene vacaciones. Vinieron, entonces, las propuestas. Victor Borrás propuso, después de discutirlo con 40 personas, una aplicación en la cual los ciudadanos vayan ahorrando para comprarse una casa. Bosco de la Vega habló, curiosamente, de los bosques, aunque sea dirigente del Consejo Nacional Agropecuario, que defiende el uso del maiz transgénico, el uso del glifosato, y que está en contra del etiquetado frontal de los alimentos ultraprocesados. José Narro, ex rector priista de la UNAM, descubrió el rezago educativo y pasó a moderar el eje temático llamado de “calidad de vida”.
También se presentó Francisco Labastida, ex candidato del PRI a la presidencia en el 2000, que nos explicó que la pobreza es que no te alcance para la canasta básica. También estaba su hermano, Jaime, quien ha detentado para sí la Academia Mexicana de la Lengua. “Países con un atraso de milenios, como China se han transformado en guías del mundo del siglo XXI. Porque México no es sólo su pasado, sino su futuro”. Decir que China tenía un atraso de “milenios” es como si escucháramos a un narcotraficante británico vendiéndole opio a los cantoneses en el siglo XIX. Julio Frenk, que ya tuvo su oportunidad durante el gobierno de Vicente Fox, ahora se le ocurrió que a México le urge un “verdadero sistema de salud”, que “las brechas de los más pobres deben cerrarse”, que hace falta un fondo único de aseguramiento, que habría que ampliar la inversión en salud, y el abasto de medicamentos.
En el siguiente tema de “diversidad e inclusión”, Katia D´Artigues se describió físicamente para los que tuvieran “dificultad para ver”; se presentó la historiadora Patricia Galeana; Xóchitl Gálvez habló de los indígenas ahora que ya no es comisionada de Vicente Fox y lo hizo, precisamente, sobre la “deuda pendiente”; Francisco Barnés de Castro, ex rector de la UNAM que tuvo que renunciar por haber provocado una huelga estudiantil que se resistió al aumento de cuotas, habló del medio ambiente y nos develó que hay que dejar de quemar combustibles fósiles, seguido del funcionario de Fox, Victor Lichtinger, la diputada local del DF por Acción Nacional, Laura Ballesteros; Diego Valadéz, al que también habíamos escuchado en los actos de la “Sociedad Civil” de Claudio X. González, el procurador de Carlos Salinas, Ignacio Morales Lechuga, que aseguró que los secuestros y feminicidios van a la alza, cosa que es mentira. Lourdes Morales, que trabajó en la Secretaría de la Función Pública durante el gobierno de Peña Nieto, demandó que se transparenten los criterios de publicidad del gobierno, cuando en el que participó se gastaron 60 mil millones de pesos.
Hacia el final, el desfile de ex funcionarios que ahora sí saben qué hacer en su área, volvió Víctor Borrás para atacar al gobierno de la 4T. Dijo: “Hay que enmendar los males y dolores de la patria, la inmensa mayoría son fallas, omisiones, negligencia, cortoplasismo de ocurrencias, incompetencia profesional de las autoridades”. Así, siguió en esa crítica infundada a la 4T de que no existen funcionarios competentes, sino sólo leales al Presidente López Obrador, una cantaleta que se ha desmoronado con, por ejemplo, el areopuerto Felipe Ángeles, la refineria Olmeca en Dos Bocas, la vacuna Patria, la baja en el índice de criminalidad, o el cobro de impuestos. Y al final, final, habló —¿quién creen?— Dante Delgado. Elogió su propio partido. Dijo: “No tenemos un documento, sino siete libros que representan el esfuerzo de un trabajo maravilloso en el que se concentra la propuesta de sectores representativos del país, del que el sistema político debe aprender”. La verdad es que sólo hablaron ex funcionarios que ya tuvieron su oportunidad en los gobiernos del PRIAN y, salvo reafirmar que el Movimiento de Dante Delgado, es de tránsfugas de esos partidos, no veo qué de innovador tuvo este acto público. Lo que los medios esperaban de esto era precisamente si ese partido, que no ha pasado de un dígito en elecciones nacionales, iría o no en alianza con el PRIAN para conformar el esperado McPRIAN. Delgado pidió “paciencia, serenidad, y confianza”, dijo que era hora de “arriesgar”, que tenermos “el anhelo de una alternativa mejor a la que todos merecemos”. Así dijo, aunque quizás quiso decir cualquier otra cosa.
Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario